Germán Tripel: "Por momentos, lucho mucho contra lo que veo, siento y pienso"
El reconocido artista llega a Mendoza con ‘Smiley, una historia de amor’. Es una comedia que expone los miedos a los que todos nos enfrentamos cuando nos enamoramos. Antes, habló con MDZ sobre Mambrú, Florencia Otero, la salud mental, los prejuicios y algo más.
En 2002, el éxito de Mambrú catapultó a Germán Tripel al estrellato. Las canciones de esta banda pop, que surgió del reality show Popstars, sonaban fuerte y las caras de sus cinco integrantes (Gero, Manu, Tripa, Milton y Pablo) estaban por todo el largo y ancho de la Argentina. Sin embargo, lo bueno duró poco y en 2005 el grupo se disolvió.
Tripel tenía 22 años y cayó en depresión. Algo tenía que hacer. Así, se interesó por la actuación y tomó clases con la actriz Roxana Randón (madre de Leonardo Sbaraglia). De a poco, fue incursionando en el mundo del teatro y en 2018 lo convocaron para protagonizar Rent, el musical que le marcó un antes y un después, tanto en su vida personal como profesional.
Si bien muchos hoy lo asocian al teatro musical, Tripa no solo desarrolló su carrera en este género. También formó parte de varias obras de texto, trabajó en series televisivas y en cine. “En general, el argentino y los medios se acostumbran a encasillar a alguien en un lugar y hay muchos cantantes que actúan, muchos influencers que pueden hacer de todo… Me parece que hoy está más diversificado y no tiene que ver con el lugar donde uno nació, sino de ver en dónde está cada uno”, expresa.
Hoy, junto a Facundo Gambandé, protagoniza Smiley, una historia de amor. Es una comedia romántica, escrita por el dramaturgo español Guillem Clua, que se popularizó mundialmente gracias a Netflix y expone los miedos a los que todos nos enfrentamos cuando nos enamoramos. “La propuesta me llegó justo un mes antes de que aparezca la serie. Me encantó. Es una obra preciosa, muy simple y con mucho texto. Te habla de encuentros y desencuentros, que más allá de que está contada por dos hombres, es algo que nos ha pasado a todos y a todas”, cuenta.
Estrenó en julio en calle Corrientes y en días la presentará en Mendoza. Antes, se tomó unos minutos y habló con MDZ.
- Ya pasaron más de dos décadas del fenómeno de Mambrú y aún muchos te asocian al grupo. ¿Qué tanto te pesa esa etiqueta? ¿Cómo lo llevás?
- Para mí, siempre está la etiqueta. O sea, es un mal necesario. Básicamente porque todos etiquetamos a todos. Yo hablando con vos digo el que trabaja en el medio de Mendoza y te etiqueté sin conocerte. De Mambrú ya pasaron 21 años, ya ni siquiera me afecta en ningún sentido. Siempre que venga con buena onda, no afecta. Si es con mala onda, si es despectivo, yo directamente con 43 años no doy bola, corto el teléfono o me voy para el otro lado. No soy de etiquetar tanto, he aprendido eso, pero vivimos en una sociedad que todo el tiempo quita de lado a las personas diciendo gordo, flaco, feo, lindo, alto, bajo, rockero, cumbianchero, grasa… Solemos poner etiquetas con todo y me parece que ya está super demodé. Hoy solamente con decir el nombre, o se dedica a la música o al arte es suficiente. Lo que hace es abrir un espectro, porque vos me podés decir “vos sos el del musical” y yo te diría “no, no soy del musical, soy del arte, del teatro, de la música”. Soy de todo, es un conglomerado. Si alguien lee “él es del musical”, no tiene nada que ver, ahí estás demostrando que la apertura tuya es un poco más limitada que los que pueden llegar a decir "se dedica al arte, se dedica al teatro, se dedica a la música", porque está todo concatenado.
- Hoy muchos famosos hablan sobre salud mental. De lo que te pasó a vos, ¿qué enseñanza nos podés compartir para que ayude a otros?
- He superado un montón de cosas. Superar es una palabra muy amplia. He salido parado de un montón de lugares con todos mis defectos y con mis formas. Tuve una crianza muy preciosa en la que el juicio de valor estaba hecho desde otro lugar y no sin conocer al otro. En general, tengo mucha percepción de las personas, de la gente y de todo; y he aprendido a no juzgarlos por esa percepción, sino que aprendo a conocerlos y después a juzgarlos. Con respecto a eso me he curado y me sigo curando. Todo lo que hacemos afecta al otro directa o indirectamente y la gente, en general, no tiene idea. Una crítica, un mensaje desalentador o algo medio agresivo puede generar en el otro un problema tan grande que lo lleva a hacer algo feo, como volver a drogarse, tratar de suicidarse, lo que sea. Y decimos “es una pavada, yo solo puse que no baila bien”. Pero hay que tener cuidado, porque las palabras pesan, por más que no conozcas a esa persona. Capaz esa es la gota que rebalsa el vaso. Por eso es muy importante no darle importancia, mirar para otro lado, limitarse a estar con la gente que uno ama y que sabe que le hace bien.
Hay que dejar de lado ya sea a jefes o a personas que están con uno y afectan. No hay que tomarlo tan a pecho. Nada es tan problemático como para tomar una decisión drástica que nos afecte para siempre, todo tiene una solución. Si no te bancás a tu jefe, renunciá; no importa que no tengas otro trabajo o no tengas estabilidad, es más importante tener estabilidad mental que económica, buscá tu propio emprendimiento y tu propia felicidad. Son todas cosas que uno va aprendiendo en el camino. Hoy, por ejemplo, si viene alguien a decirme algo fuera de lugar o lo que sea ya directamente no le doy cabida, sigo de largo o le contesto de una manera muy educada que no tiene nada que ver. El ámbito que me importa es mi mujer, mi hija, mi carrera y hacerle bien a las personas con las que comparto y poder expresar eso a través del arte. Porque actuando o cantando, te puede gustar o no lo que haga, no afecto a nadie.
- Hablando de percepciones. ¿Cuál fue la primera impresión que tuviste de Flor Otero cuando se conocieron en Rent?
- Cero prejuicio. No la tomé en cuenta, sino a todo el elenco. Ella era parte y era mi primera obra grande. Ella sí tuvo un tema más de prejuicio en algún punto porque yo venía de Mambrú y era el conocido o el famoso que iba a protagonizar una obra por el simple hecho de protagonizar sin preparación. Pero es lo que pasa y es lo que suele suceder. Me pasó y nos pasa todo el tiempo en carne propia. Por momentos, también lucho mucho contra mis prejuicios y contra lo que veo, siento y pienso. En un momento tan raro del país y que uno tiene miedo a todo, de repente le tenés miedo a alguien caminando en la calle que no te hizo nada. Eso también es parte del prejuicio. En esa época de Rent, era otra sociedad, era otro pensamiento. Después se fue dando solo. En el momento en que tuve que cantar mi partitura, el prejuicio se empezó a diluir y de a poco, nos empezamos a conocer más. Al principio claramente no había onda. Le llevo diez años. Yo tenía 28 y ella 18 años. Tenía otro target y estaba de novio. Era otra situación, que después fue llevando a que cada uno termine la historia que tenía y que nos encuentre arriba del escenario de otra manera y poder estar juntos. Ahora ya van 15 años de relación.
- ¿Cuándo surgió el amor?
- Mi enamoramiento fue en una sesión de fotos. La ví en una foto y no podía creer lo bella que era. Eso fue acompañado por un contenido mucho más importante y grande que era que ella con sus 18, 19 años me estaba enseñando a actuar, a pensar, a conectar mi voz con mi cerebro, con mi cuerpo y con mi estructura en general. Entonces empezó como una admiración, además de que era preciosa, buena gente y que tenía talento. Era un combo hermoso que básicamente terminó abrazando este amor, esa admiración que yo siento hasta hoy hacia ella.
- Y además de actuar, ¿qué otras cosas te enseñó en todos estos años?
- Me ha enseñado a ser una mejor persona. Soy de ir muy al frente y muchas veces me equivoco porque es lo extremo al prejuicio. O sea, antes de prejuzgar siento que me están juzgando a mí, entonces muchas veces me pongo de mal humor o me he enojado. Ella me enseñó a calmar las cosas, a pensar antes de hablar, que todavía lo sigo poniendo en práctica. Me enseñó a ser padre, me enseña todos los días a ser un mejor artista, una mejor persona, a respetar más al ser humano y a las cosas que nos rodean, a tener el concepto de que la familia es posible siempre y cuando haya amor y el respeto no solo por el otro sino también por lo que queres armar. Flor es una escuela y una maestra continua.
- También comparten el trabajo. ¿Cuáles son sus próximos proyectos laborales?
- Estamos como un montón que todavía no están viendo la luz, porque tenemos un montón de cosas extras. Tenemos ganas de seguir haciendo música en la televisión, quizás con otro formato diferente al de Puente Musical y que tenga que ver más con nuestra forma porque muchas veces lo que hacíamos era mediar y terminó siendo una charla que, quizás, estaba más guionada. Lo que queremos nosotros es hablar de música en profundidad, pero no como entrevistadores o periodistas. Tenemos que hablar como músicos, como lo que somos, como artistas. Estamos buscando esa vuelta y tenemos un par de proyectos que estamos presentando. Hoy estoy haciendo Smiley y Forever Young en Buenos Aires, terminé de grabar una tira para Disney que seguramente salga a fines del año que viene. Flor está coproduciendo una obra para el año que viene. Estamos tocando mucho en el Hotel Faena; preparando, si Dios quiere, un disco para grabar el año que viene, nos queremos tomar el tiempo, ver bien el estilo y las formas. Y yo me voy a hacer temporada a Mar del Plata. Por suerte, estamos a full.
Para agendar
Smiley, una historia de amor
Única función en Mendoza. Domingo 17, a las 20:30, en el Teatro Mendoza (San Juan 1427, Ciudad de Mendoza). Entradas en EntradaWeb.