Opinión

Qué nos depara el futuro, según el discurso del Presidente

El discurso de Javier Milei en la apertura de las sesiones en el Congreso aún tiene sus diferentes miradas en su manera de comunicar. La Dra. Patricia Nigro analiza estos conceptos en MDZ.

Patricia Nigro viernes, 8 de marzo de 2024 · 23:02 hs
Qué nos depara el futuro, según el discurso del Presidente
Presidente Javier Milei. Foto: Juan Mateo Aberastain/MDZ

Todavía se escucha la voz del Presidente. Como lingüista, lo primero que pienso es que siempre que se analiza un texto, no debe dejar de tenerse en cuenta el contexto. Cada texto está inserto en una situación comunicativa única. Hace una semana escuchamos el primer discurso de Apertura de las Sesiones Ordinarias del Honorable Congreso de la Nación de Javier Milei, el primer Presidente libertario de la Argentina, elegido por el 56% de los votos.

Un Presidente histriónico, vehemente, que se expresa sin medir sus palabras ni respetar las mínimas reglas de la cortesía, que ataca verbalmente a ajenos y a propios, que usa y abusa de las redes sociales. Durante varios días examiné diarios expectantes por lo que podría haber ocurrido, las repercusiones, y hace días que observo a la gente como yo, sigue consternada en la calle, temerosa por el diario trajinar, por el sueldo que no alcanza, por la tristeza del 60% de pobres y no sé, si por este discurso.

El presidente Javier Milei, con su coro de alentadores en los balcones del Congreso, habló de noche, desde un atril, durante una cadena nacional que duró una hora y media. Comenzó esta, cuando él se desplazaba en su caravana con los granaderos al frente, las luces brillantes en la oscura noche, y los gritos y cacerolazos de quienes protestaban tras las vallas. Javier Milei, quien se cree un león que gobierna, armó una puesta de escena digna de Hollywood. Los saludos, los abrazos, las miradas de los opositores, los gritos y los silencios.

Javier Milei, habló durante una cadena nacional que duró una hora y media. Foto: Noticias Argentinas

El original de la Constitución Nacional, en el único día del año en que se exhibe:

  • ¿Cuántos de quienes estaban presentes en ese momento la leyeron y la respetan?
  • ¿Cuántos de nuestros niños, niñas y adolescentes la estudiaron en el colegio?

Podríamos aventurar que por miedo a lo malo conocido, Javier Milei llegó a la presidencia. La gente lo votó sabiendo qué iba a hacer y cómo era. No nos sorprendamos ahora de sus excesos verbales. Estamos quienes no compartimos demasiado sus ideas como para votarlo y quienes lo votaron hartos de estar hartos de la corrupción y de la ineficacia económica, social y política de los gobiernos anteriores. Creo que la mayoría creímos que, por lo menos, cuidaría su estilo comunicativo cuando gobernase. No lo hizo. 

Esa noche, ya hace una semana, en que atacó a unos y a otros, en que acusó a varios con nombre y apellido (falacia ad hominem -el Presidente sabe qué significa- porque le encanta señalar las falacias o errores de pensamiento en las expresiones ajenas). Esa noche, en que se refirió a asuntos que fueron noticia esta semana (Alberto Fernández y Gerardo Morales, peronistas y radicales), en que criticó a periodistas, gobernadores, sindicalistas, diputados y senadores, finalmente y manifestando su desesperanza sobre lo que intentaba hacer, se mostró conciliador y propuso un gran acuerdo patriótico. 

Pero volvamos al principio. Por ley, el Presidente debe iniciar estas sesiones contándole al Congreso y al pueblo el estado de la Nación. Esa fue la primera parte: la herencia recibida que Javier Milei remonta a 100 años, lo que juzgo, personalmente, bastante hiperbólico. Leer el siglo XIX con los ojos libertarios del siglo XXI no es tarea simple. Esta interpretación que hace de la historia es, por lo menos, una falacia de simplificación, porque reduce a una única causa tantos años de desencuentros. 

En la segunda parte del discurso, el Presidente tuvo que hablar de qué hicieron él y sus funcionarios hasta hoy (en verdad, me parece que es hasta el 31 de diciembre). Puedo haberme equivocado, porque, desde el 10 de diciembre, vivimos en un torbellino de marchas y contramarchas, de discusiones y de insultos, de alianzas y des-alianzas (permítaseme el neologismo), de medidas y
de desmedidas, de una inflación voraz, de dos mamotretos como el Mega DNU y la Ley Ómnibus o Bases, que generaron confusión y malentendidos en todos los sectores de la sociedad. Tanto fue así que el mismo Milei, en su enojo, ordenó retirarla del Congreso, estando casi aprobada y se perdió un tiempo valioso para el pueblo que sufre y sigue “haciendo el aguante” y para el que sufre y no “aguanta más”.

Podríamos aventurar que por miedo a lo malo conocido, Javier Milei llegó a la presidencia. Foto: EFE.

En su discurso, el Presidente repitió varias veces que él siempre dijo la verdad.

Que el ajuste y el tiempo que vienen serán difíciles, marcó algunos logros con cifras que escapaban al entendimiento de la ciudadanía común, y presentó su trabajo y el de sus funcionarios como la única alternativa. Otra falacia redonda. Saber gobernar es saber ver y respetar las otras alternativas. Puesto que siempre, decía Aristóteles, hay más de una. La última parte del discurso debía incluir un toque de esperanza para no dejar a la gente insomne (antes uno se quedaba sin ganas de almorzar).  Entonces, propuso un acuerdo nacional y aclaró: no un consenso. ¿Cómo lograr un acuerdo sin consensuar? Desconozco, si eso es posible. Pero parece que él ya tiene el acuerdo redactado en diez puntos que leyó, como todo su discurso.

¿Qué nos depara el futuro, según el discurso que escuchamos?

Un llamado a los gobernadores elegidos por los pueblos de cada provincia para negociar el dinero que necesitan para subsistir a cambio de la aprobación de las leyes mileístas. Un acuerdo nacional en la capital de Córdoba (espero que le haya avisado antes al Gobernador que el 25 de mayo vamos a refundar la patria en “la docta”). 

  • ¿Tiene en claro el Presidente que los acuerdos, cualquiera sea su naturaleza, suponen la aceptación de los otros y de las otras, el respeto de sus ideas y necesidades, el cuidado de las formas comunicativas?
  • ¿Estará este Presidente que eligió la mayoría apto realizar esta tarea?
  • ¿Superará la polarización ciudadana que él mismo fomentó?
  • ¿Lo asistirán a él “las fuerzas del Cielo” para tratarnos como se ha de tratar al prójimo y lograr sacar adelante a nuestra patria?

Cierro recordando una frase inolvidable de Néstor Kirchner, cuando asumió en 2003 con el 22% de los votos. Un periodista le
preguntó cómo iba a gobernar un país que salía apenas de la crisis de 2001, habiendo obtenido tan pocos votos y él respondió: “Que Dios nos ayude”.

Patricia Nigro.

*Dra. Patricia Nigro. Escuela de Posgrados en Comunicación de la Universidad Austral.

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