Entrevista

Verónica Llinás, una “loca de remate” que no se calla lo que piensa

La actriz protagoniza hoy una disparatada tragicomedia junto a Soledad Silveyra en el Teatro Astral. Sobre sus inicios en la actuación, sus parodias en la red, los haters, Las Gambas al Ajillo -el icónico grupo de los ‘80 que la marcó a fuego- y mucho más, habló con MDZ.

Pablo Gordon
Pablo Gordon lunes, 6 de septiembre de 2021 · 14:34 hs
Verónica Llinás, una “loca de remate” que no se calla lo que piensa
Verónica Llinás Foto: Gabriel Machado

Por inquieta, curiosa y emprendedora, Verónica Llinás descubrió, casi sin querer queriendo, la magia del teatro. Era una niña cuando, luego de leer junto a sus amigas ‘La torre de cubos’, materializó el texto en una obra. “No sé cómo decidimos hacerla. Usamos gelatinas que se las pusimos a unas lamparitas y logramos una luz verde o azul y se generó un clima muy especial. Ahí me di cuenta que podía meterme en otro mundo, disfrazándome y cambiando la luz, inventando una historia”, explica la actriz y asegura: “Fue algo revelador”.

Posteriormente, vinieron una seguidilla de obras e incluso, las niñas crearon una especie de compañía teatral a la que llamaron Floripondio. Para su tristeza, en su adolescencia el ambicioso proyecto se desdibujó. Sin embargo, este no fue el fin para Verónica. El arte la llamaba y así fue que a los 16 años, decidida a estudiar teatro, empezó sus estudios con Agustín Alezzo.

Poco después, luego de ver un espectáculo de mimo que “la volvió loca” se inscribió en la escuela de Ángel Elizondo y a los 18, entró a su compañía y comenzó su trabajo profesional. Allí conoció a Omar Viola y Horacio Gabin, fundadores del centro artístico multidisciplinario Parakultural, espacio clave en su carrera. Fue ahí donde Las Gambas al Ajillo, grupo que marcó un antes y un después en su vida, irrumpió con su humor provocador, satírico e irreverente.

Sobre el mítico elenco de la década de los ‘80 y la posibilidad de su retorno a las tablas, manifestó: “No se nos pasa por la cabeza. Éramos nosotras cuatro (Nota del R: el grupo estaba conformado por Alejandra Flechner, María José Gabin, Laura Markerty y Llinás) y estaba Miguel Fernández Alonso que empezó siendo un actor que actuaba de mujer. Hacía los intermedios entre número y número y terminó siendo parte fundamental de Las Gambas. Él falleció y ‘la colorada’ dejó de actuar. Fue algo que perteneció a ese tiempo y ninguna de nosotras cree que está bueno tratar de reflotar algo que no va a volver nunca del mismo modo”.

- Sin embargo, vos has mantenido la impronta del grupo en redes con tu humor provocador y las parodias. ¿Cómo surge la idea de los videos en Instagram?

- Es verdad lo que decís, ahí recobré bastante el espíritu independiente, o como decís vos provocador o libre. La idea surge a partir de la tira ‘Educando a Nina’, donde tenía el personaje de la cordobesa. Estaba muy montada: con una peluca enorme, tetas y uñas postizas, era todo un aparato. Descansar era incómodo porque en las grabaciones hay mucho tiempo de espera y ahí, empezó toda esta historia de Instagram. Me creía muy moderna porque usaba Twitter y los jóvenes de la tira me dijeron “Twitter ya pasó, ahora es Instagram”. Me hicieron la cuenta y “el gordo” Barassi estuvo muy presente. Empecé a hacer videos y me servía para practicar el cordobés que, en su momento, había sido todo un tema porque tuvimos que salir a grabar rápido y no teníamos internalizada muy bien la tonada.

- Y la cheta de Nordelta, ¿cómo aparece?

- Me pareció una buena oportunidad para desempolvar a Inés Murray Tedin Puch, un personaje que había hecho en ‘Viudas e hijos del rock and roll’. Con ella me quedó siempre una sensación de tristeza porque sentía que ella y su mundo tenían mucha más tela para cortar. Entonces la saqué como una especie de amiga de la cheta y apareció este personaje que terminó ganando un poco la parada porque enseguida tuvo una repercusión muy grande. Después, en todo el gobierno de (Mauricio) Macri venía como anillo al dedo los chistes políticos en relación a él porque eran de la misma clase social y ahí empezaron a viralizarse mucho los videos y en un momento, también sentí mucha agresión.

- ¿Cómo te manejás con los haters?

- No me importaba tanto, pero después me empezó a pesar lo agresivo, no quería seguir navegando en esas aguas tan barrosas. Veía que se interpretaba como que yo estaba militando algo y no era así. Yo usaba los videos como herramienta de catarsis, como alguna forma de crítica pero no como ánimo de militar otra cosa. Entonces, después de bastante tiempo, decidí parar con el tema político y no irme tanto para ese lado. Cuando empezó la pandemia tomé esa temática desde el mismo personaje: una bienuda clasista y todo lo que peor que encarna lo peor de la sociedad. Lamento que mucha gente malinterpretó el hecho de que cuando ganó el kirchnerismo yo no hice videos específicamente críticos con el kirchnerismo. En realidad, no los hice tampoco con esa intención. A ver, así como la gente piensa que yo estaba militando el kirchnerismo podría haber seguido dándole a (Horacio Rodríguez) Larreta, cosa que no hice. No me gustó ese ámbito, no me gustó el nivel de virulencia y agresividad que eso despertaba. Hubo gente que deseaba que me hubieran desaparecido en la dictadura, gente que cuando murió mi padre me agredía con eso. Vi un aspecto del ser humano que me pareció espantoso y traté de no navegar en esas aguas. Obviamente con un límite, no voy a dejar de decir las cosas que me parecen.

Llinás y Silveyra protagonizan una disparatada tragicomedia en el Astral que hace estallar en risas al espectador de principio a fin / Foto: Gabriel Machado

- Hoy protagonizás ‘Dos locas de remate' junto a Soledad Silveyra y tu personaje está plagado de TOCs. ¿Cuáles son los tuyos?

- TOC llamado médicamente no. Tengo algunas manías como que mis sábanas y yo debemos estar siempre limpias, no me gusta que si el gato duerme arriba de la cama conmigo no puede tocar las sábanas porque me rayo. Tengo manía con una taza que no me gusta que nadie use. Son pavadas.

- Una de tus cábalas es no adornar el camarín, ¿qué otras tenés?

- La palabra éxito me saca de las casillas. Me molesta mucho cuando la gente te dice “esto va a ser un éxito”. Todo lo que sea bueno no hay que decirlo, esa es mi cábala. Prefiero decir “esto va a ser un horror, no va a venir nadie”. Es como la contrafobia. Todo lo que tenga que ver con el éxito, me da mala suerte. No usar el color amarillo es otra. Con Solita ahora antes de salir nos chocamos las manos y nos miramos a los ojos y yo digo “juntitas”. Con el gordo Barassi teníamos las nuestras: hacíamos una lista de personas que nos hinchaban las pelotas y cada vez se hacía más grande. Era de gente cercana a la obra. Son juegos que sirven para paliar esa sensación de exposición tan grande a la que uno sabe que se va a someter y es una forma de seguridad metafísica, de decir “si hago esto, me va a ir bien”.

- ¿Qué sensaciones experimentás antes de salir a escena?

- En el estreno, siempre lo mismo: la de “tendría que haberme puesto un kiosko de revistas”, “¿por qué no me dedique a otra cosa?”, “que caiga un meteorito en La Tierra así no puedo estrenar”. Hay inseguridad hasta antes de entrar, después ya está. Eso se terminó y ya no se piensa más, es vencer o morir. Con el correr de las funciones eso se tranquiliza y uno puede estar más relajado, ya sabes cómo funciona la obra, que puede salir mejor o peor pero que hay una base que no se va a bajar. El estreno es un momento muy crítico, tremendo.

Para agendar:

Dos locas de remate

De viernes a domingo en el Teatro Astral (Av. Corrientes 1639, Buenos Aires). Las entradas se pueden conseguir en Plateanet.

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