Anora: punzante comedia que va por el Oscar sin apelar a la fórmula ni al sermón
El director Sean Baker traza un trepidante relato, arropado por los tips de la comedia de enredos, pero con libertad para hablar desde distintos registros sobre este mundo grotescamente desigual.
En estos últimos veinte años, Sean Baker se ha convertido en uno de los cineastas más interesantes y coherentes a la hora de trazar una filmografía que habla sobre los grandes contrastes en este mundo de creciente desigualdad social. Con una especial atención hacia temas como el del trabajo sexual, el norteamericano ha hilvanado obras como Starlet, Tangerine y Proyecto Florida; siempre desde el prisma de un cine independiente y humanista.
En esta oportunidad, con Anora el realizador viene de ganar la Palma de Oro en el Festival de Cannes y su película se perfila como una de las favoritas para los premios Oscar, cuyas nominaciones se anunciarán este jueves 23 de enero. El humor, que en los films previos de Baker brotaba con espontaneidad en algunos momentos puntuales de sus relatos, aquí se convierte en la médula de una punzante comedia, que va experimentando un viraje hacia texturas que bordean el thriller hasta desembocar en el inevitable drama.
En el punto de partida de la historia, tenemos a la Anora del título de la película, interpretada por una poderosa y magnética Mikey Madison, en su lugar de trabajo, un club de Manhatan en el que se desempeña como bailarina exótica. Allí llega un joven hijo de un billonario ruso que la contrata para que sea su escort por unas horas, luego su novia por una semana; hasta que la inesperada parejita termina casándose en Las Vegas. Con un ritmo trepidante, el primer tramo del film se propone como un complemento en clave de contracara de clásicos contemporáneos como Mujer bonita y Qué pasó ayer. Desde un planteo aparentemente efervescente, de sueño de vertiginoso ascenso social para la protagonista, subyacen unos buenos puñados de dólares que el joven ricachón despacha con una mezcla de arrogancia y automatismo, siempre a escondidas de unos padres que estallan de furia cuando se enteran de la furtiva boda; y mandan a una suerte de matones a poner las cartas en orden.

Al igual que una tragedia clásica, Anora transcurre sobre una estructura de cinco actos, pero arropándose con las convenciones de la comedia de enredos. Con algunos pasajes que se extienden tal vez más de la cuenta, Sean Baker nos recuerda que su cine no es ese del cálculo y la fórmula que tanto abunda en las pantallas, sino que sus narraciones son exploraciones que no temen a los volantazos de cambios de registro, y que tienen la suficiente libertad como para desafiar el manual de corrección política que domina a las películas de esta era.
Lejos de la postulación de "mensajes", Anora es un vibrante relato que pulveriza clichés como el del posible encuentro entre clases, a la vez que reemplaza esa impronta feminista de empoderamiento sin fisuras, por un abordaje que no esconde los pliegues más espinosos de la vulnerabilidad.
Anora, la película que podría dar el batacazo en las nominaciones al Oscar
Anora / Estados Unidos / 2024 / 139 minutos / Apta para mayores de 16 años / Guion, edición y dirección: Sean Baker / Con: Mikey Madison, Mark Eydelshteyn, Yura Borisov, Karren Karagulian y Vache Tovmasyan.

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