Rogelio Yrurtia, escultor de monumentos y algo más
Sus monumentos tienen un peso moral que lo distancia del simple arte oficial. En sus bellas artes hay una reflexión sobre la justicia, el trabajo, la memoria.

Dentro del capítulo de los monumentos conmemorativos, introducimos hoy a Rogelio Yrurtia (1879–1950), uno de nuestros escultores más representativos de la primera mitad del siglo XX, cuya obra se distingue, no solo por su monumentalidad y destreza técnica, sino también por una profunda dimensión simbólica y ética.
Nacido en Buenos Aires, Rogelio Yrurtia se formó inicialmente en la Escuela Sociedad Estímulo de Bellas Artes, donde fue discípulo de Lucio Correa Morales, considerado el primer escultor argentino en sentido moderno. Fue su alumno y ayudante y, con el tiempo, se convirtió en su yerno al casarse con su hija, la pintora Lía Correa Morales, quien también tuvo una destacada trayectoria artística.
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Gracias a una beca nacional obtenida por concurso, Yrurtia viajó a Europa y estudió en la Academia Jullien de París. Allí se relacionó con las corrientes naturalistas y simbolistas de fines del siglo XIX, especialmente influenciado por Auguste Rodin, aunque sin caer en la imitación.
Su escultura fue una síntesis personal entre el clasicismo monumental y la expresividad del cuerpo humano como vehículo de ideas
Durante su estancia en Europa, obtuvo importantes reconocimientos, entre ellos el recibido por el grupo de seis figuras titulado “Las Pecadoras” en el Salón de París de 1903. La obra, presentada al año siguiente en la Exposición de Saint Louise en Estados Unidos, mereció el Gran Premio de Honor.
Monumentos emblemáticos en Buenos Aires
Uno de sus primeros encargos públicos fue el Monumento a Manuel Dorrego, inaugurado en 1926, hoy emplazado en la calle Viamonte, en el centro porteño. Yrurtia representa al caudillo montado a caballo, con gesto sereno y uniforme militar y acompañado de la “Victoria Alada”. Dorrego lleva el sombrero en la mano derecha, en una actitud que transmite recogimiento, más cercana a la dignidad civil que al heroísmo militar.
En los laterales del importante basamento se destacan otros dos bronces: “Fatalidad” que alude directamente al trágico final de Dorrego, fusilado sin juicio en 1828 e “Historia” que apela a su reivindicación. El conjunto elude la teatralidad en favor de la expresión estética (a nuestro juicio) plenamente lograda, que lamentablemente cuesta apreciar por lo reducido del entorno.
Otra de sus obras cumbre es el Canto al Trabajo (1907–1927), ubicado en Avenida Paseo Colón 800, en el barrio de San Telmo. La obra presenta catorce figuras desnudas que avanzan arrastrando una piedra, simbolizando el esfuerzo colectivo, el sudor anónimo del trabajador y la construcción de una nación basada en el trabajo.
Fundida en bronce en París entre 1907 y 1912 por Alixis Rudier, uno de los más importantes talleres de la época, esta composición grupal constituye uno de los ejemplos más potentes del realismo social en la escultura latinoamericana. A diferencia de otros monumentos de su época, de los que nos veníamos ocupando el “Canto al Trabajo”, no celebra a un héroe individual, sino a la acción común y transformadora del pueblo.
En el interior del Palacio de Tribunales de la ciudad de Buenos Aires se encuentra una de las obras más significativas de Rogelio Yrurtia: “Justicia”, que adelantamos en nuestra nota anterior a modo de homenaje a la Corte Suprema.
Esta escultura monumental en bronce domina el vestíbulo desde 1959, aportando una presencia solemne y reflexiva al edificio que alberga al tribunal supremo del Poder Judicial.
La pieza es, en realidad, un segundo vaciado de una escultura encargada originalmente por Carlos Delcasse, amigo del artista, para su sepulcro en el cementerio de Vicente López. Años después la viuda de Yrurtia (Lía Correa Morales) autorizó esta nueva fundición como un homenaje al Poder Judicial argentino, constituyéndose así en la única escultura figurativa presente en el interior del Palacio.
Lejos de la iconografía clásica—la balanza, la espada, los ojos vendados—, la “Justicia” de Yrurtia ofrece una figura de serena autoridad, desnuda de pie y sin atributos externos, que hoy más allá de su indudable belleza adquiere un simbolismo especial.
Una de sus realizaciones es el Mausoleo Bernardino Rivadavia, de la Plaza Miserere de Buenos Aires.
Bernardino Rivadavia que en 1826 después de la ley de presidencia fue designado como primer presidente, falleció en el exilio, en Cádiz, en 1845. Sus restos fueron repatriados en agosto de 1857. La urna fue ubicada en el Cementerio de la Recoleta.
En 1925 se organizó una Junta Ejecutiva del Monumento a Rivadavia y se designó a Rogelio Yrurtia como escultor, quien realizó una relevante obra artística que se encuentra casi en el centro de la plaza, también conocida como Plaza Once.
El Mausoleo mide 24 X 15 metros y llega a una altura de 9,50 m. Consta de tres cuerpos, uno de ellos es la cripta hacia su centro y los otros dos son las antecriptas que tienen en sus entradas un busto de Rivadavia y el Escudo Nacional.
En la cripta se encuentra el sarcófago, hecho de un bloque de piedra negra
En tanto, en el exterior del Mausoleo se destacan dos figuras escultóricas, ambas en posición sedente. Una de ellas representa a Moisés, que simboliza el pensamiento y la ley, (desde que Moisés fue el legislador del pueblo hebreo). Aparece entonces asociado simbólicamente a Rivadavia cuyas reformas de los años 20 del siglo XIX, tuvieron por norte convertir a Buenos Aires en un estado liberal moderno. Un segundo cast de esta obra se encuentra emplazada en la ciudad de Rosario, en Bv. Oroño y Pellegrini, donación del artista al Museo Castagnino de esa ciudad.
La otra figura es un hombre joven que constituye una alegoría de la acción, en tanto interrelación entre el pensar y la práctica política y social que debe acompañar al pensamiento para la materialización de las ideas del legislador.
El Mausoleo tiene dos grandes puertas de bronce macizo y sobre cada una de ellas un busto de Rivadavia y la figura de un niño, con el cual se quiso aludir a las nuevas generaciones como si estas debiesen continuar con la labor legislativa de su “padre civil”.
Museo Casa de Yrurtia y legado
A su muerte en 1950, su residencia-taller del barrio de Belgrano fue donada al Estado por su viuda y convertida en el Museo Casa de Yrurtia, hoy dependiente del Ministerio de Cultura de la Nación. El museo alberga yesos originales, bocetos, obras en mármol y bronce (de destacar su “Combate de Box”), muebles de época, obras de su esposa y una valiosa biblioteca. Es un espacio que permite comprender no solo el trabajo del artista, sino también su universo cultural, su ética del arte y su modo de vida austero y comprometido.
Rogelio Yrurtia fue más que un escultor monumental. Fue un artista que modeló no solo formas, sino ideas. En tiempos donde el espacio público a menudo se banaliza, redescubrir a Yrurtia es también una invitación a recuperar el valor de la escultura como acto cívico y ético.
* Carlos María Pinasco es consultor de arte.