A pesar de los presos, hay un lugar de la política donde todos siguen como si nada
Las investigaciones sobre los casos Chocolate y el viaje a Marbella de Insaurralde parecen haber quedado en el olvido. Las condiciones políticas bonaerenses incidieron en el freno de las causas.
Los días que se dedicaron para la designación de Alejandro Dichiara como presidente de la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires dejó en claro que en la Casa no entraba nada de lo que suceda afuera de las rejas que rodean el palacio ubicado en la manzana de 7 y 52. Tampoco ayuda la inestable situación de los responsables judiciales en impulsar la investigación, siempre a tiro del jury en el que la política manda y el Senado dominado por Unión por la Patria marca el rumbo.
Ningún diputado ni sus operadores súper estructurales consideraron una reforma, o al menos una mínima modificación del funcionamiento de la Cámara. Por eso no se cambiaron la forma de contratar, las firmas cruzadas entre oficialistas y opositores ni tampoco se dieron a conocer los resultados de la auditoría que habían encarado cuando se conoció el escándalo de “Chocolate” y la utilización de medio centenar de tarjetas de débito que no le pertenecían.
El lunes siguiente al sábado 9 de septiembre, cuya noche fue apresado Julio “Chocolate” Rigau retirando dinero del cajero automático del Banco Provincia sucursal Plaza San Martín, en el corazón institucional de La Plata, una altísima fuente de la investigación le había revelado a MDZ que no eran 48 sino casi cincuenta los plásticos que venía utilizando el apresado empleado legislativo. Nunca más se habló de semejante cantidad.
"Todo está bajo revisión. El resultado en favor del kirchnerismo fue tan apabullante acá que ahora todos tienen miedo de mover. Julio (Conte Grand) siempre estuvo en la lista negra del Ejecutivo y ahora, con un Senado mucho más parejo, no puede lanzarse sin pensar que si falla lo voltean", le dijo un importantísimo legislador que siempre lo defiende. Conte Grand es el jefe de todos los fiscales de la provincia.
La causa, iniciada por la decisión política de las autoridades policiales de la provincia de Buenos Aires que nunca quisieron hacer de cuenta que nada pasaba y dejaron detenido al empleado infiel de la Legislatura, más el dejar hacer del propio gobernador Axel Kicillof, empezó a empantanarse desde el primer día. “Un árbol que nace torcido nunca se endereza”, dice el dicho. En este caso, el haberse frenado en allanamientos a la Legislatura y la sucursal bancaria incidió en el porvenir del expediente.
Esa tensión entre investigadores y magistrados se vio el primer día. El experimentado juez de Garantías Guillermo Atencio siempre dice: “Para hacer una buena pizza no puedo tener solo un pedazo de masa”. Su imagen es directa. Al no poder participar de las instancias de recolección de pruebas, el funcionario debe decidir con lo que llega en el expediente hasta su despacho.
La fiscal Betina Lacki no allanó jamás la Legislatura. Sólo se quedó con los diferentes relatos que le aportaban los empleados que iban a declarar en carácter de testigos, primero, y luego de procesados. Con ese procedimiento sólo pudo llegar hasta Claudio y Facundo Albini como los máximos responsables. La realidad es que llegó hasta ahí porque nadie imputó a los jefes políticos del ex jefe de personal de la Cámara y de su hijo, ambos adherentes del Frente Renovador platense desde hace más de dos décadas.
Cuando Lacki acusó a Claudio Albini como máximo responsable del fraude y asociación ilícita en la que para ella también estaban involucrados su hijo, Chocolate y unos quince empleados propietarios de las tarjetas de débito, Atencio modificó esa decisión. Dijo, claramente, que ellos no eran los jefes sino que había que ir hacia los responsables políticos, los verdaderos “consumidores finales” de todo el proceso. La causa se estancó. “Está frenada… Parece que ya todos arreglaron los papeles”, se reía un infalible analista judicial.
Lo mismo sucedió con el ex superpoderoso jefe de Gabinete y renunciado candidato a concejal de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde. Solo Sofía Clérici, su acompañante en el yate “Bandido” una semana después de ser detenido Rigau, está teniendo que dar explicaciones por los costosísimos regalos recibidos y porque en su casa de Nordelta le fueron encontrados más de medio millón de dólares guardados. “Ella, al no ser funcionaria pública, no tiene los inconvenientes que sí podría haber tenido Insaurralde si le fuera encontrado ese valor en su domicilio”.
Lo bueno sería saber el paradero del exintendente de Lomas. Algunos dicen que está en un country de la zona Sur del Gran Buenos Aires. Otros dicen que está en Puerto Madero y sus amigos dicen haberlo ido a ver a Costa Esmeralda, pueblo que conduce su amigo y contador Juan Pablo De Jesús.
Lo concreto es que a solo tres meses del primer escándalo, la política se siente aliviada. Las autoridades que asumieron en la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires no han dado ninguna señal acerca de una modificación de las pautas contractuales preexistentes a la detención del recaudador de primera instancia.
Sin admitirlo en on, todos los partidos y alianzas políticas sufrieron un feroz debate interno por el manejo de los fondos que los presidentes de bloque, comisiones o vicepresidencias. Inclusive la potencialidad de diferentes quiebres no lo produce el reacomodamiento con respecto del kirchnerismo, en un lugar, o de Javier Milei, en Juntos por el Cambio. La discusión siempre está en lo mismo. En el dinero que pueden distribuir con su previa autorización.
El oficialismo relegó a Rubén Eslaiman de la Presidencia de la Cámara por su estrecha relación con los Albini, y eso lo obligó a Kicillof a darle más espacios en su Gabinete a la gente alineada con Sergio Massa. En definitiva, el insaurraldismo, aliado directo de Máximo Kirchner, no abandonó la conducción de “la Casa” sino que le cambió de nombre. Sale Federico Otermin, entra Alejandro Dichiara.
En tanto en el PRO continúan “fingiendo demencia”. Adrián Urelli, el mismo vice del escándalo de las tarjetas, sigue en su puesto por decisión de los cambiemitas que tuvieron que ceder a un “recién llegado” como Agustín Forchieri el manejo del bloque amarillo.