Opinión

Educación: ¿debatimos?

"Convocar a un Congreso para aportar a una ley que no resuelve nada de lo que venimos planteando desde que comenzó la pandemia (y en algunos casos, de antes), no es debatir. Es la negación del debate", planea el titular del SUTE en esta nota de opinión.

Sebastián Henríquez lunes, 28 de septiembre de 2020 · 14:42 hs
Educación: ¿debatimos?

En una nota anterior explicamos por qué no es el momento de tratar una nueva ley provincial de educación. Ahora quiero decir por qué es urgente debatir sobre educación. Y hacerse responsable.

Convocarnos a un Congreso para aportar a una ley que no resuelve nada de lo que venimos planteando desde que comenzó la pandemia (y en algunos casos, de antes), no es debatir. Es la negación del debate. Porque la DGE toma lo que quiere, saca lo que quiere y luego lo envía a una Legislatura donde tiene mayoría automática.

Mejor, debatamos. Mejor, retirar ese proyecto que no se puede discutir luego de que nos taparon con silencio y ninguneo por casi un año entero. Y abrir un espacio de diálogo, como es la paritaria. La DGE hoy no sostiene el sistema educativo: el lugar para educar, los medios para hacerlo y todo el vínculo lo garantizamos los/as trabajadores de la educación con nuestros propios medios, junto con las familias. Si una docente no puede pagar internet por su salario pulverizado o su computadora se rompe, el sistema se cae. Lo mismo con nuestros/as estudiantes. Así de precario. ¿Y si la docencia entera dice: “no pago más internet porque no estoy obligada a hacerlo, porque no puedo…”? ¿Qué pasa? ¿Y qué pone la DGE hoy? ¿El GEM? ¿Un Congreso? ¿Y si empezamos por lo que estamos necesitando? ¿Y si escuchan de verdad?

Debatir es sentarnos de igual a igual y que la sociedad decida. Y en este sentido, es necesario ser claros: hay más de un “proyecto”.

Hay un proyecto de educación en curso que consiste en seguir dejando libradas alas escuelas a su suerte (hoy, los fondos fijos que recibimos en las escuelas alcanzan para cubrir un poco de lavandina y a veces unas resmas de papel), sostenidas por las cooperadoras y la autogestión. Ese proyecto, cree que la “educación del futuro” se puede llevar adelante con escuelas y recursos de hace un siglo, con trabajadores/as de la educación saturados/as y con familias sin acompañamiento. Ese proyecto asigna mayor presupuesto a obra pública y a seguridad, pero cada vez menos a educación, y luego llena el vacío con retórica, con discursos, con órdenes. En esa línea de pensamiento, se busca sacarse de encima a las escuelas artísticas, a los CCT y extender la precarización que ya viven los SEOS a todo el sistema. En definitiva, toman a docentes que se formaron para dar lo mejor sí y las mandan a construir un rascacielos con una cuchara y un balde de playa. Y luego, con total desparpajo, se asombran del fracaso y proponen evaluarnos. Es mucho cinismo. Hoy, por este proyecto, la educación es un mundo de impotencia: tenemos un enorme potencial para construir y nada con qué desarrollarlo. El edificio se nos cae encima, como las propias escuelas

Pero hay otro proyecto. Ese otro proyecto plantea que la educación tiene que ser prioridad  y que las escuelas tienen que  modernizarse con el mejor equipamiento y los mejores recursos, porque ya tienen los/as mejores docentes. Se plantea que las aulas no deben estar saturadas, para enseñar y aprender mejor y que las/os estudiantes deben tener abonos, becas y alimentación suficiente y saludable. En esta propuesta, hay que tener metas claras de financiamiento y trabajadores/as de la educación con salarios dignos que les permitan vivir de un cargo, y así poder capacitarse y revisar sus prácticas colectivamente. Para este proyecto, la educación es un derecho que no se garantiza con órdenes, sino con cosas concretas. Los/as albañiles de este rascacielos tienen los mejores materiales para construir el edificio más seguro, porque nuestros estudiantes lo valen.

Por lo tanto, aquí no hay un lado que trae ideas para mejorar y otro lado conservador. Acá hay una política que viene abandonando al sistema educativo a su suerte, más atenta a lo que plantean empresarios que a lo que venimos exigiendo celadores, docentes, directivos y familias. Nuestra perspectiva, en cambio, parte de toda la comunidad educativa para poner de pie a la escuela pública como apuesta estratégica.

La ley que quieren que discutamos es una afrenta a nuestra inteligencia y a nuestra paciencia.

Todavía están a tiempo de escuchar. Retiren el proyecto, abran paritaria y traigan respuestas que muestren respeto de verdad por la educación pública.

Para esto, el momento es ahora. Desde hace rato.

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