Vivir embarcada: la historia de Natalia Buratti, la abogada que pasa ocho meses al año en un crucero
Trabaja en Recursos Humanos a bordo, vive entre puertos y emergencias y asegura que “en un crucero pasa lo mismo que en cualquier pueblito”.
Natalia Buratti, tripulante de cruceros.
Agustín Tubio / MDZNatalia Buratti es abogada, pero desde hace 15 años su oficina no está en tierra firme. Vive más de la mitad del año embarcada en un crucero, donde trabaja en el área de Recursos Humanos y acompaña a tripulantes en situaciones laborales, personales y de emergencia.
Desde su experiencia, cuenta cómo es la vida “del otro lado del mostrador”, con reglas estrictas, diversidad cultural, entrenamientos de seguridad y un mundo paralelo que los pasajeros no ven, donde cada día puede empezar a cualquier hora.
Te Podría Interesar
Mirá la entrevista a Natalia Buratti
-Vivís gran parte del año arriba de un crucero, ¿cómo es esa rutina?
-Vivo la mayor parte del año embarcada. Paso más o menos ocho o nueve meses arriba del barco. Los tripulantes no subimos y bajamos como los pasajeros; nosotros nos quedamos varios meses seguidos. Volamos hasta donde esté el crucero que nos toca y ahí empieza nuestra vida a bordo. Cuando termina ese período, recién ahí volvemos a casa. Cuando me ves en Buenos Aires, como ahora, estoy de vacaciones. Mi rutina real, mi trabajo y mi día a día están arriba del barco.
-¿Cómo funcionan los contratos para los tripulantes?
-Los contratos dependen mucho del puesto y de la empresa. En mi caso tengo un contrato un poquito diferente: hago más o menos tres meses embarcada y un mes en tierra. Pero la mayoría de la gente hace cinco, seis o siete meses seguidos y después tiene uno o dos meses de vacaciones. Hay personas que pasan muchísimo tiempo arriba del barco y vuelven a su país solo por períodos cortos antes de volver a embarcarse.
-¿Tu trabajo tiene horarios definidos?
-Hay horarios de oficina, como cualquier oficina en tierra, pero en la práctica no existe un horario fijo. Te pueden llamar a cualquier hora. A las cuatro de la mañana te pueden decir: “Mirá, se enfermó un tripulante y hay que bajarlo”. Entonces hay que preparar documentación, coordinar con el área médica y con el próximo puerto. El trabajo nunca se corta del todo porque el crucero funciona las 24 horas.
Sus inicios a sus 43 años
-¿Qué tipo de situaciones te toca manejar en Recursos Humanos?
-Trabajo únicamente con tripulantes, no con pasajeros. Me toca manejar situaciones laborales, pero también muchas situaciones personales. A veces hay que acompañar a alguien que se enfermó, a alguien que va hospitalizado o a alguien que necesita apoyo emocional porque se murió alguien en la familia. También formo parte de un grupo de voluntarios que acompaña a tripulantes y huéspedes cuando atraviesan momentos difíciles.
-¿Cómo es la vida a bordo para la tripulación?
-Siempre digo que hay todo un mundo que los pasajeros no ven. Los tripulantes tenemos nuestras cabinas, la mayoría compartidas, nuestro comedor, salas de recreación, espacios propios. Pero todo funciona con reglas muy estrictas de higiene, seguridad y convivencia. Todo está previsto, desde cómo vestirse hasta cómo moverse, porque cualquier problema puede afectar a mucha gente dentro del crucero.
-¿Fue difícil adaptarte cuando empezaste a trabajar en cruceros?
-Sí, el primer contrato fue bravo. El régimen para los tripulantes es cuasi militar. Tenemos capacitaciones de seguridad y ejercicios todas las semanas, y cada tripulante tiene tareas asignadas para emergencias. Tenés que estar lúcido, despierto y preparado para responder en cualquier momento. No es solo hacer tu trabajo: todos somos parte de la seguridad del barco.
-¿Cómo se convive con tantas culturas distintas?
-En estos cruceros hay entre 50 y hasta 100 nacionalidades distintas. El idioma oficial es el inglés y tenés que manejarte bien para poder comunicarte. Una de las primeras capacitaciones que recibimos es sobre diversidad cultural, porque hay costumbres muy distintas, formas diferentes de entender la familia, el trabajo y la convivencia. Aprendés mucho de eso y también aprendés a respetar.
Situaciones difíciles en altamar
-¿Por qué decidiste cambiar de carrera y subirte a un crucero?
-Yo soy abogada y trabajé muchos años en organizaciones sin fines de lucro, en temas muy duros como niñez y explotación. Me enfermé un par de veces porque no logré ese balance interno entre la empatía y el cuidado personal. Quería tener problemas que pudiera solucionar, situaciones concretas donde pudiera ayudar. Arriba del crucero sigo acompañando personas, pero en un contexto distinto, que me permitió encontrar ese equilibrio.
