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Jueces que trasnocharon, un acuerdo inédito y un desafío tras la paz en la Corte

La sanción de la reforma del funcionamiento de la Suprema Corte fue el clímax de un largo proceso político que terminó bien. Negociaciones de madrugada, tensiones internas y una alianza que crujió, pero no se rompió. A pesar de la paz, un "mal de fondo" sigue y se pone a prueba.

Pablo Icardi
Pablo Icardi miércoles, 19 de octubre de 2022 · 09:16 hs
Jueces que trasnocharon, un acuerdo inédito y un desafío tras la paz en la Corte
Valerio y Adaro son parte de grupos distintos, pero recorrieron el "camino del acuerdo" de la mano. Foto: Alf Ponce

Los ojos le pesaban a todos, pero por primera vez en mucho tiempo, tenían una sensación de satisfacción: todos habían ganado algo y todos habían perdido algo. El martes 27 de septiembre a las once de la noche, seis de los siete jueces de la Suprema Corte salieron del cuarto piso agobiados. Habían trasnochado luego de semanas de tensión pero finalmente tenían un texto acordado para reformar el funcionamiento de ese tribunal, tras haber estado al borde del abismo institucional.

Esa idea ayer se convirtió en ley, una norma que logró un nivel de consenso inusual, tanto como el voto conjunto del cornejismo y La Cámpora. En el medio, crujió la alianza Cambia Mendoza con la tensión que le sumó Omar De Marchi y la negativa del PRO para aprobar a libro cerrado la reforma. Como todo en política, el "mejor proyecto posible" no fue producto de la bondad, sino de la obligación que sintió el oficialismo para consensuar, la estrategia cruzada y la buena voluntad. 

La Suprema Corte pasará a ser un tribunal colegiado, pero de manera paulatina; se sortearán las causas administrativas, las convocatorias a plenarios serán más transparentes y el “gobierno” de Tribunales tendrá el control político interno garantizado. Todo en teoría, pues tras la sanción de la reforma ahora llega la hora de la gestión.

La enorme tensión que se había generado en los tres poderes del Estado  hizo mover un músculo que parecía atrofiado en la política mendocina: la negociación. Mendoza vive una anomalía política que ha hecho creer que no es necesario el otro para aprobar normas, reformas o impulsar proyectos. La configuración política ha ayudado a esa tesis que, en el fondo, es nociva.

Hubo dirigentes políticos, jueces de la Corte, legisladores y operadores que trasnocharon para buscar acuerdos. Con desconfianza, pasaron de la negación y descalificación del otro a darse cuenta que “son un mal necesario”; que sin algún tipo de respaldo más allá de lo propio hay legitimidades que se esfuman.

Punto de partida

La reforma partió de dos problemas profundos. El primero objetivo e indudable; el mal funcionamiento de ese tribunal. Saturado de causas, con un mecanismo de elección de jueces que estaba amañado y que hasta permitía tener “voto cantado” en algunos temas. La Corte funcionaba hasta ahora con dos salas divididas por especialidades y las causas políticas se avocaban por turnos. Como también hay una división política, según el resultado esperado era el tribunal al que iban a parar.  El segundo problema es el político y tiene que ver con la tensión interna y las acusaciones entre los dos grupos en los que está dividido ese tribunal. Aunque hay diferencias filosóficas (que son lógicas y agregan valor), terminaron pesando más los orígenes partidarios para matizar cualquier decisión. Los cuestionamientos cruzaron la raya y parecía un camino sin retorno.

Ante la falta de acuerdo, el Gobierno entendió que la solución era técnica y por eso presentó el proyecto de reforma de funcionamiento de la Corte para eliminar las salas para convertirla en un tribunal colegiado, regular el funcionamiento del plenario y darle otro rol al Presidente. El proyecto en realidad había sido madurado antes en Tribunales, pero sin consensos. La primera propuesta tensó todo, pero antes de caer al precipicio hubo un freno: el oficialismo y el presidente de la Corte comenzaron a analizar cambios sutiles para abrir el diálogo. Pasaron las reuniones de trasnoche y hubo acuerdo en Tribunales; idea que se trasladó a la Legislatura.

Para Suarez es, quizá, el principal logro político de su gestión. El resultado se verá en la implementación. Es decir si realmente con un tribunal colegiado y con sorteo de las causas políticas se mejora la administración de justicia. Antes del acuerdo entre los jueces, la guerra fría se había acentuado. Así, por ejemplo, las iniciativas de trabajo virtual propuestas por Mario Adaro habían sido dadas de baja. Ayer, tras haber firmado la paz transitoria, toda la Corte anunció una de las reformas tecnológicas impulsadas por Adaro.

La sanción de la ley es una tregua; una pausa en la tensión política dentro de Tribunales. Pero así como estaba atrofiado el músculo de la negociación, abundaban las proteínas de la vinculación partidaria de los jueces. Ese mal de origen es el que ahora estará bajo observación. En el proceso para el acuerdo, tanto el sector radical como el peronista de la Corte aseguraban que tenían independencia para decidir. Momentos para demostrarlo tendrán.

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