Enrique Shaw: el líder que amaba a sus obreros
Evidentemente, el título de este artículo no pasará desapercibido. Resulta extraño pensar que un líder pueda amar a su gente. Podrá respetarla, apoyarla, guiarla, pero… ¿amarla?. Bernardo Bárcena, conferencista sobre liderazgo honra su memoria en MDZ.
Es el líder quien debe servir. Hace unos veintitrés años, cuando asomaba un nuevo siglo, James C. Hunter publicó “La Paradoja” el cual es, en mi opinión, uno de los mejores libros que se han escrito sobre liderazgo. En él desarrolla el concepto de “liderazgo servicial” y explica que históricamente, y aún hoy en muchas empresas, los colaboradores suelen estar al servicio de sus jefes, los jefes al servicio de los gerentes, los gerentes al servicio de los directores y éstos al servicio del presidente o CEO de la empresa.
Pero todos ellos mirando hacia arriba y de espaldas al cliente. James Hunter, en su best seller, explica que el sentido del servicio debe ser inverso. Es el presidente de la empresa quién deberá estar al servicio de sus directores, éstos deberán servir a los gerentes, éstos a los jefes y los jefes a sus colaboradores. Para que, de este modo, los colaboradores estén al servicio del cliente.
Aclara, sin embargo, que liderar no implica estar al servicio de los caprichos de los colaboradores sino de sus necesidades genuinas, procurando que Quieran, Sepan y Puedan:
- Quieran (que estén motivados).
- Sepan (que tengan la información y conocimientos necesarios para realizar su trabajo).
- Puedan (que cuenten con los recursos, procesos, personal y tiempo suficiente).
De modo que el líder no deberá ser servido, sino que será quien deba servir a su gente. Esto es lo paradójico, y es por esto que el libro se llama “La Paradoja”. En este sencillo relato John Daily, un hombre de negocios que ha fallado en su liderazgo como jefe, esposo y padre, aprende en un Monasterio ciertos principios para el liderazgo eficiente que no son nuevos, ni complejos, ni requieren un talento especial.
Basándose en el liderazgo de Jesús, Hunter afirma que dirigir consiste, paradójicamente, en servir a los demás. Un buen líder deberá estar pendiente de sus colaboradores: atender sus legítimas necesidades, ayudarlos a lograr sus metas y aprovechar sus capacidades al máximo. Incluso Hunter va más allá, propone amar a los colaboradores. En este sentido, indica que gran parte del Nuevo Testamento fue escrito originalmente en griego y que los griegos tenían distintas palabras para describir el polifacético fenómeno del amor.
Ágape, el amor del comportamiento y la elección.
Una de esas palabras era eros, de la cual deriva la palabra «erótico», y significa el sentimiento fundado en la atracción sexual. Otra palabra griega para el amor era storgé, que es el afecto, en especial el que se siente hacia los miembros de la familia. Ni eros ni storgé aparecen en el Nuevo Testamento. Otra palabra griega para el amor era filía, o el amor fraternal recíproco: ese amor
condicional del tipo: «si me tratas bien, yo te trato bien». Filadelfia, la ciudad del amor fraterno, viene de la misma raíz. Finalmente, los griegos utilizaban el nombre ágape y su correspondiente verbo ágape para describir un amor de tipo incondicional, fundado en el comportamiento con los demás, independientemente de sus méritos.
Es el amor de la elección deliberada.
Cuando Jesús habla de amor en el Nuevo Testamento, la palabra que aparece es agápe, el amor del comportamiento y la elección, no el amor de la emoción. Éste último es el amor que propone Hunter desde el líder hacia sus colaboradores. En definitiva: amar a los colaboradores (con el amor agápe), conocerlos, escucharlos y estar al servicio de sus necesidades genuinas para que quieran, sepan y puedan realizar sus tareas y así alcanzar los objetivos de la organización.
Un par de siglos más tarde, en Argentina, un hombre llamado Enrique se iba a desempeñar en una posición de liderazgo en una Empresa. Pero no iba a ser el Jefe tradicional, por el contrario, su liderazgo humano y servicial sería (y es) un modelo para los líderes de organizaciones en todo el mundo.
Quienes han conocido a Enrique Shaw testimonian:
- “Durante más de siete años tuve conocimiento de muchos gestos suyos de amor, de generosidad sin alardes. Nadie que necesitara de él era desoído. Su palabra amable, su mano amiga, su ayuda material, siempre estaba al servicio de cada uno de sus empleados.
- “Llegó una orden de Estados Unidos; se querían echar 120 obreros. Enrique preparó y firmó una nota en la que decía que, si se echaba una sola persona, él renunciaba. Corning lo llamó a Estados Unidos, y él pudo hablar muy bien dando explicaciones y no se echó a nadie. Lo que jugó fue su amor por los obreros”.
- “En todo encuentro con un semejante, hallaba una ocasión de servicio”. Enrique Shaw fue, en realidad es, porque es eterno, un ser humano maravilloso y un líder extraordinario. Los líderes de todo el mundo tenemos un inspirador ejemplo a seguir por sus valores, porque decía siempre la verdad, porque cumplía con sus promesas, porque era generoso, era agradecido, porque estaba siempre al servicio de la gente. Porque era socialmente responsable mucho tiempo antes de que se hablara acerca de responsabilidad social empresaria.
Dos mil años más tarde, Hunter pudo comprender el liderazgo de Jesús y lo plasmó en su libro “La Paradoja”. Tal vez nosotros, sesenta y un años después de la partida de Enrique Shaw, empecemos a comprender el título de esta nota.
Breve video de Bernardo Bárcena publicado por ACDE sobre el Liderazgo de Enrique Shaw. haciendo clik aqui.
* Bernardo Bárcena, Conferencista, Autor y Profesor de Liderazgo.
Instagram: Bernardo_Barcena