San Martín: por qué el padre de la Patria es inigualable
El General San Martín fue un hombre de Estado, con objetivos claros y precisos, culto, humanista y moderno.

El General San Martín.
Me gustaría empezar con una anécdota muy poco conocida. Cuando José de San Martín llegó de regreso a Buenos Aires, un 9 de marzo de 1812, a bordo de la fragata George Canning, fue el último pasajero que desembarcó en el puerto rioplatense.
Lo estaba esperando, a la postre su amigo y hombre de confianza, Gregorio “Goyo” Gómez (1780 – 1876), otro de los tantos ilustres ignorados de nuestra historiografía nacional. Pero, porqué tardó tanto en bajar, podría haber sido la lógica inquietud de “Goyo”. La respuesta nos mostrará de cuerpo entero el perfil del joven San Martín que volvía a su patria.
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Cerca de mil libros lo acompañaron desde la vieja Europa. Recuperar de la bodega del barco varios baúles llenos de volúmenes impresos, enciclopedias, revistas, diarios y mapas, llevaba su tiempo. A tal punto fue el desconcierto de Gómez (aquel que se encargó de las finanzas de San Martín hasta su muerte) que tuvo que salir urgente a pedir otro “catango” (carro grande de cuatro ruedas) para llevar todos los bártulos que traía San Martín. La mayoría eran libros, aunque también entre sus pertenencias venía el famoso sable corvo de origen persa que lo acompañó en toda su campaña americana.
San Martín era una persona formada que sabía lo que había que hacer
Si nos “metiéramos” en un personaje como San Martín, y por un momento nos sustrajéramos de ese genial militar, ganador de tantas batallas y libertador de medio continente, encontraríamos sin dudas un costado humanista y culto en ese hombre; tan vigente y tan aleccionador, que con seguridad la excelente imagen que de él tenemos se multiplicaría en una escala mayor.
A la patria había llegado un verdadero profesional. Formado e íntegro, al que nadie le había regalado nada. Por el contrario, siempre tuvo que demostrar mucho más que otros para ser considerado. Aún después de muerto. En criollo, podríamos decir, que fue de esos tipos que “se tuvieron que romper el lomo” cotidianamente.
En su tiempo bajo bandera española participará en más de 30 acciones de guerra. Orán su bautismo de guerra en 1791; Port Vendres; Baterías; Coliombré, entre las conocidas. Pero también, después que Carlos IV declarará la guerra a Inglaterra realizará una campaña marítima en la fragata de guerra “Dorotea” participando en el combate contra el navío británico “El León”. Peleará en Torre Batera; Cruz de Yerro; Mauboles; San Margal; Villalonga; Bañuelos; Las Alturas; Ermita de San Luc; Arrecife de Arjonilla; Bailén (condecorado por su extraordinaria acción con la "Medalla de oro de los héroes de Bailén" y ascendido al grado de Coronel de Caballería); combate de la Villa de Arjonilla y en la Batalla de Albuera.
Fueron 22 años de servicio militar luchando por España contra los moros en África. Por tierra y por mar. En selvas y desiertos. Contra ingleses, portugueses o franceses. Fue tomado prisionero. Padeció graves heridas. Su vida corrió riesgo de muerte en varias oportunidades. Cruzó los Pirineos y peleó a bordo de una fragata en las costas de Cartagena. Percibió de cerca la proyección de la revolución francesa. Será dirigido por generales y almirantes brillantes. Estuvo cara a cara con Napoleón. Y ostentaba una destacada formación intelectual: Quevedo, Calderón de la Barca, Cicerón, La Bruyére, Voltaire, Plutarco, Rousseau, Montesquieu, Fénelon, etc.
Todo esto lo sabemos porque fueron algunos de los libros que donó cuando en cada uno de sus destinos políticos fundó una biblioteca. Pero también encontramos entre su colección, tratados sobre historia, hidráulica, enología, botánica, pintura, geografía, religiones, medicina, más decenas de libros biográficos de personalidades universales. Fue un seguidor de Epicteto (filosofo estoico), de quien procuraba extraer conceptos prácticos emanados de sus conocimientos militares y filosóficos. Pero además Epicteto fue un moralista, que pensaba que el hombre público debía probar su valía en el contacto directo con la realidad y la vida cotidiana.
Nunca descuidó el crecimiento social y cultural como gobernante
San Martín fue un hombre de Estado. Un tipo “moderno”. Político ilustrado y teóricamente muy avezado, que en Mendoza consolidó esa virtud. “Hasta ese momento San Martín cumplió por más de 20 años un rol militar. Dar órdenes y recibir órdenes. En Mendoza tendrá que gobernar. Debería asumir un cargo de gobierno, ocupándose de los requerimientos cotidianos de la administración. Las ideas políticas no serán ya especulaciones o reflexiones teóricas, sino impulsoras de decisiones concretas en relación a una realidad compleja y plagada de dificultades. Su espíritu ilustrado se manifestó en diversas decisiones que ponen en evidencia esta orientación”. (Carlos Egües. “San Martín, su pensamiento político”. Ed. Culturales. Mendoza. 2023).
La logística sanmartiniana nunca descuidó, ante la primordial conformación del ejército libertador, las exigencias y necesidades de la población civil, donde no solo contempló su subsistencia, sino además su desenvolvimiento en los ámbitos sociales, afectivos, culturales y económicos con el objetivo de afectar lo menos posible el espíritu rutinario de un pueblo a fin de no lesionar su confianza y perspectiva de superación. Lo demostró en Mendoza. Los niños deberían seguir jugando y yendo a la escuela, los labriegos atendiendo las tareas de su producción y las mujeres sosteniendo con su coraje y prédica hogareña la armonía de la sociedad. No era una cuestión de fe; fue una imperiosa necesidad de Estado.
Eran tiempos de guerra que nadie ignoraba, por lo cual la estrategia fue desarrollar un esquema donde la sociedad civil caminara a la par de las necesidades del ejército que estaba naciendo. Una prueba evidente fue que en pocos meses de gestión como gobernador cambió la matriz cultural y productiva de Mendoza para siempre, estableciendo claramente una bisagra en la historia provincial.
Su paso por la gestión de Cuyo dejó una enorme capacidad cultural, industrial y comercial instalada. Fomentó el emprendedurismo y formó trabajadores generando verdaderas incubadoras de oficios y un pionero plan de desarrollo estratégico provincial, hecho cultural que distinguió siempre a Mendoza en el campo frutihortícola, vitivinícola, metalúrgico, textil, hidráulico, vial, minero, sanitario y pionero en planes de vacunación como fue con la viruela y prevención de plagas y epidemias. Estimulando en paralelo el desarrollo de las artes y fomentando la educación, creando escuelas y bibliotecas.
Tuvo una férrea convicción para cumplir los objetivos
Aunque parezca mentira, cruzar la cordillera de Los Andes no era suficiente. Mucho se ha comentado sobre esta grandiosa gesta sanmartiniana, aunque todo hubiera sido circunstancial (más allá de la proeza) si no hubiera estado enmarcada dentro de un plan estratégico continental que contempló cruzar Los Andes como un eslabón imprescindible para conseguir la emancipación americana, pero que precisamente representaba solo un eslabón más.
Lo virtuoso del cruce andino radicará en cómo se movilizó un ejército de algo más de 5.000 hombres y un puñado de heroicas mujeres, pero también en la convicción y visión estadista de San Martín que tenía como absoluta premisa llevar adelante la conjugación de acciones desde Mendoza que contemplaron todo América del Sur.
Seré reiterativo en resaltar la certera planificación y su cumplimiento a rajatabla: lo hecho hasta el momento del consagrado cruce fue magnífico, pero resultó solo un peldaño para poner en práctica el plan continental. Primero: liberar Chile, luego atacar Lima por el Océano Pacífico y recién con Perú libre el objetivo estaría cumplido. Pero todo sin descuidar la frontera norte defendida por Güemes o el litoral mesopotámico asediado por los portugueses.
Habrá una previa que demostrará la convicción para cumplir lo planeado. Cuando San Martín llegó Mendoza, Chile estaba gobernada por una Junta patriótica (algo similar a lo que sucedía en el Río de la Plata desde mayo de 1810). Lo planificado (cruzar los Andes, y desde Chile llegar a Perú) no ofrecería hasta ese entonces la terrible adversidad de enfrentar un ejército enemigo con todo lo que la guerra implicaría. En Chile habría un ejército patriota entrenado y eso ayudaría a complementar la preparación del Ejército de Los Andes.
La situación cambió abruptamente cuando los realistas después de la batalla de Rancagua (1 y 2 de octubre de 1814) reconquistaron Chile. Entonces lo pensado en un primer momento se trastocó, obligando a rediseñar las acciones y los tiempos, pero no modificando jamás el objetivo final. La fortaleza de la convicción y la tenacidad para cumplir los objetivos finales no hicieron dudar a San Martín, ya que claudicar a lo programado sería una verdadera sentencia de muerte.
Construyó una empresa desde abajo que todavía perdura
Siempre la acción de San Martín fue comparada con otras gestas militares de grandes generales históricamente reconocidos a nivel mundial: Alejandro, Escipión “el africano”, Aníbal, César o Napoleón, por nombrar a los indiscutidamente consagrados. Pero hay algo que destacó a San Martín sobre ellos y fue que todos los otros sustentaron sus ejércitos sobre bases muy sólidas y en imperios dominantes, mientras que San Martín arrancó de cero. Cuando llegó a Mendoza no había nada y América se caía a pedazos ante la reconquista española.
Así fue, y volviendo a los ejemplos, como Alejandro se apoyó en todos los logros emanados desde Filipo II. Aníbal sobre lo conseguido previamente por su padre Amílcar. Escipión en las conquistas de Quinto Cecilio Metelo y Lucio Venturio. Julio César en lo generado por su tío Mario. Carlomagno sobre Pipino “el breve”. Napoleón sobre Lazare Carnot. Pero no solo eso, todas aquellas conquistas al cabo del tiempo se desvanecieron. Esos imperios se desintegraron. Por ejemplificar nuevamente: Alejandro había conquistado desde el Danubio hasta el Indo, pero empezó a desmembrarse a su muerte. Escipión conquistó para Roma desde el Atlántico al Mar Negro y los montes Taurus, pero todo se desintegró al tiempo.
En cambio, San Martín construyendo desde las raíces aseguró para el resto de los tiempos el fruto de sus logros. Conquistó el imperio de la libertad, desde la Antártida hasta el Ecuador y desde el Atlántico al Pacifico, y aún perdura. Con sus lógicas coyunturas y problemáticas domésticas actuales, Argentina, Chile y Perú, siguen siendo países independientes, libres y soberanos.
Creó un ejército para buscar la libertad
Para finalizar agregaremos que dicha gesta libertadora, era precisamente eso: "liberadora"; y que a diferencia de las otras proezas en la historia universal (algunas ya nombradas) con la que se lo comparará a San Martín y su ejército (Aníbal, Nabucodonosor, Atila, Carlo Magno, Alejandro, Escipión, Julio César, Saladino, Khan, Guillermo "el conquistador", Hernán Cortez, Napoleón, Federico II, Wellington), sostendremos que éstas fueron expediciones conquistadoras e imperiales que buscaban tierras o sometimiento. Lo que esos jefes y ejércitos conquistaron fue repartido inmediatamente tomando posesión para su imperio.
En cambio, el ejército libertador peleará por lo que recién disfrutarán sus descendientes: la libertad propia y la de los pueblos liberados. Eso es lo que hace inigualable e incomparable a la heroica proeza sanmartiniana y al mismo General San Martín. Sin parangón en magnitud e ideario. (G.E.C: “ San Martín. Vecino de Mendoza, ciudadano del mundo”. Ciudad de Mendoza. Agosto 2025).