Un asesinato que estremece

Un crimen sicario ratifica que el drama que se vive en Rosario ya se instaló en el Gran Buenos Aires

Sicarios, amputación de miembros, drogas en lugares íntimos de las personas y presión extrema por el dominio territorial se reproducen en el AMBA, la zona en la que confluye CABA con su conurbano.

Alejandro Cancelare
Alejandro Cancelare domingo, 17 de marzo de 2024 · 13:43 hs
Un crimen sicario ratifica que el drama que se vive en Rosario ya se instaló en el Gran Buenos Aires
La escalada de violencia narco no se detiene en Rosario y afecta a otras provincias. (Imagen ilustrativa) Foto: archivo
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Rosario siempre estuvo cerca. Ahora se confirma que está por Buenos Aires. La Matanza fue nuevamente el epicentro de otro episodio criminal protagonizado por un sicario que mató, luego de consultarle el nombre, a Ramón Benitez, con un tiro en el pecho en el barrio Dorrego de González Catán, a pocos kilómetros de donde se produjo la masacre de ciudadanos bolivianos que habían intentado usurpar un terreno en el barrio 20 de Mayo y se enfrentaron con otra banda paraguaya.

Benítez había salido de comprar frutas y verduras cuando un auto particular se le acercó, le preguntó si era Ramón Benítez y ante la respuesta positiva fue acribillado. Uno de esos disparos, además, hirió a una nena de 12 años. El balazo le dio en la pierna, pero luego de asistirla se encuentra fuera de peligro. 

Ayer justamente se conoció otro episodio en el que un policía de civil mató a uno de los seis ladrones que le querían robar la moto. Los otros cinco pudieron huir. La distancia entre un lugar y otro fue de solo un par de cuadras. 

Benítez, de nacionalidad paraguaya, vivía a 200 metros de donde lo mataron, en el barrio Las Nieves, y llevaba 200 gramos de pasta base en sus testículos. Todo parece indicar que fue un ajuste de cuentas en una localidad donde los asesinatos por causas delictivas se multiplicaron en los últimos años.

Vista aérea del lugar donde asesinaron a Benítez y donde el policía mató a un ladrón en las últimas 48 horas.

Hace tres años, el 7 de noviembre, también en la misma zona, René Mendoza, de 78 años, fue asesinado cuando le abrió la puerta de su casa a dos sicarios que lo mataron de 14 balazos. Mendoza era un referente barrial que había fundado dos comedores comunitarios en los barrios Las Antenas y en San Cayetano, en González Catán, partido de La Matanza. A través de la tarea social que desarrollaba intentaba erradicar a los narcos que operaban en la misma zona y los había denunciado en innumerables oportunidades.

En febrero de 2020, en la zona geográfica de General San Martín y Tres de Febrero, que maneja Miguel Angel “Mameluco” Villalba, estalló la crisis de la droga adulterada, que provocó la muerte de 24 personas. La pasta base que se utilizó había provenido desde Rosario y los ajustes de cuenta que se dieron con posterioridad a la explosión del drama también mostraron la presencia de sicarios llegados desde esa localidad santafecina.

Hace dos semanas, en la Villa Sarmiento, en el límite de Billinghurst con Villa Ballester, en General San Martín, un dealer fue mutilado por las bandas del lugar. Al parecer, se había quedado con una cantidad de producto que no le pertenecía. Los kilos y los gramos se pesan con extremada precisión. Le cortaron dos dedos de su mano derecha.

La posibilidad de que las precarias pero poderosas bandas que operan en Rosario se vuelquen masivamente al AMBA es una de las máximas preocupaciones de los gobiernos bonaerense y porteño. La Villa Zabaleta, en la zona sur de CABA, está estratégicamente ubicada para la distribución en la región del conurbano y la Capital Federal, como también los diferentes puntos ya ocupados por otros clanes en General San Martín, La Matanza, Moreno, José C. Paz, Lanús, Quilmes, como así también distintos puntos provinciales donde la conurbanización llegó para quedarse están dando muestras claras de este fenómeno.

En estos lugares, los delincuentes no solo se radican con sus familias, sino que, además, van obligando a los vecinos de años a abandonar sus viviendas. Lo hacen de manera pacífica, en algunos casos promoviendo la compra de su espacio, o directamente intimándolos de diferentes maneras, ya sea matando a las mascotas o dejando en claro que los chicos de esas familias corren peligro de seguir jugando en esos barrios.

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