Fue una colección de errores autoinflingidos como pocas veces se vio en la política Argentina. Esta vez no hay excusas para el Gobierno: todo lo que sucedió esta tarde en Diputados podría haber sido evitado, y el costo político (y también económico) que puede venir ahora es imputable absolutamente a la impericia y al empecinamiento en una estrategia que hace un tiempo ya está mostrando que no funciona.
El Gobierno claramente podría haber evitado meterse en batallas que no tenían el más mínimo sentido. El costo fiscal de la suba en los fondos para el emblemático Hospital, Garrahan, los incrementos que se pedían en el sistema de asistencia a discapacitados y hasta eventualmente la pelea por el financiamiento universitario, podrían haber tenido un final mucho más honroso y efectivo para el futuro del sistema.
Más allá de lo que razone el Gobierno en sus discursos, el equilibrio Fiscal nunca estuvo un juego en cualquiera de estos tres temas; por el contrario, lo que aparece aquí es algo que hasta dentro del propio Gobierno muchos funcionarios empiezan a reconocer en la intimidad y con sordina, y es un freno a efectividad en la gestión y en el avance de las reformas que, con otros recortes, podrían haber equilibrado financiamiento a favor de la solución de estos problemas. Aunque el kirchnerismo le haya atado las manos a la Casa Rosada con rechazo a decretos, hay reformas y privatizaciones que se anunciaron pero que en los últimos meses parecen paralizadas.
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En lugar de eso, el Gobierno aceleró y no escuchó ninguna de las advertencias que le llegaban. Hace semanas que se le ofrecían caminos alternativos, tanto en los fondos para el hospital Garrahan, como en materia de la asistencia para discapacidad, dos temas de una temperatura social tal que es increíble pensar que la Casa Rosada no los haya evaluado antes, ni siquiera dimensionado el verdadero costo político que tenía meterse en esas guerras inútiles.
La interna
Hay indicios de que, en medio de los problemas internos del Gobierno con la aparición de los audios de Diego Spagnuolo que comprometen a Karina Milei y a Lule Menem, el Gobierno se cerró y comenzó a escuchar aun menos, pero en los últimos días la reaparición de Santiago Caputo en primera escena había augurado el regreso a algunas negociaciones esenciales en lugar de la prepotencia que los Menem recomendaban para avanzar en las elecciones locales.
La soberbia en el tratamiento con aliados que apoyaron al Gobierno en sus batallas legislativas el año pasado, el destrato a gobernadores que pidieron acuerdos con LLA y recibieron un portazo, el pedido sin respuesta de legisladores dialoguistas para que los libertarios frenaran insultos a ellos mismos en los recintos del Congreso, todo eso hizo eclosión en el Congreso estas semanas. Al Gobierno le cobraron todas las facturas juntas y es de esperar ahora que Santiago Caputo también pase nuevas facturas hacia la interna de la Casa Rosada.
En materia universitaria, además, la falta de política en el Gobierno quedó en evidencia al no intentar articular una diferenciación entre los justos reclamos casas de estudio prestigiosas como la Universidad de Buenos Aires y los excesos que se cometieron en otras universidades durante el kirchnerismo, cuando hasta se financiaron, películas y novelas que nunca salieron a la luz y que terminaron en la justicia.
Diferenciar el uso político que hizo el kirchnerismo en las universidades fundadas a medida de algunos caciques municipales bonaerenses del esquema histórico de otras prestigiosas casas universitarias en el país hubiera sido un camino de negociación, más sano y eficiente a la hora de solucionar el conflicto.
Javier Milei y sus consejeros optaron por todo lo contrario e, inclusive cuando el año pasado habían iniciado un camino de diálogo con la Universidad de Buenos Aires, prefirieron abandonarlo e ir al conflicto directo sin prestar atención alguna.
El reflejo en la economía
El problema ahora para la Argentina es que la debilidad política que se mostró hoy en Diputados con el rechazo a estos dos vetos, pero que se vino evidenciando también con el duro rechazo a los decretos de reforma del Estado (inspirados por Federico Sturzenegger y firmados en uso de facultades delegadas por el propio Congreso), comienza a transferirse a un estado de duda y debilidad también sobre el manejo de la economía.
Y el problema no lo mira solo el mercado local, sino también Nueva York y en la misma medida el Directorio del Fondo Monetario, que la semana pasada con discreción y sin hacer tanto ruido, terminó pidiéndole transparencia al gobierno en el manejo de la política monetaria.
Mientras el Congreso avanzaba sin freno en el rechazo a los vetos de Javier Milei, el mercado cambiario caminaba a paso firme también con una suba del dólar minorista, trepando más arriba del límite de la banda cambiaria y activando una venta de casi US$ 55 millones por parte del Banco Central, toda una novedad pública ya que ventas de dólares en bloque se venían detectando desde hace semanas pero no de la cuenta del Central.
La debilidad política llegó también al dólar blue que trepo a los $1500 y a los dólares financieros que se movían al ritmo de una caída estrepitosa de los bonos argentinos en dólares. El riesgo país marcó como nunca en esta administración con un nivel de 1230 puntos, las dudas y el temor ante un sistema que en lo ideológico sigue los lineamientos del mercado, pero que en lo práctico despierta cada día más dudas. El mercado comenzó así a ponerse en línea con los mismos miedos que viene sosteniendo la economía real, el consumo y la actividad.