El desafío más grande en 23 años dentro de un mar de interrogantes
Milei pide sacrificio y ofrece acompañar con una poda a la política. Será una medida simbólica, pero necesaria. La dimensión del esfuerzo es enorme; el éxito dependerá del equilibrio que logre imponer
Argentina inicia hoy un experimento político que nunca vivió. Javier Milei comienza una presidencia que estará marcada por la necesidad de un cambio de una dimensión tal que tiene como característica inicial la duda sobre la propia posibilidad de llevarlo adelante.
El desafío es enorme: hace dos décadas que el país vive en una irrealidad económica que fue acumulando desequilibrios que pocas naciones han registrado en su historia y que a su vez generaron inequidades sociales que hoy aparecen de muy difícil reparación. Nada será fácil ni para Javier Milei, ni para los ciudadanos argentinos, pero por otro lado la necesidad de un cambio de trayectoria es inevitable. Hay un temblor social y económico que el Gobierno de Alberto Fernández, Cristina Fernández de Kirchner y Sergio Massa quisieron esconder durante todos estos años y que solo hizo que las complicaciones se multiplicaran al límite de volverse casi irreparables.
El problema ahora no es enfrentar el diagnóstico de esta realidad, sino la forma, la intensidad y las herramientas con las que lo hará Milei. El resultado de las elecciones dio la muestra mas clara del agotamiento de la población. Un outsider, sin partido político detrás y con pocas señales puntuales y concretas sobre su plan económico se impuso en el balotaje con uno de los porcentajes más altos de la historia apelando solo a lo que era evidente: la realidad argentina no da para más.
La prueba más concreta y evidente de esta situación explosiva en la economía fue el aumento de 30% en el precio de los combustibles que dispuso la petrolera YPF, un acto que fue precedido por una medida similar, pero más moderada, por parte de Shell y Puma. Esa suba de precios, obviamente, no fue dispuesta por el nuevo Gobierno aún no asumido; fue la liberación de una válvula que estuvo casi cerrada a presión para intentar disimular una inflación galopante que se aceleró de la mano de una de las devaluaciones mas dramáticas de la historia argentina.
En cuanto Sergio Massa dejó de ordenar controles policíacos sobre la economía, la realidad comenzó a aflorar. Toda esa presión contenida por un irracional intento de tapar el sol con las manos y ocultar la "basura" abajo de la alfombra comenzó a salir a la superficie. La suba de YPF es una muestra, pero lo mismo pueden mostrar hoy supermercados y almacenes, ferreterías, librerías, casas de repuestos, electrodomésticos o cualquier otro sector, con las listas de precios que comenzaron a recibir tras el resultado de las PASO.
Por otro lado no es fácil dimensionar el volumen de ocultamiento de la realidad que se vivió en los últimos años, una tarea que el kirchnerismo ha realizado magistralmente y no solo en el Gobierno que hoy terminó sino también en el que Cristina Fernández de Kirchner entregó en el 2015.
La tarea que promete Javier Milei es sacar a la luz todo ese maremoto de distorsiones de precios e inequidades y llevarlo a equilibrios similares a los de cualquier país vecino de la Argentina. El diagnóstico está, la mentira del pasado ya será difícil de ocultar, pero el problema es con qué intensidad y en qué ritmo el nuevo presidente encarará esa tarea. De eso dependerá que el país entre en un período de turbulencia incontrolable o avance en un camino extremadamente difícil y doloroso pero con chances de una salida al final del túnel.
El peligro de un "choque" es concreto, el propio Milei sigue alertando sobre la posibilidad de una hiperinflación si no se hacen cambios de inmediato. La aceleración de la inflación artificialmente controlada hasta ahora por la mano del kirchnerismo con ejecución de Massa se hizo evidente en estos días. El próximo miércoles se conocerá el índice de inflación de noviembre que estará cercano a 12%, luego vendrá diciembre que quizás escale a algo parecido a 20% y enero promete otro infierno para los precios. Nada de eso es culpa de Milei o su plan, pero es el nuevo presidente quien deberá cargar con la solución y con el costo político que deberá pagar en ese proceso.
Hace dos semanas que se desactivó el operativo de control de la realidad. Como en el final de la genial película "Good Bye, Lenin!" se terminó la producción de listas de precios, operativos policiales y limitaciones de todo tipo para ocultar la realidad de una ineficiencia económica explosiva que siempre estuvo allí. Los supermercadistas son quienes mejor conocen la diferencia entre la realidad de los costos de las empresas alimenticias y la ficción de los acuerdos de precios que murieron mucho antes que el programa "Precios Justos" (otra hipocresía hasta en el nombre) se volviera una abstracción de la publicidad política.
Desde ese momento las subas de precios escalaron a 30 o 40% en cada lista que recibieron los comerciantes. Lo mismo sucedió con los combustibles o cualquier otro rubro. ¿Alcanza eso para llegar al equilibrio con la realidad de costos que alegan las empresas? Para nada, el recorrido hacia arriba todavía es inmenso. Sobre todo porque la "roña" abajo de la alfombra es enorme. Basta recordar que en materia de subsidios solo en lo que va del 2023 los subsidios totales llegaron a $ 5,3 billones. De acuerdo al Observatorio de la UBA eso equivale a 13% del gasto total. De acuerdo al mismo análisis, para eliminar el atraso tarifario en los sectores más subsidiados las facturas deberían subir 400%. Solo en el tramo de los usuarios de mayores ingresos, que son quienes hoy tienen menos subsidio, el atraso es de 67%.
Otro ejemplo para que quede claro el desastre que se enfrenta otra vez en el país: el boleto de colectivo que paga un usuario del AMBA (en el resto del país la relación es claramente otra) representa solo un 15% del costo del transporte, el resto va todo por subsidio que paga el Estado alimentando un déficit incontrolable de al menos 5 puntos del producto. Además, la distorsión de precios relativos es de tal dimensión que no registra antecedente ni en la crisis del 2001.
Es imposible y hasta poco recomendable, que cualquier economista haga predicciones sobre el precio de equilibrio del dólar, pero curiosamente ese parece ser el terreno menos turbulento por estos días, después de la brutal devaluación que vino sosteniendo el Gobierno kirchnerista. En paralelo no existe hoy un mercado real de disposición de dólares para mantener la economía en funcionamiento: los importadores de todo tipo están paralizados y tampoco queda claro cómo podrá solucionarlo Milei en el futuro cercano. El Banco Central seguirá con restricción de dólares aunque a fin de mes puede llegar algún alivio con el ingreso de unos U$S 2000 millones de la liquidación del trigo.
Javier Milei arranca su Gobierno con un armado político bien distinto al que se le conoció durante la campaña. En lo económico el presidente decidió abrazarse al equipo de Luis "Toto" Caputo sabiendo que en primer lugar necesitará una mano experta en el mercado para enfrentar las enormes distorsiones que hay en el Banco Central con una deuda incontrolable y lograr refinanciar los vencimientos que el país tiene por delante. La hipocresía del mensaje de despedida de Alberto Fernández tampoco tiene antecedente en la historia argentina.
El Gobierno que el país sufrió en estos últimos cuatro años incrementó en casi U$S 100.000 millones el endeudamiento total, llevándolo a U$S 406.603 millones, de acuerdo a los datos de la Secretaría de Finanzas, un número que incluye deuda en pesos y dólares. Quedó claro al final de estos años que endeudarse en pesos terminó siendo tanto o más pernicioso que hacerlo dólares, teniendo en cuenta que tanto a la deuda remunerada del Banco Central como las colocaciones del Tesoro en pesos se indexan a una tasa superior a 130%, que ahora además es imposible de controlar. Frente a ese monto los U$S 44.000 millones que se le deben al FMI se vuelven casi irrelevantes, sobre todo apelando a la negociación con el organismo para un nuevo acuerdo no parece hoy uno de los principales problemas para Milei. Será otro sofisma del kirchnerismo que comenzará a caer en breve frente a la crudeza de otros datos de la realidad.
Milei decidió hablar a la Plaza Congreso de espaldas a la "casta" reunida en la Asamblea Legislativa como un símbolo de su obligación hacia la ciudadanía. Es un gesto polémico que podrá o no tener consecuencias. Los diputados y senadores que estarán sentados en las bancas del recinto de la Asamblea son los mismos a los que deberá apelar el nuevo presidente para poder mantener equilibrio en su Gobierno. Son los mismos, además, que deberán aportar para llevar adelante un enorme paquete de reformas que hoy ni siquiera tienen una letra definida. El nuevo Gobierno enviará al Congreso un paquete de leyes que esta noche aún se está elaborando.
El presidente pedirá sacrificio; el volumen de ese pedido quizás no fue entendido ni por quienes lo votaron en la campaña y no está claro que ahora tampoco lo entienda una amplia mayoría de quienes hoy escucharán su mensaje. Habrá medidas para recortar gasto a la política, pero en volumen el esfuerzo lo tiene que hacer la gente. El Presupuesto Nacional argentino destina en promedio más de 75% a gasto social y asistencia; allí es donde se puede hacer diferencia a la hora de controlar el déficit. La política tiene que dar señales, pero un recorte en ese área alcanzó como mensaje en la campaña, pero ni por asomo basta para equilibrar las cuentas. Milei lo sabe y no lo oculta, es un activo importante de esta nueva era de interrogantes para el país.