Robo en el Louvre: joyas perdidas, responsabilidades y los ecos de una historia repetida
Louvre: robo de €88 M expone fallas y abre debate: ¿adquisiciones o resguardo? Hay detenidos y la mayoría de las joyas sigue sin aparecer.
Vista del Museo del Louvre
Gentileza.El espectacular robo ocurrido en el Museo del Louvre el 19 de octubre de 2025 sigue generando consecuencias en el mundo del arte y la política cultural francesa. En apenas unos minutos, un grupo de ladrones disfrazados de operarios sustrajo ocho piezas de la colección de joyas de la Corona francesa, exhibidas en la Galerie d’Apollon.
El daño económico estimado asciende a unos 88 millones de euros, y entre las piezas robadas se encontraba la corona de la emperatriz Eugenia, recuperada días después en un descampado, parcialmente dañada. Hasta el momento, las demás joyas continúan desaparecidas.
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El hecho puso bajo presión a la dirección del museo. La directora Laurence des Cars reconoció públicamente fallas en la seguridad y presentó su renuncia, que fue rechazada inicialmente por el Ministerio de Cultura, aunque su continuidad permanece en duda. La fiscalía y la Cour des Comptes (el Tribunal de Cuentas francés) coincidieron en sus informes en que el museo arrastra “retrasos considerables” en la modernización de su sistema de vigilancia, con zonas sin cobertura de cámaras y protocolos internos obsoletos (los guardias de las salas no actúan ante hechos de este tipo y sólo dan aviso a miembros de seguridad, que en este caso no llegaron a tiempo).
Las joyas robadas.
Seguridad versus adquisiciones
El debate no tardó en trasladarse al terreno presupuestario. Con alrededor de nueve millones de visitantes anuales y una entrada general de 22 euros, el Louvre recauda entre 150 y 180 millones de euros al año por venta de entradas. De ese total, cerca del 20 % se destina a la compra de nuevas obras, según la política institucional vigente.
La regla ha sido motivo de orgullo para el museo, que busca mantener su vitalidad incorporando piezas contemporáneas y ampliando su acervo. Sin embargo, tras el robo, muchos cuestionan esa prioridad: mientras decenas de miles de obras permanecen en depósitos, la inversión en seguridad parece haberse postergado. En el centro del debate late una pregunta incómoda: ¿cómo justificar nuevas adquisiciones cuando el patrimonio existente no está plenamente protegido?
Avances en la investigación
En los días posteriores al robo, la policía francesa desplegó una investigación de gran escala, apoyada en imágenes de cámaras urbanas y rastreos de ADN. Hasta ahora se han producido al menos siete detenciones, y cuatro personas han sido imputadas formalmente por robo en banda organizada y conspiración criminal. Entre los sospechosos hay un hombre detenido cuando intentaba salir del país por el aeropuerto Charles de Gaulle y otro arrestado en el suburbio de Aubervilliers, vinculado por rastros genéticos hallados en el lugar del robo. Dos de los imputados han reconocido parcialmente su participación en los hechos.
Las joyas robadas.
No obstante, las joyas sustraídas siguen sin aparecer, y los investigadores sospechan que pudieron ser desmontadas, fraccionadas o enviadas fuera de Francia para su venta en el mercado negro. Tampoco se descarta la posibilidad de cómplices internos en el museo, aunque hasta ahora no hay pruebas concluyentes.
Rastros en la historia: robos que dejaron huella
El robo en el Louvre no es un caso aislado, ni siquiera dentro de sus propias paredes. En 1911, el obrero italiano Vincenzo Peruggia robó la Gioconda de Leonardo da Vinci (la Mona Lisa), manteniéndola oculta durante dos años antes de intentar venderla.
Otros episodios célebres incluyen:
- El robo al Museo Isabella Stewart Gardner (Boston, 1990), con 13 obras maestras aún desaparecidas.
- La Bóveda Verde de Dresde (Alemania, 2019), donde una banda se llevó joyas de la realeza sajona por más de 100 millones de euros.
- También nuestro Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, cuando a fines de 1980 un grupo armado sustrajo obras europeas y argentinas fue escenario de este tipo de delitos. A la larga la mayoría fue recuperada, pero el episodio reveló la fragilidad de la seguridad del museo ante el crimen organizado.
Todos estos casos comparten patrones: precisión técnica, tiempos breves, aprovechamiento de puntos ciegos y, sobre todo, una recuperación difícil o incompleta. El tráfico ilícito de arte continúa siendo un negocio global y sumamente rentable.
Vista del Museo del Louvre.
Móviles y destinos posibles
Las autoridades barajan varios motivos posibles.
- El primero y más obvio es el ánimo de lucro: las joyas pueden desarmarse y venderse por separado, volviendo irreconocibles sus componentes. Obviamente la pérdida del valor (histórico y artístico) de la pieza desguazada es total, pero esta es la vía de reducción más expeditiva.
- Otra hipótesis apunta a un encargo privado: coleccionistas dispuestos a pagar sumas elevadas por obras que nunca serán exhibidas.
- Una tercera línea —frecuente en casos de alto perfil— es la del chantaje o cobro de rescate. Los delincuentes podrían buscar negociar con las aseguradoras o el propietario la devolución de las piezas a cambio de un pago confidencial. En robos de arte, esta vía ha sido utilizada en forma frecuente y han surgido “especialistas” que ofrecen su servicio para concretar los arreglos.
Finalmente, algunos analistas interpretan este hecho como un gesto simbólico o político: una humillación al Estado francés en uno de sus íconos culturales más universales.
Vista del Museo del Louvre.
Una lección para los grandes museos
El robo del Louvre no sólo deja pérdidas millonarias, sino un debate más profundo sobre la prioridad de la seguridad patrimonial frente a la lógica del crecimiento institucional. En la era de los récords turísticos y la competencia global por atraer visitantes, los museos parecen debatirse entre custodiar y exhibir. Entre proteger el acervo y actualizar sus colecciones, vía adquisiciones que a menudo provocan polémicas y hasta ciertas sospechas.
Obviamente los presupuestos siempre resultan insuficientes. Pese al incremento de los recursos propios (la venta de entrada ya comentada, merchandising, sponsoreos y otros) el estado francés debe aportar todos los años aproximadamente un tercio del total de los gastos del Louvre. Los seguros se encarecen a medida que el arte se aprecia, los visitantes crecen en forma contínua incrementando la necesidad de control y últimamente aparecieron los ecologistas a decir lo suyo.
En el caso del Louvre, la paradoja es evidente: en el museo que custodia la Mona Lisa, una de las obras más vigiladas del mundo, en el museo que tiene miles de obras en los depósitos y ha abierto recientemente en Abu Dhabi una sede en asociación con los Emiratos Árabes, un pequeño grupo de delincuentes que ni siquiera exhibieron armas acceden en plena mañana de un domingo, con el público ya ingresado en el museo, a una sala histórica y se alzan con las joyas más brillantes de la monarquía más emblemática de la vieja Europa. Para pensar…
* Carlos María Pinasco es consultor de arte.





