Los tres fantasmas que merodean y pueden hacer perder la estabilidad dentro del oficialismo
La pandemia, la inflación y la crisis económica son los fantasmas que merodean y ponen en crisis a la alianza del oficialismo. Por qué a pesar de las tensiones, el Frente de Todos no romperá. La oposición también fuerza la unidad para mantenerse competitivos de cara a las elecciones "testimoniales".
Comparar lo que pensaba y piensa el presidente Alberto Fernández genera algún grado de vergüenza por su radical cambio de parecer sobre Argentina, su compañera de equipo y mentora, Cristina Fernández de Kirchner, y también por los aliados que busca. En realidad, no sobre lo que piensa, sino sobre lo que dice que piensa. Pues las piruetas discursivas de Alberto ocurridas desde mayo del 2019 se entienden si se contrasta con su realidad política, que es la de alguien que construye desde la dependencia: gracias a la venia de Cristina pasó de operador, a Presidente; de posible embajador, a jefe de Estado. Pero aun en ejercicio del poder, el Presidente no logra despojarse de esa impronta: por realidad o imaginario, no forma la idea de un liderazgo que subordine a quienes lo acompañan.
Alberto y Cristina tienen una relación por conveniencia que también está blindada por la misma razón. Aun sabiendo que Argentina es "hiperpresidencialista", el primer mandatario elige sostener la idea de doble comando y, en general, responde a las máximas que llegan desde su compañera de equipo. Eso aun a pesar de las disidencias. Lo mismo ocurre en sentido inverso. El kirchnerismo acorrala a la poca estructura que el Presidente tiene dentro del Gobierno y genera nichos de tensión. La estrategia política está delegada en ese sector y también gran parte de los pilares de la gestión.
Pero a pesar de esa diferencias ninguno quiere romper. Incluso esa realidad la visualizan desde la oposición: no habrá ruptura dentro del Frente de Todos, salvo algún hecho dramático. Ambos sectores tienen una relación de dependencia y necesidad que los hace tomar aire a la hora de cuestionamientos internos. En el kirchnerismo saben que Cristina manda, pero no puede ganar. Alrededor de Alberto saben que el Presidente tiene más apoyo, pero la falta de estructura y los temores que lo rodean frenan cualquier intento de independencia. "Alberto Fernández ha tenido oportunidades de marcar diferencia, de mostrarse más independiente y generar su propia gestión. Pero no las aprovechó y no quiere", aseguró un hombre que conoce el poder de cerca. Uno gobierna, la otra conduce. Así es la ecuación, aunque muchas veces el resultado arroje error.
Quienes analizan el formato del oficialismo no creen que haya ruptura, salvo que algunas de las crisis que asoman se agudicen. En el mediano plazo hay tres temas que generan ese nivel de preocupación, reconocidos incluso por el oficialismo.
El primero es la administración de la pandemia; que la segunda ola de contagios llegue sin un plan de vacunación real que proteja a las personas mayores de 60 años y que Fernández se vea obligado a volver a tomar medidas drásticas. En ese plano ya hubo tantas señales erráticas que la palabra quedó devaluada. Termina enero y así se esfuman las promesas que ahora se ve, eran fantasiosas: Alberto había prometido vacunar a unas 300 mil personas en diciembre y 10 millones entre enero y febrero. Lejos de ese objetivo, ahora vuelven a prometer millones de inmunizaciones en un tiempo corto que, con la experiencia vivida, parece complejo de cumplir. Problemas de abastecimiento hay en todo el mundo, lo que suma Argentina es la verborragia y las promesas. En el país aún no se logra iniciar la campaña de vacunación para las personas mayores de 60 años y por ahora hay un solo proveedor que entrega menos dosis de las acordadas. En marzo comienza a regir el otro contrato que tiene asegurado el país.
Los otros dos temores tienen que ver con la situación económica. Uno de ellos es la posibilidad de que, llegado un extremo, aumente la inflación y hasta haya desabastecimiento de algunos productos, algo que ocurrió antes del 2015 pero que el Gobierno de Cristina logro sortear. La tensión por el control de precios a la fuerza y el control del sector productivo pueden generar una crisis de ese tipo. La inflación estuvo pisada durante todo el año por la falta de actividad económica. El 2021 comenzó con el descongelamiento en los servicios y subas en otros insumos que pueden presionar sobre la inflación. En el mismo plano a mediano plazo los analistas ven un posible problema en el tipo de cambio, una de las variables más sensibles para Argentina.
Unidos o perdidos
Pero el Frente de Todos no es el único sector que fuerza la idea de unidad para mostrarse competitivos. En Juntos por el Cambio también buscan amortiguar diferencias. Saben que la única forma de aspirar a tener chances en 2023 es seguir aliados e incluso sumar otros sectores. En realidad también los mueve alguna ambición: creen que puede haber alguna posibilidad real para aspirar al poder en las próximas elecciones presidenciales.
Esa idea de mostrar unidad no es sencilla. Vanidades, ambiciones personales y viejos enconos son parte de la dura convivencia entre radicales, dirigentes del Pro y otros integrantes de Juntos por el Cambio. Tanto que hay algunos que dicen "sacrificar" su estrategia personal para buscar esa unidad. "Así como el kirchnerismo no tiene ninguna posibilidad sin sus aliados del peronismo, en Juntos por el Cambio la única forma de ser competitivos es estar unidos", aseguran. Por eso buscan bajar las tensiones cruzadas Mauricio Macri, Martin Lousteau, Alfredo Cornejo, Horacio Rodríguez Larreta. Elisa Carrió, Mario Negri y las firmas siguen.
La escala electoral del 2021 tendrá un valor más simbólico que real. Difícilmente cambie la relación de poder en el Congreso. Por eso los "renuciamientos", como el de Macri, no son señales políticas definitivas. La oposición tendrá complicaciones porque pone en juego los cargos que ganó en 2017. El Frente de Todos puede hasta ganar algunas bancas, pero perder en el efecto simbólico de las elecciones. La clave estará en la Provincia de Buenos Aires y las diferencias. En Juntos por el Cambio son humildes: se conforman con tener una elección que mejore el pésimo resultado del 2019, cuando perdieron por escándalo en el principal distrito del país.
En la estrategia hay una curiosidad. El kirchnerismo y Juntos por el Cambio tienen un interés común: mantener el calendario electoral y acorralar a los gobernadores que piden suspender las PASO. Incluso hubo algún intento de contacto entre los líderes políticos de cada sector para tener una estrategia común en el Congreso, idea que no llegó a concretarse.