Elecciones 2023

Los gritos de Cristina Fernández de Kirchner incomodan a Juntos por el Cambio por la falta de liderazgo

Mauricio Macri sigue tejiendo sin dar certezas. El factor Buenos Aires en JxC para tener chances de volver a ganar la provincia. Lousteau condiciona a Macri y a Rodríguez Larreta.

Pedro Paulin
Pedro Paulin jueves, 8 de diciembre de 2022 · 08:35 hs
Los gritos de Cristina Fernández de Kirchner incomodan a Juntos por el Cambio por la falta de liderazgo
Foto: Télam

Cuando Cristina Fernández de Kirchner decidió darle rienda suelta a su genuino estado de ánimo durante la transmisión en redes tras el fallo en su contra, afloró un nivel de enojo, desprecio, ira e incomprensión que pocas veces se le vio a la vicepresidenta, habitualmente premeditada, fría, hiper estratégica y cerebral en sus apariciones públicas. No pudo digerir que abiertamente se la considere y condene por corrupta y lo volvió a decir gritando esa misma noche en Ensenada en una cena íntima con una veintena de dirigentes de su mesa chica.

Esa noche en Juntos por el Cambio los chats estallaron, las calificaciones para con la vicepresidenta fueron variopintas, algunas irreproducibles, muchas vinculadas al género y casi todas a su incapacidad de demostrar que no robó. Así entonces, cuando terminaron los gritos, el silencio se apoderó del partido opositor más votado del país, en donde sobran candidatos y aspiraciones, algunas lisérgicas, pero escasean candidatos con el rasgo de líder que obligan los tiempos venideros.

Horacio Rodríguez Larreta miró el streaming condenatorio junto con Fernando Straface, versátil funcionario con agenda internacional que asesora hace años a Larreta y será sin dudas protagonista del eventual Gobierno si es candidato y gana las elecciones. Larreta cree que Cristina no será candidata, que los extremos van a languidecer y que su opción coreocentrista evitando los desbordes discursivos lo van a llevar por buen camino. Osada decisión teniendo en cuenta que los extremos se sostienen y crecen en las cuestionables encuestas, es el caso de Javier Milei y Patricia Bullrich, con posiciones mucho más cerca de Jair Bolsonaro o Donald Trump que otra cosa.

La diferencia es que Milei no tiene con quién discutir poder, su espacio es esencialmente su hermana y tres personas de su confianza, más allá de sus hijos caninos. A favor de Millei, es un candidato celeste "pro-vida" en un país "pro-vida" con dirigencia verde, una anomalía más de Argentina, donde la mayoría de la sociedad está en contra del aborto deliberado, pero tanto en Juntos por el Cambio como en el Frente de Todos, se milita el aborto como éxito.

Lo mismo se replica en Buenos Aires, mientras los halcones como Diego Valenzuela crecen con discursos determinantes por si les toca jugar (tiene la bendición de Mauricio Macri y Maria Eugenia Vidal, pero no quiere reproches internos), el candidato bendecido, Diego Santilli, no sabe cómo salir de la maraña de expresiones no contundentes, poco ideológicas y con poco conocimiento de la provincia. Santilli reconoce en privado que si la elección de 2021 hubiera sido dos noches después, perdía frente a Victoria Tolosa Paz, y ahora deberá enfrentarse a Axel Kicillof si es candidato, por lo que deberá dar por terminada la tibieza discursiva que tanto daño le viene haciendo a su insípida candidatura.

Así entonces, Cristina tiró del mantel y se fue, Mauricio Macri desde Qatar sigue haciendo lo que mejor le sale, generar centralidad, plantearse como prescindible y apostar a Patricia Bullrich en silencio, con pequeños detalles, como haber incluido en las últimas entrevistas la "necesidad de un cambio a fondo, en serio, no a medias", justamente atacando la supuesta tibieza de Larreta. Sólo un loco podría seguir recomendando al jefe de Gobierno que no diga apasionadamente que quiere ser presidente y cambiar la historia, siguen desperdiciando meses jugosos con focus y declaraciones sin marcado de agenda.

La relación entre ambos no pasa por su mejor momento, esencialmente por la rémora que ambos entienden que es Martín Lousteau, hombre únicamente fuerte en la Ciudad que conserva su capacidad intacta de daño si es candidato. "No hay veinte líderes, el candidato es Jorge y si Horacio sigue dando vueltas, va a jugar abiertamente contra Losuteau o quien lo apoye". Ese es el nivel de enojo y beligerancia que hay hoy en el "jorgemacrismo", si es que existe. El lanzamiento de Fernán Quirós, quien también milita el aborto a través del llamado protocolo Rubinstein, fue la gota que rebalsó el vaso, y no es para menos: es quien mejor administró la pandemia, tiene una imagen humana y honesta, es joven, no está contagiado de la mala política y no se referencia demasiado en nadie, un peligro en estos días. 

Cristina obliga a la oposición a empezar a jugar la política profesional, sesuda, estratégica, sin estridencias infantiles ni pataleos por los cargos. Ella, como Macri, hacen todo lo que hay que hacer para ser candidatos. Ella quiere que la aplaudan y le rueguen que sea candidata para decidir después en soledad, lo mismo que Macri, con una diferencia, él está enamorado. Macri no puede subestimar el factor Juliana Awada, quien lo aconseja y está únicamente en contra de que juegue el año que viene, a pesar de que lo único que hace el expresidente es dar señales de que sí lo hará (se reunió con tres jeques y empresarios en Qatar para buscar financiamiento internacional y evitar el stablishment local que tantos dolores de cabeza le generó en 2015).

Cristina es la dirigente más central del país, y si no juega, sólo las PASO dirimirán si Alberto Fernández va por la reelección contra un dirigente de La Cámpora o Sergio Massa si su plan económico funciona. Mauricio Macri no va a bendecir a nadie hasta marzo, cuando las PASO empiecen a sonar cercanas y los desdoblamientos provinciales obliguen a dar espaldarazos y espaldas por igual. 

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