Análisis

Confundir, aturdir y violentar parece la premisa: ¿En serio vamos a dejar que patoteen la Vendimia?

La reflexión surge a partir de una experiencia personal, y deriva en una mirada a la preocupante realidad. Te invito al debate respetuoso: ¿Por qué nos acostumbramos a una forma de peticionar que implica avasallar derechos de otros? ¿Ya decretamos que todo lo que vemos en redes sociales es verdad?

Federico Croce
Federico Croce jueves, 20 de febrero de 2020 · 06:52 hs
Confundir, aturdir y violentar parece la premisa: ¿En serio vamos a dejar que patoteen la Vendimia?
Esta nueva tendencia a la fake news y a la prepotencia puede afectar a la Vendimia y al turismo.

Hace pocas semanas, los legisladores mendocinos votaron la modificación de una ley. A pocos días, se dieron vuelta y la derogaron. ¿El tema? La minería. Esos diputados y senadores, puestos allí por la voluntad popular, a su vez votaron según el proceso que se indica y se sancionó la ley. Hubo gente que se alegró por ello. Y luego hubo marchas, acusaciones, y mucho ruido en las redes sociales. Una cantidad de información, videos, fotos -algunas de las cuales de diferentes partes del mundo, aunque se aseguraba que eran de Mendoza- aparecieron en las páginas de Facebook, de Instagram, de Twitter y aseguraban cataclismos y destrucción, sacaban conclusiones y nos las dejaban servidas y masticadas, e interpelaban a “salir ya, urgente” a la calle. 

Entonces las modificaciones, se derogaron. Eso es lo que pasó.

Pero por otro lado, yo veía en TV programas dedicados a mostrar la minería en Alaska, en Australia, en Nueva Zelanda -con indicadores de desarrollo, de crecimiento que son descomunales y al mismo tiempo, con el tema de la protección ambiental óptima y asegurada-, o incluso sobre la mina de Chuquicamata en Chile, una de las más grandes del mundo a cielo abierto, de donde se extrae oro, cobre y molibdeno.

Me di cuenta de que veía y consumía mucha data pero ni aprendía, ni entendía, ni me informaba.

En mis redes, y en las de muchos periodistas, pasó algo insólito: nos acusaron de no empatizar con la gente, de callar, y hasta nos dijeron que no nos importaba nuestra provincia. ¡Solamente por el hecho de querer más información! ¡Únicamente por ser más cautos, querer aprender y formarnos!

¿Será que todos los que defendieron la reforma a la 7722 a rajatabla estaban absolutamente seguros y a su vez todos los que marcharon tenían el panorama clarísimo y estudiado a fondo? Pues yo no. Y estoy seguro que la gran mayoría de la población mendocina, tampoco. Necesitábamos saber, aprender… pero la exigencia era la de una respuesta inmediata y casi “a ciegas”.

Aquí viene el problema: no teníamos información chequeada y veraz, no teníamos conocimiento, pero nos demandaban la participación, nos demandaban la militancia hacia algo, nos quisieron obligar a tomar posición intempestivamente. 

Hoy estamos en la recta final de las vendimias departamentales, y ya llega la semana de la Fiesta Nacional de la Vendimia 2020. Nuevamente surgen las advertencias, los videos, las propuestas de marchas, en este caso por el tema del fracking. Aparece gente de otros continentes diciendo que a los terremotos de Mendoza los puede producir el fracking, por ejemplo. Comienza el bombardeo en redes sociales, y vuelve esta actitud de compeler a la masificación, a la irrupción; en este caso amenazando festejos populares en los que se expresan artistas y técnicos locales, a los que asisten a disfrutar también los mendocinos y turistas. No hace falta explicar que el turismo es una de las actividades que, hoy por hoy, a los mendocinos nos está dando de comer. El turismo es una industria provincial a la que debemos cuidar, y no herir.

¿Tengo que ser prácticamente un rehén de alguien que me exige que lo apoye, cuando no sé sobre el tema? ¿Cuando no tengo las herramientas para opinar ni me he formado o informado para entenderlo? Repito: ¡Déjenme aprender!

Recuerdo una de las críticas que siempre hacemos en días electorales: la de las sospechas sobre las combis que acarrean gente y la llevan a votar, dejando la duda en cuanto a la libertad de sufragio de las personas en cuestión. En este caso, me he sentido de la misma manera: me exigen tomar posición urgente y no me dejan formarme y elegir libremente.  

Es que en cuanto a participación cívica, en vez de los caminos correctos (como la ida a las urnas y la elección de representantes) ahora muchos prefieren la informalidad y, lo que es peor, el patoterismo. ¿En serio vamos a poner en peligro la Fiesta de la Vendimia, el turismo de nuestra provincia, de esta manera? ¿Nos quieren condenar a no tener Vendimia? ¿La idea es golpear a la industria turística? 

Creemos cualquier cosa

Trabajo con redes sociales, que sin lugar a dudas son poderosísimas. Son un avance prodigioso, pero al mismo tiempo, pueden llegar a convertirse en algo muy dañino. Pueden ser usadas para confundir, mentir, desinformar y desestabilizar. Si hay una regla básica, es que no puedo pretender saber sobre algo solo porque leí un posteo en Facebook, o el tuit de tal o cual.

Hoy esta comunicación horizontal es la mejor manera de echar a rodar inexactitudes, sembrar dudas, viralizar “fake news”, para sencillamente, hacer que pienses y decidas lo que quienes actúan así quieren. He sido testigo de personas que sacan conclusiones delirantes, de parloteos insólitos, de actitudes irracionales solamente por creerse, sin paso previo de análisis, algo que vio en un “videíto de Youtube” o en una historia de Instagram.

La sociedad silenciosa

Lo cierto es que yo soy uno más, como la mayoría de ustedes, lectores, que forma parte de esta sociedad que se levanta todas las mañanas para ir a trabajar. No pertenezco a la minoría exaltada que dice "hablar por todos". Soy de esa mayoría que sufre la presión tributaria tremenda y que si quiere emprender, paga impuestos. Si produce, paga impuestos. Si vende, paga impuestos. Si hereda, paga impuestos. Si dona, paga impuestos. Si genera valor, paga impuestos.  

Soy parte de esa inmensa mayoría de mendocinos que no pertenece a un grupo político, que no tiene intereses ocultos, que no es parte de una corporación. Soy de esa enorme mayoría de mendocinos a los que les preocupa la salud, la familia, cambiar el auto, tener una casa propia, mantener su negocio. Soy de los que cada mes tiene que vivir con lo que le queda de su sueldo luego de cumplir con el pago de todos los tributos, todas las tasas, todas las cargas. 

Soy parte de la gran sociedad silenciosa que, si no se espabila, es pasible de quedar prisionera de esa nueva comunicación que difama, miente, confunde.

Somos millones, contra miles que, graciosamente o peligrosamente, se arrogan la potestad de “llevar la voz del pueblo”. La bandera del patotero no es de toda la sociedad, aunque quieran hacer creer que sí. Digo de vuelta: ¡Quiero progresar! ¡Quiero aprender! ¡No quiero que me insultes si no te sigo a rajatabla! 

Me quedan muchas preguntas: ¿Vos qué opinás? ¿Cómo tiene que crecer Mendoza? ¿Cómo protegemos y fomentamos las actividades e industrias? ¿Te preocupás en leer, informarte, escuchar campanas legítimas, para luego opinar o tomar posturas? ¿Te creés todo? ¿Le creés a cualquiera?

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