Análisis

La pregunta de los millones: ¿el dólar es caro o barato?

Para el oficialismo y economistas privados, hay un valor de equilibrio, pero que costará mantener en el tiempo. Se pretende mantener la estrategia durante todo el 2022. Qué pasa con el Blue. Quiénes tendrán prioridad sobre los pocos dólares disponibles.

Carlos Burgueño
Carlos Burgueño domingo, 3 de octubre de 2021 · 09:54 hs
La pregunta de los millones: ¿el dólar es caro o barato?
Foto: Pixabay

El gobierno mantendrá la política cambiaria que sostuvo durante todo el 2021 en el próximo ejercicio 2022. En líneas generales, no habrá mayores modificaciones al ritmo de regulación del precio del dólar. Según afirman, tanto en el ministerio de Economía como en el Banco Central de la República Argentina (BCRA), están disponibles las herramientas para que esto suceda, con mayores o menores tormentas habituales.

En consecuencia, y siempre según la visión oficial, habrá que descartar cualquier tipo de megadevaluación; y sólo aguardar la decisión oficial sobre el ritmo de actualización inflacionaria de la divisa en su versión oficial. Todo esto escudado en la visión de que no hay atraso cambiario, que el nivel de cotización actual del dólar es el adecuado y que la demostración de que esto es así radica en el muy buen ritmo (se lo califica de "excelente") de liquidación sojera durante primer semestre del año. Por ahora, de manera prudente, se espera que ese período del 2022 sea aún más beneficioso en cuanto a la liquidación de dólares por parte de los exportaciones del sector primario argentino.

La pregunta entonces es determinar si el precio actual del dólar es caro o barato. En algunas oficinas del gobierno circula un paper que relaciona los precios históricos del dólar con la cotización actual, con el objetivo de determinar si efectivamente hay un retraso cambiario o si el precio de la divisa es competitivo. Al menos en la comparación con el pasado económico reciente del país y sus crónicas crisis. La sorpresa del informe es que el precio oficial y el Blue, al menos por ahora, no estarían retrasados. El paper (en realidad una simple planilla que algún funcionario importante extrajo de alguna charla privada entre bancarios presentada por algún economista ortodoxo en algún día de la semana posterior a las PASO), mostraría que un oficial a 100 pesos "no es tan bajo". Se lo compara con el Dólar Kicillof del 2015 a 61 pesos, el Sturzenegger (2016- 2017) a 68, el Convertibilidad 1991- 2001 a 56 pesos y el Dólar Tablita Martínez de Hoz 1979- 1980 a 48 pesos.

Este valor no tiene importancia para el público, pero sí para determinar si hay un retraso cambiario de relación para los principales aportantes de dólares al país: los sojeros. Según este nivel de precio, y teniendo en cuenta el abultado nivel de retenciones al commodity, estaría en un valor de equilibrio superior al de Martínez de Hoz, pero relativamente competitivo contra los años de Kicillof y Sturzenegger. Y algo más alto que contra la convertibilidad.

¿Qué pasa en la comparación con el Blue? El mismo informe indica que un precio de 190 pesos (algo superior al piso actual ubicable en 186 pesos según la cotización de la semana que terminó); indica que el dólar paralelo Pre Alfonsín (septiembre 82- octubre 83) tendría una cotización actual de unos 197 pesos, el Dólar Paralelo Pre Plan Austral (enero 84- mayo 85) se ubicaría en los 186 pesos (cotización cercana a la actual) y el Dólar Oficial Duhalde 2002 (luego de la salida de la convertibilidad y la megadevaluación de Remes Lenicov) sería de 161 pesos.

Todas cotizaciones comparables con el valor actual del dólar, y donde se determinaría cierta justeza y equilibrio con el precio actual. También se compara el Blue de estos días con tiempos de tipo de cambio "Super Altos" comenzando por la Híper del '89 (abril- 89/ julio 89) de 316 pesos, el paralelo post-Malvinas (junio- 82/ agosto 82) a 276 pesos y el Dólar Oficial Híper (abril 89/ julio 89) a 251 pesos.

Se supone que el país no ingresará en ninguno de esos escenarios y que tiene todas las herramientas posibles y disponibles para alejar fantasmas de hiperinflaciones y escenarios de post guerras. Con lo que la mejor comparación posible es con los escenarios pos convertibilidad, el anterior al Plan Austral y el Pre Alfonsín, donde el actual tipo de cambio tendría precios relativos competitivos. La relación podría mejorar con una mejor estabilidad cambiaria, variables fiscales y monetarias más serias que las actuales y en vías de equilibrio y, fundamentalmente, un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

El gobierno sabe que lo último que se necesita en estos tiempos de complicaciones políticas son alteraciones en el mercado cambiario. Y por esto está alerta a cualquier movimiento extraño que pueda complicar, aún más, la demanda y oferta de divisas. En cualquiera de los mercados donde se transan dólares. Especialmente el Blue. Lo que queda del equipo económico observa los movimientos de los últimos tiempos en ese mercado, e intenta encontrar una lógica cambiaria a la convicción que no hubo una escalada importante en el precio del valor del dólar alternativo por un motivo irrefutable: está caro.

Según la interpretación que se hace desde el oficialismo financiero, la presión sobre los dólares bolsa está dentro de lo esperable en un contexto electoral y cuando todavía existen fondos del exterior con tenencias de títulos públicos que presionan por dolarizarse.

Esta semana, Templeton y PIMCO recibirán una gran cantidad de pesos en vencimientos de bonos, continuando con la buena resolución del  pacto que, en su momento, cerraron con Martín Guzmán para ir retirándose del mercado financiero local en pesos, a cambio de la compra de divisas en sus variables MEP y CCL. No debería haber entonces sorpresas por parte del ministerio de Economía, el BCRA y el resto del Gabinete Económico, en cuanto a inevitables movimientos de demanda de divisas por los mercados alternativos, ante la disponibilidad importante de moneda local que circulará en el mercado interno por unas largas jornadas financieras. Este estrés continuará hasta fin de año, navegando entre la falta de divisas y las incomodidades para la toma de decisiones económicas que trae las crisis política del oficialismo. Habrá que esperar a los primeros meses del 2022 para que la liquidación de divisas retorne y vuelva a generar un circuito virtuoso. Mientras tanto, deben ser momentos de resistencia.

En tiempos de escasez extrema de dólares, la idea básica del Gobierno en el tema divisas hacia delante es que las divisas estén disponibles al máximo para las empresas que necesiten (y puedan demostrarlo) insumos para poder producir, aumentar las líneas de inversión y uso de la capacidad instalada. Y para ellos deberían derivarse los más de u$s18.000 millones de superávit comercial que se espera se consigan en 2022.

Reconocen en el Gobierno que hay faltantes de divisas para industrias clave como la automotriz, químicos, petroquímicos y energéticos y que en 2022 estos sectores serán prioridad en cuanto a la demanda de divisas. Pero se tiene en cuenta, además que el año próximo habrá una cuenta difícil de enfrentar en dólares: es difícil calcular lo que saldrá la necesidad de importar energía, para una economía en crecimiento, se supone, por arriba del 5% interanual y donde en algún momento de comienzos del segundo semestre recuperaría lo perdido durante la pandemia.

Las trabas en su versión “hard” cumplieron ya un año de vigencia, ya que durante la finalización de la primer quincena de septiembre, en la corrida más importante que sufrió el Gobierno de Alberto Fernández y en la que la posición restrictiva del titular del BCRA, Miguel Pesce, se impuso a la más flexible del ministro de Economía Martín Guzmán. El primero impuso la necesidad de sentarse sobre los dólares de las reservas y defender el poder de fuego. El tiempo demostró que era la estrategia correcta. Al menos para que la política cambiaria pueda ser creíble y defendible en la siempre difícil arena del mercado financiero local. Políticamente se considera además que el cepo "hard" ya está aceptado por la sociedad, y que no genera grandes protestas de parte de un público ya adaptado a las restricciones. Octubre será un mes bisagra. Será el primero en comparar anualmente la cantidad de salida de divisas por las trabas al acceso al dólar, para saber cuántos dólares pierden las reservas por este tipo de restricciones.

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