Coronavirus

Sexo rebelde: historias de los que se "sacan las ganas" pese a la cuarentena

Falsos empleos, salidas "a comprar" o una planificación digna de profesionales son algunos de los recursos utilizados por hombres y mujeres que no soportan la cuarentena sin encuentros sexuales y tienen encuentros amorosos pese a los riesgos de contagio y a la condena social.

MDZ Sociedad
MDZ Sociedad jueves, 30 de abril de 2020 · 14:31 hs
Sexo rebelde: historias de los que se "sacan las ganas" pese a la cuarentena
Muchos decidieron violar la cuarentena para tener sexo pese a los riesgos de contagio

"La pasión cunde" y "La carne es débil" son frases que pueden caber a la perfección para retratar lo que muchas personas están haciendo: pergeñar ideas para mantener un encuentro sexual pese a las restricciones de acercamiento por la cuarentena a raíz de la pandemia de Covid-19.

Falsos empleos, salidas "a comprar" o una planificación digna de profesionales, son algunos de los recursos a los que echan mano las personas que necesitan un encuentro sexual pese a los riesgos de contagio, aunque todavía no está demostrado que el coronavirus se transmita por semen y flujos vaginales.

Una de las historias calndestinas es la de Carolina, quien vive sola en el barrio porteño de Villa Crespo y contó lo vivido con un hombre con el que ya mantenía encuentros antes de la pandemia.

"Yo le había dicho de vernos antes de que se declarara el aislamiento, pero como que no registraba lo que estaba pasando. Y creo que cuando le cayó el baldazo pensó: 'Faaa, no se co.. más'. Además, el sexo virtual es algo que me gusta desde hace tiempo, entonces tengo la práctica de seguir en contacto con 'chongues' virtualmente", arrancó.

"Estaba tranquila, no pensaba en romper la cuarentena por sexo. Pero estaba extrañando un poquito el contacto humano, porque hace mes y medio que no me daban un abrazo, un beso. Ya no estaba tan en contacto con él, porque tenemos una relación más física que no funciona con el diálogo por Whatsapp. Hicimos un poco de sexting pero no muy frecuente. De repente un día me contestó una historia por Instagram y ahí se planteó: ‘¿Cuándo lo hacemos?’".

Carolina explicó que el día anterior al encuentro, este muchacho le confesó que había pasado en bicicleta por su casa camino a comprar algo por su barrio. "Ahí le dije que si me tocaba el timbre, yo le abría la puerta. Así que al día siguiente vino", dice.

"Fue todo coordinado con mucha organización -sigue Carolina-, hubo mensajitos de 'ya voy saliendo', 'estoy a tres cuadras, preparate'; mensajito de 'estoy a media cuadra'. Yo ahí ya abrí la puerta y chequeé que no hubiera vecinos. A todo esto, tenía las persianas cerradas, todo oscuro: mi departamento de repente era un búnker", relató.

"Entonces llegó; vino en bici así que hubo que meter la bici rapidísimo en la casa... El flaco con el barbijo puesto, o sea, cero erotismo. El erotismo empezó una vez que se cerraron las puertas, se guardó la bici, se limpió y lavó todo. Y ahí sí, ni un vaso de agua le llegué a ofrecer, estábamos re calientes los dos", se sinceró.

Aunque el objetivo de la visita estaba claro, Carolina asegura: "No fue sólo cog..., estuvimos abrazándonos durante 15 minutos, por el simple hecho de estar teniendo contacto humano con otro. Y bueno, se quedó a dormir y al día siguiente se fue. Fue una situación de peligro, y también de sentirnos un poco en falta", reconoció.

"Fue una especie de recreo que me ayudó a seguir adelante. Lo cual no implica que de ahora en más vaya a romper la cuarentena para cog... una vez por semana. Sino que simplemente me hizo bien en ese momento. Ni siquiera era tan consciente de lo bien que me podía hacer, mentalmente, tener una situación así", reflexiona.

El arreglo de PC más largo de la historia

‘Lucas’ tiene 30 años, es soltero y vive solo en San Isidro. En estos más de 40 días de cuarentena obligatoria, apeló al Whatsapp y a otras redes sociales para tirar anzuelos virtuales, "a ver si alguien picaba". Con ‘Florencia’ se habían visto antes, y tenían la confianza suficiente para hablar de la experiencia de encierro, y en particular, de cómo venían lidiando con la abstinencia sexual.

"Ella tiene 38 años, vive sola en Martínez. Es separada y tiene una hija. En ese momento la hija estaba con el padre. Una opción era subirme a un bondi, pero después de tantos días encerrado pensé, 'mejor caminar, hago un poco de ejercicio, escucho música’...", relató.

Lucas caminó unas veinte, treinta cuadras. Para evitar linchamientos y quejas vecinales, ella le dijo al portero de su edificio que iba a venir un técnico a arreglar un problema que tenía en su computadora. "Un poco largo el arreglo, porque me quedé desde el sábado a la tarde hasta el domingo a la noche", ironizó el falso técnico.

"Entiendo que este virus hay que tratarlo con respeto, porque está pasando en todo el mundo. Pero también hay que entender que el ser humano, o por lo menos yo, necesito el contacto social, ver gente. Sino me vuelvo loco", se excusó.

"El programa era ese: tener sexo, mirar una película, comer algo y tomar unas birras. Algo tan simple como conectarse con otra gente, compartir una charla, cosas que para los que vivimos solos se extrañan".

Luego aseguró que gracias a ese "rato de esparcimiento mental, físico y sexual", hoy está de mejor humor, se toma las cosas con otro ánimo: "Es como ese recargo de batería que necesitaba. Venía súper cargado, con mala onda, ansiedad...".  Sobre la escapada en sí, Joaquín sostiene que la furtividad del asunto le dio un plus a la escapada: "Lo prohibido siempre se desea un poco más. No sé si le agregó pimienta a la situación sexual, pero sí a todo el armado del programa", opinó.

Y no se arrepiente de sus acciones. "Lo volvería a hacer si encuentro a alguien que se prenda. No me siento culpable para nada porque anímicamente me hizo muy bien".

Delivery hot

Se conocieron en plena cuarentena a través de Tinder​, la popular aplicación de citas virtuales. Juan (29) la está remando solo en Bella Vista; Josefina también, en la localidad vecina de San Miguel. Después del "match", buscaban alternativas para verse pero ninguna les cerraba del todo.

"Entonces se me ocurrió decirle a un amigo que trabaja en Pedidos Ya que venga a casa y me prestara la ropa de la empresa", cuenta Juan. "Así que me subí a la bici disfrazado de delivery, fui a la casa de ella y me quedé a dormir ahí. Fue el fin de semana del 4 de abril, el sábado", explicó.

Juan pedaleó unas quince cuadras hasta la casa de ella. "A la ida cero miedo, porque era de noche y estaba motivado por el encuentro. A la vuelta, ya de día, estaba un poco más cag…, más que nada por mis vecinos que saben que no laburo en Pedidos Ya. Además, tenía miedo de tener la mala suerte de que me pare la policía", recordó.

"Creo que el tema del disfraz fue una gran carta de conquista, a ella le causó mucha risa; y en ese clima divertido fue todo muy descontracturado para ser la primera vez", asegura Juan. Y entra en detalles: "El sexo fue malísimo porque yo estaba un poco nervioso. Pero me quedó una anécdota para contar hasta que me muera".

Más allá de la adrenalina que le generó la ilegalidad del encuentro, Juan está convencido que no lo volvería a hacer. "Me dio bastante miedo la vuelta. Cuando estas haciendo las cosas ‘mal’ no vas tranquilo: ya me veía en la comisaría por una calentura", sostiene. "Pero tuve cero culpa, porque si bien sé que estuvo mal, no estuve en contacto con nadie más que ella. Si había contagio era consensuado, y el riesgo fue asumido por ambos. Socialmente tampoco me pesó, por eso le di para adelante", reflexionó.

"Fue un encuentro único y no volvimos a repetir... por ahora", resume. Quizás haya revancha cuando la pandemia deje de ser una amenaza.

Fuente: Clarín.

Archivado en