Juliana Awada mostró la intimidad de su día en Instagram: mirá lo que subió
La ex primera dama, Juliana Awada, compartió imágenes hogareñas donde combinó su look relajado con los detalles cuidados de su hogar.

La vida según Juliana Awada.
Juliana Awada dejó ver, a través de sus historias de Instagram, que su concepto de estilo excede ampliamente la moda y se filtra en cada rincón de su vida cotidiana. Esta vez, mostró su casa con la mesa servida, un lindo mate bajo el sol, y postres que parecían salidos de una editorial gastronómica.
La empresaria se mostró sonriente, con un look relajado de jeans y un buzo gris con el logo de The Great, mientras terminaba de acomodar los últimos detalles en una mesa de madera preparada con vajilla impecable. Se vieron platos blancos con servilletas a rayas, individuales en negro y copas de cristal, acompañados de pequeños cuencos de pan artesanal y dips. La escena estaba coronada por dos lámparas de papel de líneas japonesas que bajaban sobre la mesa, generando una atmósfera cálida.
Te Podría Interesar
Juliana también publicó otra imagen que cambió por completo la escena, pero no la esencia. Bajo el título “Vitamina D”, mostró sus pies descalzos apoyados en un sillón de terraza, con el cielo azul de fondo y el sol bañando la escena. Sobre la mesa circular de mármol se veía un termo forrado en tejido natural, un mate de cerámica blanca con manchas marrones, un cuaderno y un libro. Allí, el lujo se mostró en la simpleza y en la posibilidad de disfrutar de un rato al aire libre, entre el confort del hogar y la inmensidad del paisaje.
Por último, enseñó dos tartas de frutas que, por su composición, bien podían haber estado expuestas en la vidriera de una pastelería. Una de ellas estaba cubierta íntegramente por rodajas de frutilla, acomodadas en forma de espiral, con flores comestibles y hojas de menta. La otra tenía láminas de papaya, uvas verdes, frutillas y ciruelas, entremezcladas con flores amarillas y violetas.
Como siempre, la mirada de Juliana se detuvo en los detalles, desde la elección del buzo relajado para servir la mesa hasta la prolijidad de un set de copas bien alineadas o el gesto de poner flores. Nada resultaba muy ostentoso, pero todo transmitía esa naturalidad que, paradójicamente, exige un ojo entrenado y una sensibilidad particular.