La intimidad del poder

Alberto Fernández y un 17 de octubre entre los insultos y el optimismo

El presidente confía en los movimientos sociales. Le cuenta a empresarios su preocupación ante la posible vuelta de Mauricio Macri al poder. La tensión con Cristina Fernández Kirchner y el enojo con Hugo Yasky.

Pedro Paulin
Pedro Paulin martes, 18 de octubre de 2022 · 07:07 hs
Alberto Fernández y un 17 de octubre entre los insultos y el optimismo
Foto: Télam

Un sindicalista de antaño que cambió su Audi hace pocos días se sorprendió cuando la semana pasada, después del coloquio de IDEA, vio a Pablo Moyano felicitar a Alberto Fernández por su discurso: "La rompiste, olvidate, el lunes el acto no es contra el Gobierno", le aseguró el visceral líder camionero, hoy fronting del ala más dura de la política gremial. Así encaró anímicamente el Día de la Lealtad el presidente, furioso con parte del empresariado que le baja el precio y lo critica pero después pide favores y dólares para importar y expectante de los múltiples actos que se iban a suceder. Sabía que ni La Cámpora, ni el sindicalismo, ni los movimientos sociales podían llenar solos la histórica plaza.

Con agenda en Cañuelas, el jefe de Estado prefirió ponerse por encima de la coyuntura y volver al eje que lo tiene preocupado: un eventual triunfo de Mauricio Macri en las urnas el año que viene. Lo repite en privado a cada interlocutor que lo visita en Olivos y tanto Juan Manuel Olmos como Julio Vitobello, dos de las más cercanas sombras presidenciales lo hacen saber al resto: "No hay que joder con internas, el daño que vienen a hacer estos tipos no es medible". 

Por eso eligió en soledad el fin de semana remarcar párrafos del libro "Para qué" y leerlos durante su acto. El pánico oficialista es tal que, en tres reuniones distintas, se escuchó la misma frase de la misma persona cuando se habla de la tensión interna: "Hay que dejarse de joder y tender puentes, porque si gana Macri, vamos todos presos". La definición es de Jorge Ferraresi, hombre fuerte de Avellaneda, quien dentro del kirchnerismo más duro está convencido de que los operadores políticos de Juntos por el Cambio están cocinando la lista de culpables por corrupción para lograr meterlos presos apenas ganen.

La mirada del cristinismo duro sobre JxC es diversa: analizan la posibilidad de conversar con algunos y la obturación total con otros. "Ni Patricia es Horacio, ni Santilli es Valenzuela, hay tipos con los que podemos hablar", resumió preocupado un dirigente del Gabinete días atrás. La mirada coincide con la interna de halcones y palomas, y resume la certeza que tienen de que si hay un triunfo de Mauricio Macri o Patricia Bullrich, su futuro será en prisión. Lo mismo con Diego Valenzuela, hombre fuerte de Tres de Febrero hoy caminando la provincia de Buenos Aires con aspiraciones de gobernar pero duro con el kirchnerismo. "No quiero más diálogo con los tipos que arruinaron la provincia, hay que ganarles y se acabó", dijo en un asado en Bella Vista semanas atrás, entre empresarios, lobistas y analistas políticos compartiendo un cordero patagónico y copas de malbec. 

Más de un empresario se fue con la sensación de que el precandidato tomaba distancia de las llamadas palomas dialoguistas -en el caso de Diego Santilli con amistad directa con Hugo Moyano, un dolor de cabeza para varios intendentes por los contratos de la basura- y se enrolaba en el sector halcón a partir de esa noche.

Así, el 17 de octubre Alberto Fernández tuvo una serie de reuniones, en las que se le escuchó decir mirando una pantalla de C5N: "La plaza no está llena, La Cámpora se tuvo que subir a otro acto porque no tienen gente, no movilizan gente, no hay más de veinte mil personas", contó un empresario que lo vio ayer. Justo en ese momento tomó la palabra Hugo Yasky, aguerrido de la CTA, mientras el empresario y Alberto apuraban un vaso de pomelo y café. Poco amigo de los eufemismos últimamente, se escuchó la frase: "Este pelotudo es prediluviano, qué riqueza quiere distribuir con osadía, hay que crear riqueza con los privados, este tipo es un pelotudo que habla porque es gratis", definió el jefe de Estado, antes de terminar la reunión. El empresario se fue habiendo conversado con un líder preocupado por la inflación pero optimista. 

El tridente que administra el país tiene un equilibrista que no coincide con el resto, pero que dinamiza la toma de decisiones. Conceptualmente Sergio Massa tiene poco que coincidir con Alberto Fernández, pero ambos trabajan sin grandes roces y con enorme pragmatismo. Distinto es el caso de Cristina Kirchner, quien hoy es una molestia por sus formas a la hora de gestionar.

El diálogo con el presidente no existe, y los emisarios no son fructíferos tampoco. La desconfianza de los Kirchner a Massa está intacta. "Lo conocemos desde que era antikirchnerista siendo jefe de Gabinete de nosotros", confió un colaborador íntimo de la familia. No se equivoca, las definiciones privadas de Sergio Massa por esos años eran imposibles de publicar en un diario. "Si se van, se llevan el 17% de los votos y el 70% de imagen negativa de Cristina, hay que dar la pelea juntos", reza como mantra Fernández, mientras apuesta al encauce del plan económico y soñar con la reelección. 

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