Un rincón oculto de Mendoza que te hará sentir cómo en el Caribe
En el sur de Mendoza, las Playas de Valle Grande ofrecen aguas turquesas y paisajes de barrancos imponentes, convirtiéndose en un destino perfecto.

En los últimos años, este destino se ha convertido en uno de los más populares de Mendoza.
Cuando alguien piensa en Mendoza, lo primero que viene a la mente son los viñedos y las montañas nevadas. Sin embargo, al sur de la provincia, en San Rafael, hay un lugar que rompe con todas las ideas previas: las Playas de Valle Grande. El agua allí brilla en tonos turquesa que parecen traídos del Caribe.
Con un entorno muy diferente, rodeado de paredones de piedra y barrancos que alcanzan los 100 metros. Llegar y ver esa postal sorprende. La escena mezcla la imponencia de la cordillera con un espejo de agua cristalino que invita a quedarse horas mirando. Muchos viajeros describen esa sensación como estar dentro de una película: todo parece demasiado perfecto para ser real.
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El camino hasta Valle Grande
Para quienes parten desde la Ciudad de Mendoza, el viaje lleva unas tres horas y media en auto. El recorrido se hace ameno, pero lo mejor está en la llegada. Una vez en el embalse, cada uno puede organizar su día como prefiera. Hay quienes alquilan sombrillas en la zona, mientras otros optan por llevar reposeras, agua y comida para improvisar un picnic al sol.
El río Atuel, que nace del deshielo en la cordillera, es el gran protagonista. Su color intenso se debe a los minerales que arrastra y a la pureza de sus aguas. La primera impresión suele ser de asombro: nadie espera encontrar un tono tan vibrante en medio de la montaña mendocina.
Aventura sobre el agua
El lugar no solo se disfruta desde la orilla. Valle Grande es también un punto elegido por quienes buscan actividades cargadas de energía. El rafting es la estrella indiscutida: subirse a una balsa y dejarse llevar por la fuerza del río se transforma en una experiencia inolvidable.
Pero hay opciones para todos los gustos. Desde remar en kayak o probar stand up paddle, hasta simplemente refrescarse en las zonas más tranquilas. Los que prefieren la tierra pueden recorrer senderos y descubrir miradores desde los que se aprecia todo el embalse. Cada visitante encuentra su propia manera de conectar con el paisaje.
La postal cambia a lo largo del día. A la mañana, el agua refleja el cielo claro; al atardecer, el sol pinta las montañas de tonos dorados y naranjas. Son esos momentos los que quedan grabados en la memoria y hacen que muchos quieran volver.
Valle Grande es más que una playa escondida. Es un recordatorio de que la naturaleza siempre tiene sorpresas guardadas, incluso en lugares donde uno cree haberlo visto todo. Quien llega hasta aquí descubre que, en medio de la cordillera, también existe un pedacito de paraíso con espíritu caribeño.