Entrevista

Laura Oliva: "Tengo un vínculo con el país muy extraño"

La protagonista de "Laponia", una de las obras con mayor repercusión de la temporada marplatense, reflexionó sobre las similitudes de su personaje con aspectos de su vida.

Federico Bruno
Federico Bruno jueves, 19 de enero de 2023 · 16:20 hs
Laura Oliva: "Tengo un vínculo con el país muy extraño"
Laura Oliva.

De madre valenciana y padre riojano, Laura Oliva, protagonista de "Laponia", una de las obras con mayor repercusión de la temporada marplatense, reflexionó sobre las similitudes de su personaje, Mónica, con aspectos de su vida y en cómo la atraviesan los dilemas que aborda la ficción sobre “la argentinidad". 

"Es una comedia dramática que toca muchos temas y te deja con una sensación única", describió la actriz, en diálogo con MDZ Online, sobre la puesta del texto escrito por Cristina Clemente y Marc Angelet, que interpretan en el Teatro Bristol, con funciones de miércoles a domingo a las 21 horas. 

Con cuatro premios ACE a cuestas, la obra se convirtió en la “comedia de visión obligatoria” del verano, con la explosión de dos mundos completamente distintos. 

La pieza teatral cuenta el encuentro de dos familias en Finlandia durante la Navidad que contraponen dos maneras de educar a los hijos totalmente opuestas, debaten sobre la verdad y la mentira, las tradiciones, y los valores familiares. E inevitablemente saldrán a la luz secretos del pasado que nadie quería desenterrar.

El elenco lo completan Jorge Suárez, Héctor Díaz, y Paula Ransenberg, dirigidos por Nelson Valente.

Elenco de "Laponia".

Resulta difícil definir la obra en cuanto a los géneros, ¿es un drama con muchísima comedia?

—Me gusta eso del drama con muchísima comedia, porque en rigor se ubica en el género comedia dramática pero se tratan muchos temas como para definirse por alguna de las dos variantes. Creo que es muy emotiva y da un vuelco muy fuerte. Se pone emotiva, profunda y reflexiva.

¿Encontrás similitudes en tu personalidad con tu personaje, al que la gente rechaza desde el principio y luego termina logrando una empatía conmovedora?

—Es muy lindo ver cómo las personas entran en el código de la obra desde el principio y saben que mi personaje, Mónica, está realmente con un malhumor de perros pero sin conocer cuáles son los motivos. Hay una cosa con los pre-juicios, en la literalidad de las palabras, que hace que esperen de mí que los haga reír, porque hice mucha comedia en mi vida, pero se encuentran con algo distinto. Tiene muchos puntos en común conmigo, primero en la frontalidad, porque soy una persona que dice todas las cosas que piensa, y después en los vínculos, por ejemplo en el que tiene con su hermana, que me hace acordar al que tuve con la mía que ya no está. 

¿Notan desde el escenario cómo crece el misterio por saber qué te pasa?

—Sí, lo vemos muy bien. En los primeros 15 minutos, mi personaje está de pésimo humor, sin disimularlo para nada, y escuchamos los murmullos cuando dicen ‘qué le pasa’ o ‘por qué está así’ pero es algo que no se dice hasta avanzada la obra y develado uno de los misterios.

Laura Oliva. 

Tu personaje cambia pero sin cambiar mucho.

—Lo más interesante es verlo cambiar de forma milimétrica, porque no se transforma en otra persona, en alguien dulce que dice las cosas tranquilamente. Sigue teniendo esa personalidad frontal, aguerrida, sin pelos en la lengua, y genera esa empatía al final cuando la gente termina entendiendo por qué ella está de la manera que está. 

Entonces, ¿el quiebre es el amor?

—Es un motivo muy amoroso el por qué ella está así desde un principio. Y hay una de las frases que me toca decir al final que me encanta, que es ‘yo no quiero que la magia desaparezca de nuestra vida para siempre’, que se la digo al personaje de mi marido (Héctor Díaz). Ahí la gente termina de conectar muchas cosas y dice ,’aaah, algo más había’.

¿Qué desafíos nuevos tuviste a la hora de interpretar esta obra?

—El teatro nos hace reflexionar tanto a quienes lo hacemos como a los que lo ven. Yo creo que cuando uno elije a un personaje por algo lo hace. Cuando uno lee una obra, dice ‘esto lo quiero hacer’. Yo después de tantos años de trabajar me doy cuenta que uno le dice que sí a lo que lo interpela para reflexionar sobre ciertos roles que tuvo en la vida o simplemente porque lo representa. Por eso creo que Mónica me representa muy bien pero sin llegar a lo salvaje, porque ella dice las cosas muy frontalmente y de mala manera, en ningún momento retrocede. Como actores tenemos un permiso de llevar todo al extremo pero una persona así, me parece, que en la vida real no podría existir. Sin moverse nunca de sus posiciones. 

El personaje de tu cuñado finlandés en la obra, que lo hace Jorge Suárez, despotrica contra los argentinos de múltiples formas y encuentra en vos siempre una muralla. ¿También te tocó defender a tu país estando en el exterior?

—Tengo un vínculo con el país muy extraño. Argentina tiene siempre esa cosa tan caótica e irrespetuosa de ciertas cosas que contrasta conmigo que soy muy ordenada en cuanto a las normas, y creo que si las respetáramos más nos iría mucho mejor, pero me pasa que cuando piso Ezeiza me agarra esa cosa como de ‘argentinidad al palo’ y detesto que critiquen a mi país.

"Laponia".

Después de ganar el Mundial, ¿ves un sentimiento de argentinidad más fuerte?

—El Mundial fue una buena oportunidad para conectar con sentimientos de amor. No lo vi mucho, porque no me gusta el fútbol, pero me interesó desde el punto de vista social. Me sorprendió para bien lo respetuosos que fuimos en ese aglomeramiento de 5 millones de argentinos en las calles, sin disturbios grandes. En otros países con muchísimos menos hubo tragedias. Fue algo que nos dejó muy bien parados frente a nosotros mismos en el afuera.

 Ese amor por tu país se refleja también en el amor de los hermanos.

—Una de las cosas que el público más festeja es el reencuentro de esas hermanas, que es algo con lo que jugamos y trabajamos mucho con el personaje de Paula Ransenberg. Le encontramos una vuelta para mostrar que son personas que se pueden matar y de un momento para otro parece que no pasó nada, por el sentimiento y el amor que prevalece ante cualquier diferencia.

La obra se fogueó en el teatro El Picadero y ahora se encuentra lógicamente con un público más federal. ¿Es distinto en sus reacciones o la asimilan de forma parecida?

—Cambia un poco. En Capital Federal notamos que en la lucha entre ese finlandés contra un matrimonio argentino, en esa discusión de la idiosincrasia de ellos y nosotros, donde él dice que nunca gritan y que ni se les cruza por la cabeza quedarse con algo que no les corresponde, la gente va y viene. No se queda con ninguno hasta el final. Pero en las funciones que estamos haciendo en Mar del Plata, al igual de unas que hicimos en Avellaneda, la balanza va para un lado muy claro. En el primer bocadillo polémico del personaje de Suárez, en Capital queda ahí, a veces hay murmullo, otras aplausos, es un Boca – Rivar que se juega más parejo. Y cuando dice algunas de esas líneas estos últimos días se escucha un ‘uh, qué está diciendo’. Hay una hinchada que se pone atrás mío.

¿Cuál es el gran tema de la obra para vos?

—Si bien hay un planteo basado en la crianza de los chicos, va muchos más allá y creo que tiene que ver en cuándo hablamos de mentira y verdad; o de fantasía y de realidad. Hay una pregunta que es si la verdad existe o si hay solo una verdad. Lo que hay son interpretaciones y cada uno tiene su propia verdad. Mi conclusión es que siempre hay un poquito de ilusión en todo lo que hacemos, nos dediquemos a lo que nos dediquemos y tengamos la edad que tengamos. 

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