Salieris de San Martín

Un país bajo estrés: la presión para defender a Cristina, tapar la realidad y agitar la grieta

El kirchnerismo empuja a un estrés enorme a la sociedad en su intento de generalizar un reclamo particular. La porosidad de la Justicia y las influencias deseadas.

Pablo Icardi
Pablo Icardi domingo, 28 de agosto de 2022 · 09:00 hs
Un país bajo estrés: la presión para defender a Cristina, tapar la realidad y agitar la grieta
Foto: EFE

En Argentina hasta sus mártires políticos tienen una impronta sui generis. Acá no hay peregrinaciones para pedir justicia en Isla Roben. No hay pedidos de levantamiento de proscripciones, ni vetos. Acá hay marchas hacia Recoleta para vitorear personas en ejercicio del poder y se construye una épica, un microclima con consecuencias que los exceden. Mientras la gran mayoría del país sigue con su rutina, un sector con capacidad de generar una enorme onda expansiva por el poder que detenta genera una diáspora que pone a toda la sociedad bajo un estrés enorme. Sí, cuesta creer que se mencione que está en juego la paz social cuando es un sector el que reclama (con todo el derecho a hacerlo), se generan incidentes y hasta se agita a crear violencia. Pero no es un reclamo de la magnitud de la crisis que genera.

Hay estrés, esa sensación de temor a lo que pueda pasar fuera de nuestro control; aún cuando hay pocas posibilidades de que ocurra.La gran mayoría de los ciudadanos sufre y teme por esa realidad, pero probablemente no se sientan representados por lo que ven. Puede haber autoengaño. No hay un cabildo abierto en cada pueblo de la Argentina para pedir por lo que Cristina Fernández de Kirchner cree justo; para exigir que le devuelvan algo que no ha perdido: su libertad, su derecho a defensa y también la posibilidad de elegir ser elegida.

Cristina se puede defender, no irá presa y podrá ser candidata, el problema es que hay posibilidades de que no la elijan. El juicio “Vialidad” está en el borde para cruzar la barrera que los acusados quieren; es decir, que se transforme en un show más que en un proceso judicial. Tramas entrelazadas y teorías alocadas, como negar la paternidad política de quienes fueron pescados con los dólares del robo en las manos. La vicepresidenta confesó de manera bastante directa que en su gobierno hubo corrupción, solo que ella se exculpa.

La tensión y la relación parasitaria entre dos fanatismos crecen. La escalada verbal en redes sociales se ejecuta sin medir consecuencias. "Cristinistas y macristas" se necesitan como el oxígeno al fuego. 

Porosos

La porosidad de la Justicia con la política es real y trasciende los roles institucionales entrelazados. El Poder Ejecutivo interviene en la designación de jueces, igual que el Legislativo. Pero en Argentina (y no solo en Argentina) esa intervención va de la mano con el concepto de manipulación. Alcanza con poner la lupa en cualquier distrito para darse cuenta que la tensión nacional por el control político de la Justicia se reproduce en escala en cada distrito. Mendoza, Jujuy, Santa Cruz, San Luis; y las firmas siguen.  Probablemente en Argentina no haya una pelea por defender las instituciones, sino por quién las maneja. La queja de Cristina es porque perdió el control en el momento menos indicado para ella. Nombran a los fiscales que acusaron, pero la presión apunta a los jueces que deben decidir si la condenan o no. Antes de los alegatos jurídicos que deben presentarse en septiembre, la estrategia es que haya uno político. 

El Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner fue el de las convenientes carencias en el Poder Judicial. Tribunales acéfalos, concursos dilatados y, sobre todo, interinatos; movimientos de fiscales y jueces sin estar efectivos. El mismo sector político tuvo el control del Consejo de la Magistratura, algo que perdió por una demorada decisión de la Corte (¿Actuó como tiempista ese tribunal?). La Justicia federal tiene una permeabilidad política enorme. El problema no es la falta de imparcialidad, sino que no tiene la parcialidad que conviene

Las manifestaciones tienen legitimidad porque nadie puede cuestionar las creencias del otro. Por respaldo político y hasta por devoción, Cristina genera pasiones. Lo que chocan son las consignas. Sería más verosímil esa supuesta defensa de la Justicia independiente si el kirchnerismo hubiera actuado en consecuencia en otros casos aún más dramáticos, donde hay fiscales que hasta tienen en riesgo su vida. No hay que viajar mucho para verlo.

Un fiscal de Mendoza vive con chaleco antibalas. Nadie de la política lo defiende. 

El fiscal Dante Vega, por ejemplo, pasa su vida con chaleco antibalas y una custodia agobiante porque está amenazado de muerte tras investigar y acusar por corrupción al juez federal Walter Bento. Vega fue el fiscal que más investigó, además, las causas por delitos de lesa humanidad y en particular contra los camaristas mendocinos que fueron partícipes de la dictadura. Nada más lejos de ser “macrista”. No hubo ni una señal de apoyo desde el kirchnerismo; más bien todo lo contrario. Ese sector cuidó y cuida al acusado Bento en el Consejo de la Magistratura y el Senado. Tanto, que le permite seguir siendo juez. El “cristinismo” local esquivó siempre el tema, a pesar de la trascendencia, y tiene puesto el foco en deslegitimar a la Cámara Federal de Mendoza porque ven la mano de Cornejo y de la familia Mahiques allí.

Todos unidos

El kirchnerismo busca "peronizar" el reclamo, mucho más de lo que quiso hacerlo cuando la vicepresidenta estaba en el sillón de Rivadavia. Cristina, justamente, no tenía la misma idea de Néstor Kirchner cuando se acercó al PJ. Hoy busca hacer causa común lo que ella entiende como un intento de proscripción al PJ. El peronismo tiene una dolorosa historia como víctima de la marginación política y también como victimario. Pero es un movimiento tan amplio que se muerde la cola. Ayer acusaban de ejecutar un plan antiperonista a Horacio Rodríguez Larreta, uno de los principales referente del Pro. Curiosamente Larreta tiene más origen peronista que la mayoría de lo que lo acusan y compartió semillero con Sergio Massa, el hombre que ahora hace el trabajo sucio del oficialismo mientras el foco de atención está puesto en Juncal y Uruguay. El ministro de Economía aplica un plan de ajuste agudo sobre la educación, la salud y los recursos provinciales que en otro momento podrían haber movilizado mucho más.

Anabel Fernández Sagasti presiona para que el PJ de Mendoza respalde a Cristina. 

La arenga política interna pone incómodos a muchos en el PJ y también pone a prueba el poder real de convocatoria y persistencia del kirchnerismo. En Mendoza, por ejemplo, los intendentes más poderosos por ahora miran al costado. Matías Stevanato, Emir Félix, Roberto Righi y Martín Aveiro no adhirieron a la carta de apoyo y tampoco estuvieron en la convocatoria de Anabel Fernández Sagasti. La marcha del lunes será otra prueba de fidelidad y de poder hacia Cristina y Anabel, justo antes de que el PJ elija autoridades y se replantee su proyecto político. La respuesta real de la comunidad puede hacerle caer en un golpe de realidad a ese sector.

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