El monumento en el Cerro de la Gloria: Homenaje al Padre de la Patria
El Monumento del Cerro de la Gloria sintetiza en piedra y bronce el espíritu heroico del Ejército de los Andes, en una obra donde confluyen historia y arte.
Vista del Monumento
Archivo MDZVenimos repasando en las últimas columnas cada monumento conmemorativo de los protagonistas fundacionales de la Patria. Destacamos, además de la valorización artística de los mismos, el rol que tuvieron como elementos simbólicos para sustentar las ideas modélicas que conformaron la nacionalidad. La última entrega enfocó al del General Urquiza en Paraná.
La de hoy evoca al padre de la Patria y nuevamente soslayamos el monumento porteño. La estatua de Joseph-Louis Daumas que se encuentra en la Plaza San Martín en las cercanías de Retiro, fue el primer homenaje escultórico que se le hizo al Libertador. El bronce ecuestre del General don José de San Martín es de 1862. Años más tarde el alemán Gustave Ebelein diseñó un nuevo pedestal y agregó figuras alegóricas conformando un monumento de indudable belleza e incuestionable valor artístico. Dejamos no obstante su análisis para otra oportunidad, para explorar, en cambio el magnífico monumento de las afueras de la ciudad de Mendoza.
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El Monumento del Cerro de la Gloria: bronce, historia y símbolo nacional
El Monumento “La Patria al Ejército de los Andes”, emplazado en el actual Cerro de la Gloria de la ciudad de Mendoza, constituye una de las expresiones escultóricas más poderosas del arte patriótico argentino. Concebido como homenaje a la gesta sanmartiniana y a los hombres que integraron el Ejército de los Andes, su historia se remonta a fines del siglo XIX, aunque su concreción no se produciría sino hasta bien entrado el siglo XX. Su creación conjuga iniciativa estatal, talento artístico y sentido histórico, en el marco de una Argentina que, hacia el Centenario de la Revolución de Mayo, buscaba consolidar símbolos de identidad y memoria nacional.
Orígenes y gestación legislativa
El origen legal del monumento se encuentra en la Ley Nacional Nº 2270, sancionada en 1888, que destinaba $100.000 para la creación de un monumento conmemorativo de la campaña del Ejército de los Andes en la ciudad de Mendoza. Sin embargo, esa disposición no se concretó de inmediato. Recién dos décadas más tarde, en el marco de los preparativos por el Centenario de 1810, se retomó la iniciativa: la Ley Nacional Nº 6286, sancionada en febrero de 1909, dispuso la efectiva realización del monumento y creó una comisión nacional encargada de su ejecución.
El escultor y el proyecto artístico
El proyecto fue confiado al escultor uruguayo Juan Manuel Ferrari (1874–1916). Ferrari, nacido en Montevideo, se destacó por el arte monumental rioplatense de principios del siglo XX. Hijo del también escultor Juan Ferrari, comenzó su formación artística en su país natal y luego amplió sus estudios en Italia, donde asistió a la Real Academia de Bellas Artes de Carrara.
Tuvo vinculación con el famoso grupo Nexus del que fue su referente en Montevideo. El Nexus, en la primera década del siglo XX, introdujo la modernidad en nuestra pintura de la mano de Fernando Fader, C. B de Quirós, Pio Collivadino, Justo Lynch y otros notorios pintores.
Para el concurso, Ferrari (que ya había instalado su taller en Buenos Aires) elaboró dos maquetas iniciales, y, a partir de la sugerencia del perito Francisco Moreno —integrante de la comisión—, seleccionó los elementos más destacados de ambas para diseñar la versión final. Su objetivo era representar no sólo al general José de San Martín, sino también a los soldados anónimos del Ejército, y a través de ellos, al pueblo cuyano que participó activamente de la campaña libertadora.
El artista viajó a Mendoza para elegir personalmente el sitio de emplazamiento. Recorrió distintas zonas del Parque General San Martín, y acertadamente señaló el entonces llamado Cerro del Pilar, como el sitio del emplazamiento. Murió prematuramente en 1916, a los 42 años, poco después de finalizada su obra más ambiciosa y más lograda.
El acto de colocación de la piedra fundamental tuvo lugar el 19 de enero de 1912, en coincidencia con el aniversario de la partida del Ejército de los Andes. Poco después, el 30 de enero de 1913, un decreto del Poder Ejecutivo renombró el lugar como Cerro de la Gloria, nombre con el que se lo conoce hasta hoy. Todo el conjunto escultórico fue realizado en bronce, y a diferencia de otras obras de la época, la fundición se llevó a cabo en el arsenal de guerra de la Nación, en Buenos Aires.
El mensaje del monumento
La obra se estructura en torno a una narrativa histórica y conmemorativa centrada en la Gesta Libertadora. El basamento simboliza la cordillera de los Andes, sobre la que se despliega una secuencia escultórica rica y expresiva. En el nivel inferior, se alza la escultura ecuestre del general San Martín, flanqueada por dos grupos de cinco Granaderos a Caballo.
En los costados del basamento, tres grandes frisos representan momentos clave de la preparación de la campaña: al este, la maestranza dirigida por fray Luis Beltrán; al sur, los aportes del pueblo y las damas mendocinas; al oeste, la partida del ejército hacia Chile. Todos estos episodios dan cuenta del esfuerzo colectivo que permitió la epopeya sanmartiniana.
En la parte superior del conjunto la caballería en posición de ataque, y por encima de ella, la figura alegórica de la Libertad, envuelta en la bandera nacional, que alza cadenas rotas como símbolo de independencia. A su lado, se yergue un cóndor andino, emblema de la cordillera y de la altura moral del sacrificio libertador. El conjunto se completa con los escudos de Argentina, Chile y Perú, en alusión a la unidad continental que impulsó la campaña.
Inauguración y legado
El monumento fue inaugurado el 12 de febrero de 1914, en el 97º aniversario de la batalla de Chacabuco. La fecha fue declarada feriado provincial y celebrada con actos solemnes: a las 8 de la mañana se ofició una misa en la rotonda del parque, y a las 17 se descubrió el monumento, se colocaron ofrendas florales y se leyeron discursos.
Su emplazamiento, su concepción artística, y su valor pedagógico lo convierten en un símbolo permanente de la libertad americana y en un recordatorio del esfuerzo conjunto de un pueblo por su emancipación. Es, además un hito turístico imprescindible que merece ser visitado por todos.
* Carlos María Pinasco es consultor de arte.