Un delicado equilibrio geopolítico para seguir teniendo el apoyo de la Casa Blanca
El Gobierno de Alberto Fernández ha tenido que hacer un gran equilibrio para evitar que se deteriore la relación bilateral con los Estados Unidos, principal defensor de la Argentina ante el Fondo Monetario Internacional. En esta oportunidad, el objetivo fue lograr un desembolso del organismo.
Después de la cuarentena, cuando Alberto Fernández comenzó a perder popularidad a partir de medidas radicalizadas como el frustrado intento de estatizacion de Vicentin, el oficialismo comenzó a girar hacia la izquierda o el populismo y ese cambio también llegó a la política exterior. Cristina Fernández de Kirchner presionaba para implementar un cambio geopolítico que incluía acercarse a Rusia y a China, movida que a su vez significaba inexorablemente un alejamiento de los Estados Unidos. Todas estas iniciativas quedaron prácticamente congeladas por el fracaso de Martín Guzmán y la necesidad de arreglar con el Fondo Monetario Internacional.
Así, el debilitado gobierno de los Fernandez comenzó a caminar por la cornisa para no estropear definitivamente la complicada relación con Washington. Todo esto se vio claramente en los últimos días con la simultaneidad de la negociación contrarreloj con el FMI y el viaje del jefe de Estado a Brasil.
En este complicado contexto económico donde el Banco Central entró en una zona riesgosa en materia de reservas, Sergio Massa parece haberse convertido en una especie de primer ministro con control del área económica, energética y una diplomacia paralela a la conducción de la Cancillería, más allá de su buena relación con Santiago Cafiero. “La semana pasada la vimos muy fea, el descontrol del dólar nos hizo sentir que volvíamos a los días de la gestión de Silvina Batakis. Pese a que la corrida y la inflación pueden golpear su proyecto presidencial, Sergio ocupa cada vez más espacio dentro del Gobierno”, explica a MDZ con preocupación una fuente oficial. Es que a todos los funcionarios se les va acabando el tiempo como para desandar una cuesta cada vez más empinada. Los trackings que recibieron en las últimas horas indican que en una semana se consolida la imposibilidad de ganar las elecciones presidenciales y Javier Milei les sigue sacando votos. La mayoría se corre y todas las responsabilidades quedan en Massa, quien además quiere competir como presidenciable.
“Está bárbaro que Lula nos quiera ayudar y amague con armar algún esquema de apoyo económico, en todo momento nos quiere vender iniciativas con los BRICS y no estamos como para poner en riesgo las gestiones que avala la Casa Blanca con el FMI”, comenta un vocero diplomático. Agitar la bandera de los BRICS significa en buen criollo cerrar acuerdos con China, el enemigo que inquieta a todo el establishment político estadounidense, probablemente la política de Estado que más une a republicanos y demócratas. El amigo brasilero de Fernández le dio cálido abrazo y la ayuda económica quedará para otra oportunidad. En esta oportunidad, acuciado por la desesperación, recurrió a los chinos por el acuerdo de los yuanes. La contraprestación será muy cara o el Gobierno argentino quedará a mitad de camino. Desde China quieren que el 5G loca sea de Huawei y siguen esperando en vano el negocio de la Hidrovía. Pareciera que el oficialismo haber equilibrio para nadie se enoje, pero queda mal con todos.
El otro protagonista de este dominó es el embajador en los Estados Unidos, Jorge Argüello, quien viene transitando periódicamente los pasillos del Consejo de Seguridad Nacional donde Juan González, el consejero para América Latina y asesor de Joe Biden, y Mike Pyle, consejero en asuntos vinculados a la economía y las finanzas llevan la agenda de lobby con el Fondo para ayudar a la Argentina. Estos funcionarios junto a su jefe, Jake Sullivan, el titular de ese organismo estratégico del gobierno de Estados Unidos, fueron clave para destrabar anteriormente la negociación con el FMI, pese a las resistencias de la secretaria del Tesoro, Janet Yellen y representantes del board del organismo multilateral. El represente diplomático en ese país se ha transformado en un experto para dar explicaciones que justifiquen los desaguisados de su propio Gobierno. Incluso, ahora porque Lula se ha transformado en un personaje poco confiable para la Casa Blanca por sus nuevas amistades con China.
Una vez más, estos funcionarios cercanos a Biden están a punto de lograr que el Fondo acepte un adelantamiento de desembolsos para la Argentina, más concretamente para “evitar que la crisis económica de Argentina empeore”, según fuentes citadas por la Agencia Bloomberg. Para lograr este nuevo gesto político de la administración Biden resulta indispensable que el Gobierno de Alberto siga manteniendo “el freezer” las propuestas de un giro geopolítico que viene impulsando desde 2020 el Instituto Patria.
El Consejo de Seguridad Nacional y el Departamento de Estado buscan evitar a toda costa una crisis más grave en la Argentina porque “alteraría la relación de fuerzas en una región tan convulsionada como la America Latina”, según revelan fuentes diplomáticas. Por sobre todas las cosas en Washington no quieren que, ante una debacle económica y financiera, un país con el peso de la Argentina quede en manos de la ayuda de la República Popular China. El temor a que el régimen de Beijing desembarque en serio en America Latina es un activo que juega a favor de la Administración de Fernández. Y Massa es el intérprete de ese repertorio en términos de rosca diplomática. De todas formas, se verá si con esos 10.600 millones de dólares alcanza para tranquilizar los ánimos del mercado local. La cifra no impacta como la que recibió Mauricio Macri en su peor momento. De todo esto también dependen la candidatura presidencial del ministro de Economía. Mientras tanto, Cristina sigue despotricando contra el FMI, pero en privado sabe que debe devorarse ese sapo que tanto la horroriza por el panorama económico y los pronósticos inquietantes que le han transmitido los economistas que la visitaron recientemente. Como decía Fidel Pintos, en este asunto del FMI hay mucha “sanata” pero el único salvavidas viene de Washington.