Salud

Los fantasmas del dormir: Las parasomnias

Perturban el sueño y la posibilidad de un descanso reparador. ¿De qué se trata este conjunto de alteraciones? No te duermas que te lo contamos

miércoles, 6 de marzo de 2019 · 11:52 hs

Decían los griegos que Hipnos, hijo de Nix, diosa de la noche, recorría la tierra adormeciendo a todos a su alrededor. Utilizaba, para esto un tallo de amapola, o dejaba caer sobre los ojos un líquido que llevaba en su cuerno de opio.

En algunas personas, el paso de Hipnos surte efecto, y pueden entregarse a las caricias del sueño, hasta que algo hace que se despierten fatídicas vivencias que interrumpen ese apacible estado.

“Mi problema no es conciliar el sueño, porque me duermo apenas toco la almohada. Mi problema es que sé que después de un rato esa pesadilla horrenda me va a despertar”, cuenta Marisa.

La palabra parasomnia deriva de “para” (impropio) y “somnum” (dormir), es decir, una alteración cualitativa, no cuantitativa, del sueño. Las parasomnias son trastornos de naturaleza motora o vegetativa, de presentación episódica, que no suponen alteración en los mecanismos que regulan el ciclo sueño-vigilia y que suelen aparecer en la primera parte de la noche.

Actualmente, se calcula que el 10% de la población sufre de algún subtipo de esta alteración. Las consultas, por lo general, son iniciadas por quienes duermen con el paciente, ya que, salvo en las pesadillas y terrores nocturnos, ellos no registran la alteración.

Las parasomnias se subdividen en:

Trastornos de conducta durante el sueño REM: Consiste en conductas violentas o lesivas, acompañadas por contenidos oníricos desagradables. Hay pacientes que golpean a su pareja, o dan patadas fuertes. Obviamente, la consulta la genera el acompañante, bastante cansada (o) de recibir aporreos. Suele aparecer, por lo general, alrededor de los 50 años, predominantemente en el sexo masculino, y ser motivo de contiendas de pareja hasta que se aclara el origen.

Pesadillas: Son episodios oníricos caracterizados por profunda ansiedad y miedo referidos al contenido, que suele ser desagradable (ser atacado, herido, caer, morir) y que, por lo general, se recuerda claramente al despertar. Las pesadillas provocan despertares bruscos, con cierta dificultad para retomar el sueño.

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En los niños se relacionan con factores madurativos y son frecuentes entre los 4 y los 7 años. Su aparición después de la adolescencia y/o en la edad adulta, suele relacionarse con psicopatología.

El uso de ciertos fármacos (antidepresivos, antihipertensivos, antiparkinsonianos) o de ciertas sustancias (alcohol), puede dar lugar a pesadillas.

Trastornos del despertar, donambulismo y terrores nocturnos: Comparten ciertas características clínicas: inicio y mayor prevalencia en la niñez, antecedentes familiares, aparición en las primeras horas del sueño, desencadenados por estrés y privación del sueño, amnesia total o parcial del acontecimiento.

Los episodios de sonambulismo (andar dormido) suelen durar no más de 10 minutos, el paciente se moviliza torpemente, puede sortear obstáculos, abrir puertas y ventanas, se muestra inexpresivo e indiferente y con escasa reacción a los estímulos. Por lo general, los comportamientos son tranquilos, aunque hay reportes de conductas agitadas. El paciente no recuerda nada de lo sucedido durante el suceso.

Durante los episodios de terror nocturno, el paciente muestra signos de terror intenso, grita y se muestra agitado. Experimenta taquicardia, taquipnea y sudoración. La persona puede despertar gritando y con necesidad de caminar o moverse por la habitación.

Las estadísticas nos cuentan que el 80% de los sonámbulos y el 96% de los pacientes con terrores nocturnos acarrean historias familiares de dichos trastornos.

Parálisis del sueño: Los pacientes se sienten inmóviles. Pasado un lapso breve, se recupera el tono muscular y pueden moverse con facilidad.

Somniloquía: Es lo que todos conocemos como hablar dormidos. El paciente no es conciente de esto. Está favorecido por el estrés o por la fiebre en los niños.

Bruxismo: Consiste en la contracción rítmica y estereotipada de los músculos masticadores durante el sueño. Suele iniciarse en la adolescencia, con una prevalencia de aproximadamente el 20%. La ansiedad suele ser su desencadenante y la persona puede despertar con cefalea y dolor facial. Los dientes también se van altamente afectados.

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Enuresis: Implica la pérdida involuntaria de orina durante el sueño. Debe diferenciarse la enuresis primaria (cuando nunca se controló esfínteres), de la secundaria (cuando sí se controló). Esta última está vinculada con factores psicológicos, neurológicos o por problemas médicos.

Movimientos anormales relacionados con el sueño, síndrome de piernas inquietas: caracterizado por sensaciones desagradables, a modo de “inquietud” o “sensación de incomodidad”, no dolorosa, en las piernas. Así, el sueño es interrumpido, o no puede comenzarse, por una necesidad imperiosa de mover las piernas, ya que el movimiento alivia la sensación de molestia. Los síntomas aparecen avanzada la tarde y se acentúan hacia la noche.

La prevalencia de esta alteración es del 5 al 10% de la población general. Es más frecuente en mujeres y aumenta con la edad. Más de 1/3 de los pacientes tienen antecedentes familiares.

Si bien las parasomnias no interrumpen el ajuste social del paciente, pueden dar lugar a insomnio o hipersomnia, por tanto, sí afectan el rendimiento cognitivo de la persona. Es muy común que durante el día a los pacientes les cueste concentrarse, recordar información y tomar decisiones claramente. Además, pueden estar irritables.

Por lo tanto, es importante consultar. El diagnóstico se hace, primero, a través de la narración de algún acompañante. Luego, el principal método diagnóstico es la polisomnografía con video monitoreo. Este estudio permite seleccionar las fases del sueño y analizar lo que ocurre en ellas. También puede solicitarse un electroencefalograma bajo sueño, que permite captar la actividad cerebral.

En el diagnóstico resulta muy importante excluir patología orgánica cerebral. Para esto, además de tomografías y resonancias, se realiza evaluación neuropsicológica. También resulta importante la evaluación psicológica para sopesar la influencia de factores emocionales.

Para el tratamiento, además de la terapia farmacológica, se utiliza la higiene del sueño, que incluye rituales al momento de conciliar, orientación psicológica, reflexología y técnicas de relajación.

El dormir tiene una función importante y consiste en restablecer funciones físicas y mentales para asegurar nuestro rendimiento y ajuste a las exigencias del medio. Vigilar por una buena higiene del sueño es, entonces, vital para nuestro funcionamiento cotidiano. Dulces sueños y que nada los perturbe.

Lic. Cecilia C. Ortiz/Mat.: 1296/licceciortizm@gmail.com