Cornejo y un apoyo a Milei que ya empieza a mostrar las primeras fisuras
El gobernador empieza a golpear contra el techo de su respaldo al presidente por los niveles de improvisación política y por el manejo de la economía. Pero el punto, está en los golpes a la caja.
No había muchos dobleces en diciembre, cuando la decisión de Alfredo Cornejo fue apoyar a Javier Milei y, asimismo, bajó una premisa muy particular: tolerar, incluso, hasta las barbaridades que pudiera llegar a cometer el presidente. Pero el devenir político de estas últimas semanas comenzó a fisurar esa singular forma de tolerancia inicial. El gobernador de Mendoza empezó a manifestar, en conversaciones con mandatarios de otras provincias y puertas adentro de Casa de Gobierno, las primeras fisuras de ese apoyo original.
Las grietas comenzaron a producirse por varias causas. La primera fue provocada por la impericia política demostrada por el Poder Ejecutivo a la hora de negociar con la oposición más permeable al diálogo (de la cual el tolerante gobernador mendocino es uno de los emblemas) la Ley Bases que naufragó en el Congreso del último miércoles. Cornejo participó de un zoom que se llevó a cabo en las horas más calientes del debate en la Cámara de Diputados en donde el jefe de la bancada radical, Rodrigo De Loredo, le anticipaba al ministro de Economía, Luis Caputo, y al ministro del Interior, Guillermo Francos, que la UCR no garantizaba los votos para que ese proyecto clave para el Poder Ejecutivo pudiera ser aprobado.
Fue allí donde el radicalismo tiró la idea de avanzar en la votación inciso por inciso que el Ejecutivo tomó y después aplicó, aunque sin éxito para sacar su proyecto. Más allá de que la ley naufragó finalmente y quedó en evidencia la fractura del bloque del radicalismo que se avizoraba, los legisladores propios de Cornejo y los que de alguna manera están agrupados detrás de esta idea de apoyar a Milei terminaron votando favorablemente. Lisandro Nieri, en este esquema, ocupó un rol importante dentro de ese bloque. O sea, en líneas generales y en el momento decisivo, Cornejo pujó para que el gobierno nacional obtuviera su ley. Por eso, muy probablemente, el mendocino haya quedado fuera del radar presidencial cuando éste descerrajó toda su furia emocional contra ese grupo de gobernadores a los que acusó de traidores.
Pero el punto ahora está en la caja. Hasta hace unas semanas el camino del recorte de recursos nacionales propuesto por el ajuste de Milei no era un problema para Cornejo. Y fundamentalmente porque Mendoza venía sufriendo en los últimos años el ninguneo del gobierno de Alberto Fernández a la hora del reparto de fondos discrecionales que corren por fuera de lo que marca la coparticipación.
Sin embargo, después de que naufragara la Ley Bases, la reacción virulenta del presidente contra los mandatarios, que según su mirada se le dieron vuelta a último momento, vino a través de un hachazo a fondos que deben ser repartidos entre las provincias por ley o a través de otras normativas vigentes. Y esta decisión política tomada en medio del ataque de furia presidencial apuntó justo contra uno de los límites del mandatario mendocino.
En esta, su segunda vuelta al poder, Cornejo se planteó objetivos bastante moderados de gestión. Podría no tratarse esto de un regreso de la poco sexy “revolución de lo sencillo” de 2016. Pero casi que lo es otra vez, en el contexto nacional actual de profunda crisis económica y social que golpea. En lo grueso, el gobernador coincide con el camino trazado por Milei y muchas de sus medidas.
Pero enciende sus alarmas por el altísimo nivel de improvisación que el gobierno nacional mostró desde el día uno de gestión, a lo que se sumó el espectáculo que asistimos esta semana: un Milei fundamentalista, cortando todo los puentes de negociación política con los sectores de la oposición que estaban dispuestos a acompañarlo y empezando a hacer tronar el escarmiento contra los gobernadores pegándoles debajo del cinturón. O sea, afectarles la caja para extenuarlos. “Milei hizo una cosa increíble: les pasó la motosierra a los gobernadores que no lo apoyaron, pero también a los que sí lo hicieron”, fue la lectura de un dirigente del entorno gubernamental.
No existe demasiado misterio a la hora de descubrir a qué venía Cornejo en esta nueva oportunidad. Su plan era intentar movilizar inversiones para hacer funcionar al aparato productivo y concentrarse en tres o cuatro áreas esenciales de gestión para modernizar el funcionamiento del Estado provincial. Por su puesto que está presente su voracidad política y su búsqueda del bronce, pero los objetivos iban por ahí Y no había mucho más.
Para que el primer plan se cumpla, necesita de una macroeconomía que empiece a encontrar el rumbo y desde diciembre que viene planteando su intención de influir en lo que se decida en Buenos Aires en este sentido. Hasta acá, no lo consiguió como él pretendía. Aspiró a liderar a los gobernadores de Juntos por el Cambio, pero en el fragor de las discusiones en el Congreso, tanto en la exposición pública como en algunos debates hacia adentro, asomaron las cabezas de Maximiliano Pullaro y Rogelio Frigerio.
Y el otro objetivo. ¿Cómo hacer para avanzar en reformas del Estado si la preocupación central, por lo que se avecina, solo va a estar concentrada en pagar los sueldos de los estatales y en tratar de mantener como se pueda el funcionamiento de los servicios públicos? Lo dicho: los embates discursivos de Milei en la campaña contra la “casta” dejaban en claro que muchos fondos nacionales ya no estarían disponibles para los gobernadores a partir del ejercicio 2024. El gobierno de Mendoza estaba preparado y, si se quiere, hasta despreocupado por ello.
Pero el presidente fue por más y primero los dejó a los gobernadores sin los ingresos de la coparticipación de Ganancias y ahora va por otros impactos en la caja que hacen que Cornejo empiece a golpear contra el techo de su apoyo. Y acá se vienen dos o tres problemas. Uno de ellos ya se hizo público. El Gobierno provincial tuvo que echar mano a la mitad de los fondos que tenía en el Fondo Anticíclico, para hacer frente a los costos del funcionamiento del sector público. Este fondo representa una suerte de ahorro para épocas de crisis y ya se gastaron de allí unos $90.000 millones.
A decir verdad, el impacto de la decisión de dejar de distribuir entre las provincias lo recaudado por el Fondo Compensador del Transporte es prácticamente nulo en Mendoza. Para tener una idea: en enero pasado, el costo del sistema de transporte fue de poco más de $12.000 millones. De recaudación, es decir, de lo que el usuario paga a través del boleto, se cubrieron solo $1.500 millones. El resto, unos $10.500 millones, lo terminó poniendo la provincia a través de subsidios propios. De la Nación, no entró ni un solo peso. El año pasado casi que se repitió el mismo esquema, en donde casi no entraron subsidios nacionales y de hecho se acumuló una deuda de más de 7.000 millones que Sergio Massa, en la campaña, se comprometió a cancelar. Y por supuesto que se fue y no lo hizo.
El efecto inmediato en la tarifa no se va a producir, como en otros distritos en los que si los subsidios nacionales impactan y cuya quita ahora podría llevar el pasaje a $1.000. Ahora lo que sí, esto va a acelerar una decisión que el gobierno ya tenía tomada. El boleto aumentó a $200 el 1 de febrero, pero ya se había determinado que en marzo se iba a convocar a una audiencia pública para discutir un nuevo incremento. Lo que se viene en ese tema es un recorrido que ya está claro y al que falta ponerle número solamente. El boleto el mes que viene va a aumentar otra vez, pero hasta un valor que sea pagable para el usuario. Y, como complemento, la provincia subirá su aporte para sostener el sistema con más subsidios propios y evalúa una medida un poco más drástica: está en estudio de qué manera se eliminarán algunas gratuidades.
El otro punto de la caja de Cornejo está estrechamente vinculado al salario docente. Los ministros de Educación de todo el país firmaron el viernes un petitorio para que la Nación no elimine el Fondo Nacional de Incentivo Docente que compone entre el 5% y el 7% de lo cobran por mes maestras y maestros mendocinos. Ese aporte data de los años 90 y los sucesivos gobiernos lo vienen prorrogando. La última renovación la realizó Alberto en 2022, fue por dos años y con vigencia hasta enero pasado. Milei no solo todavía no liquida lo que corresponde al FONID en lo que va de febrero, sino que amenaza seriamente con no prorrogar su vigencia a futuro. Que no haya pagado la cuota de este mes ya es un trastorno. La provincia paga el ítem y el gobierno nacional se lo compensa a los dos meses. Que el presidente haya tomado la decisión de no seguir con este aporte es una encrucijada para el ministerio de Hacienda mendocino. Para 2024, el FONID representa unos $22.000 millones que, en realidad, implican un pasamanos para la provincia. Es decir, la Nación envía los fondos y estos van directamente al sueldo de los docentes. Si dejan de llegar, o bien las maestras dejan de cobrarlo o el aporte perdido lo termina cubriendo la provincia. Esto último, no está en análisis en la órbita oficial por el momento.
Pero quizás otro punto central del quiebre en el respaldo está en la capacidad que efectivamente tenga Milei para ordenar la economía. En este punto, el gobierno ya está detectando un coletazo duro de la crisis y se prepara para lo que viene. En enero subieron los indicadores del delito que, si se quiere, es hoy la triste manifestación de la protesta social ante el aumento de pobreza. Y para mitad de año, Cornejo coincide con el análisis generalizado: se espera un incremento del malhumor de la clase media, que comenzará a percibir con más crudeza las carencias que genera la inflación.
En ese equilibrio autoimpuesto en relación al gobierno nacional, no hay por ahora una amenaza de rompimiento en el horizonte. Pero podría ocurrir. De manera descarnada, un hombre del gabinete describió así el momento actual de Cornejo con Milei: “Estamos frente a un curandero que tiene en la camilla a un enfermo de cáncer. Y lo de curandero no solo porque no está especializado en el tema, sino que además pretende curar al enfermo de palabra, con el relato. Pero el Alfredo no va a ser quien haga un desastre en el quirófano y le saque el bisturí. Al menos no por ahora”.