Crítica

La Casa de Papel 3: la mano mágica de Netflix lo hizo de nuevo

El nivel de la serie española aumentó considerablemente luego de que el gigante del streaming se hiciera cargo de la producción. Entretiene como nunca, aunque sigue mostrando muchas de las falencias que tenía en las dos primeras temporadas.

sábado, 27 de julio de 2019 · 12:03 hs

La Casa de Papel volvió con todo para su tercera temporada. Además del regreso del reparto original completo, se le sumó el talento de Rodrigo de la Serna, y la calidad de producción que aportó Netflix. Los millones invertidos dieron fruto, porque, a diferencia de su entrega original, nueva temporada consigue entretener a pesar de que, en general, sigue manteniendo varios problemas.

Lo que salta a la vista desde el primer episodio es que Netflix fue por todo. Las locaciones en las que se filmó el reencuentro de la banda no tienen nada que envidiarle a las de las películas de acción de Hollywood. Centroamérica, Asia y Europa se mezclan en una secuencia que parece sacada de la saga Rápido y Furioso. El punto de partida de la historia, sin embargo, no podría ser más trillado: un miembro de la banda utiliza un teléfono y es detectado por los comandos de la Interpol, CIA y FBI que, aparentemente, monitorean permanentemente el éter para atrapar a la banda, a pesar de que el robo ya se realizó hace dos años.

El pobre y limitado Río termina detenido y torturado en un país no identificado, y Tokio (Úrsula Corberó), convence al Profesor de que es necesario salvarlo. La única solución posible para el cerebro detrás del robo a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre es realizar un asalto más grande y más riesgoso. Luego de una breve discusión (muy breve si se considera que el resto de la banda no estaba en peligro y que eran todos millonarios y que algunos ya tienen nuevas familias), todos apoyan el plan y salen derecho a robar el oro del Banco de España. La esperanza es que al Gobierno no le quede otra solución más que traer al limitado Río para utilizarlo como ficha de negociación, y, de paso, robarse todo el oro del Banco de España.

Esta "media temporada" -sólo cuenta la mitad del robo, como pasó con las primeras- está mejor preparada que las producidas por Antena 3 para entretener. Los capítulos son más cortos, con más acción y con más información para los espectadores. Claro que mantienen el incomprensiblemente amor por la grandilocuencia que caracteriza a la serie. De la Serna tiene el papel más interesante de la temporada: encarna a Palermo, un amigo del malogrado Berlín y del Profesor que fue parte de la creación del plan del nuevo atraco. A pesar de la buena actuación del argentino, con el paso de los capítulos se ve que la idea era reemplazar a Berlín, y "el Ingeniero" empieza a dar discursos sin ningún tipo de control, sobre cualquier tema. El resto de los personajes no se queda atrás, y parecen buscar en cada diálogo la posibilidad de quedar inmortalizados en un meme (como pasó con la frase "comienza el matriarcado"). Es decir, la serie funciona bastante mejor cuando los personajes están "haciendo algo", y no hablando.

Las clásicas máscaras de Dalí.

Otra de las falencias que suplanta el buen ritmo es la falta de creatividad. Prácticamente todo lo que pasa en los primeros capítulos es un refrito de lo que pasaba en el primer atraco. Más que una parte nueva, la tercera parece un homenaje a todo lo que pasó en la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Con el paso de los episodios se agregan algunos elementos nuevos -como el fallido "tour del atraco" del Profesor junto a Lisboa- que la vuelven más interesante. Además está el final gancho en el que se pone en duda la continuidad de Nairobi, sin dudas uno de los personajes más queridos.

Una elección curiosa es la que hicieron los guionistas de hacerle constantes guiños al feminismo. Al "comenzó el matriarcado" se le suman las "puestas en lugar" de Nairobi y Tokio a algunos compañeros que se desubican al hablar de ellas. Las respuestas no están de más, pero sí los comentarios que les dan pie. Es decir, se nota que la situación es forzada a más no poder, y que existe sólo con el fin de poder calzarse el mote de "feminista". Podrían, quizás, haberse ahorrado las escenas de Corberó bailando en ropa interior, o de la inspectora desnuda, pero hay que ver qué vende y qué no.

El feminismo, presente en La Casa de Papel.

En definitiva, Netflix hizo lo posible por asegurarse de que La Casa de Papel 3 sea un éxito rotundo, y lo logró. De hecho, tuvo que apurar la producción te la cuarta temporada. Además consiguió entretener a todos, y la crítica estuvo un poco más de su lado. Ahora, sólo resta saber cómo terminará el robo que tiene pendiente a -casi literalmente- todo el mundo.