La deriva irracional de Corea del Norte: el régimen inexplicable
Decisiones sorprendentes contra toda lógica marcan a Corea del Norte. Desde Kim Il-sung hasta su nieto Kim Jong-un, las acciones de este país representan una amenaza constante a la estabilidad global.
En los últimos años, Corea del Norte destruyó su propia infraestructura, algo que, en principio, favorecía su relación con Corea del Sur. El caso del ferrocarril intercoreano y la demolición de la oficina de enlace en Kaesong son ejemplos de esto. En lugar de detener las operaciones, el régimen eligió destruir lo que, en otro contexto, mejoraba los vínculos entre ambos países. Estas decisiones reflejan un rechazo a cualquier tipo de cooperación, sin que se vislumbre un beneficio.
El hundimiento del Cheonan: ¿un tiro por la culata?
Uno de los eventos más graves ocurrió en 2010, cuando Corea del Norte fue acusada de hundir el buque de guerra surcoreano Cheonan. Esto dejó un saldo de 46 marineros muertos. Aunque el gobierno norcoreano lo negó, investigaciones internacionales apuntaron a un torpedo disparado por el Norte. Lo curioso de este acto es que, más allá del daño y la tensión que provocó, no trajo ningún tipo de ventaja para Pyongyang. Solo incrementó el aislamiento y la desconfianza hacia el régimen.
En 2017, el asesinato de Kim Jong-nam, medio hermano del líder supremo Kim Jong-un, en un aeropuerto de Malasia con un agente nervioso, sorprendió al mundo. Aunque Pyongyang nunca admitió su responsabilidad, la mayoría de los analistas coinciden en que fue obra del régimen. Lo más desconcertante es que Kim Jong-nam no representaba una amenaza real para el poder de su hermano. Estas maniobras, que parecen motivadas por una paranoia sin estrategia, muestran la tendencia del régimen a actuar irracionalmente, incluso cuando no hay un peligro claro.
El elefante blanco de Pyongyang: el hotel que nunca fue
Otra de las decisiones difíciles de entender es la construcción del hotel Ryugyong, un enorme rascacielos en Pyongyang cuyo proyecto comenzó en 1987 y que, hasta hoy, sigue sin terminar. Durante décadas, el gobierno gastó millones en una estructura vacía, mientras la población sufre la escasez de alimentos. Invertir en un edificio vacío en medio de una hambruna masiva no tiene explicación desde ningún punto de vista lógico.
En la década de 1990, Corea del Norte vivió una hambruna que se cobró la vida de entre 500,000 y 3 millones de personas. Sin embargo, en lugar de priorizar la ayuda a su pueblo, el régimen del entonces mandamás, Kim Jong-il, optó por invertir en el programa nuclear y en mantener un ejército desmesuradamente grande. Incluso cuando varios países ofrecieron ayuda humanitaria, el gobierno se mantuvo firme en su postura militarista, agravando una crisis que podría haber sido menos catastrófica.
Misiles sobre la mesa, sanciones en el plato
Con la llegada de Kim Jong-un al poder, el programa nuclear norcoreano se intensificó, junto con el lanzamiento de misiles balísticos. Estas pruebas, que desafían a la comunidad internacional, trajeron sanciones económicas. Lejos de mejorar la seguridad del país, estos actos aislaron aún más a Corea del Norte, aumentando la pobreza y la falta de recursos entre su población. El empeño en seguir por este camino, a pesar de las consecuencias, es otro signo de la irracionalidad que caracteriza las decisiones del régimen.
Las cosas como son.
*Mookie Tenembaum aborda temas internacionales como este todas las semanas junto a Horacio Cabak en su podcast El Observador Internacional, disponible en Spotify, Apple, YouTube y todas las plataformas.