Reelección de los alimentos: una nueva oportunidad
Volver a elegir los alimentos que tenemos en la alacena reduce desperdicio, cuida el bolsillo y abre sabores. Ideas simples de una comida con buenos nutrientes.

Revalorizar la educación nutricional y culinaria como herramientas de cambio.
FreepikCada 16 de octubre, el Día Mundial de la Alimentación, nos invita a reflexionar sobre cómo producimos, consumimos y valoramos nuestros alimentos. La invitación podría ser aún más cercana: reelegir nuestra forma de alimentarnos. No solo pensar en qué comemos, sino en cómo nos vinculamos con los alimentos, con quiénes los producen y con la tierra que los hace posibles.
Porque, aunque hoy el foco suele ponerse en garantizar más cantidad de comida, el verdadero desafío está en otro lugar: la pérdida de calidad nutricional y de conexión con el origen de lo que comemos. Muchos de los productos que llegan a nuestra mesa han ido perdiendo densidad nutricional, consecuencia directa de suelos degradados y prácticas agrícolas poco sustentables. Estas fuentes de los nutrientes que luego nos alimentan están cada vez más empobrecidos. En algunas regiones del mundo se estima una pérdida de entre el 20 % y el 50 % de materia orgánica en los suelos más fértiles. Cuando un suelo se degrada (por erosión o sobreexplotación sin reposición de nutrientes), pierde su capacidad de sostener cultivos verdaderamente nutritivos. Así, aunque aumente la productividad, disminuye la calidad nutricional de lo que comemos.
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La agricultura moderna tiende a la homogeneización
Pocas especies dominan la producción mundial. Este empobrecimiento de la biodiversidad agrícola no solo limita los nutrientes presentes en las dietas, sino que también hace al sistema más vulnerable a plagas, sequías y cambios climáticos. Menos diversidad significa menos resiliencia y menos sabor, tanto en el campo como en el plato.
El sistema alimentario actual busca producir más para una población creciente, pero lo hace a costa de la fertilidad de la tierra. Los alimentos cultivados en suelos degradados tienden a contener menos minerales esenciales (como magnesio, zinc o hierro) y menos compuestos antioxidantes. El resultado: una abundancia de calorías, pero una pobreza de nutrientes. A esto se suman los efectos del cambio climático, las sequías, las inundaciones y los costos crecientes de los insumos agrícolas. Todo impacta, de manera silenciosa, en la calidad de lo que comemos.
Reelegir no es una metáfora: es una decisión cotidiana
Empieza mucho antes de votar con el carrito del supermercado: empieza cuando volvemos a cocinar, cuando decidimos aprender, probar, tocar los alimentos. Porque no hay manera de incorporar nuevos alimentos si no los compramos, si no los probamos, si no los llevamos a nuestra cocina. Reelegir es también volver a tener curiosidad por lo que comemos.
Esa reelección podría orientarse en cinco ejes:
- Valorar los alimentos cercanos y nutritivos: elegir alimentos frescos, de temporada y producidos localmente. Comprar en mercados de cercanía, apoyar la agricultura familiar y priorizar lo menos procesado y más real. Y cuando sea posible, cultivar algo propio: una maceta con aromáticas, una huerta pequeña o incluso brotes en casa. Cocinar y cultivar con lo que hay cerca es la forma más concreta de nutrir el cuerpo y cuidar la tierra.
- Impulsar la agricultura sustentable: las prácticas sustentables devuelven vida al suelo, mejoran su fertilidad y dan origen a alimentos con mayor densidad nutricional. Desde quienes producen a gran escala hasta quienes plantan en su balcón, todos podemos ser parte del cambio. Cada semilla cultivada conscientemente es una forma de medicina preventiva.
- Fomentar la biodiversidad alimentaria: recuperar alimentos locales y de estación, volver a probar semillas, cereales y legumbres olvidadas. Cada variedad aporta un perfil único de nutrientes. Comer diverso es la manera más simple de nutrirse mejor y de mantener vivo el vínculo con la tierra.
- Acompañar con políticas y regulaciones justas: incentivos para la producción sustentable, investigación en nutrición del suelo y apoyo a pequeños productores son pasos clave hacia un sistema alimentario más equitativo y resiliente. También deberían promover el acceso a espacios de cultivo urbano y comunitario, para que más personas puedan reconectarse con el ciclo de los alimentos.
- Educar, comunicar y cocinar: revalorizar la educación nutricional y culinaria como herramientas de cambio. Cocinar y cultivar enseñan a reconocer los alimentos, a respetar los tiempos de la naturaleza y a reconectar con el acto más básico de cuidado: alimentarnos.
En este Día Mundial de la Alimentación, la invitación no es a señalar culpables, sino a reconectar. A reelegir con conciencia, desde la cocina hasta el campo. A elegir alimentos que nutran nuestro cuerpo, pero también la tierra que los produce. A elegir prácticas que regeneren, no que agoten. A elegir diversidad, cercanía y curiosidad por aprender. Porque no se trata solo de producir más, sino de producir y cocinar mejor. No se trata solo de comer para llenar el estómago, sino de alimentar la vida en todas sus formas.
* María Candy Jacquelin (MN 10780), Nutricionista Ayurveda y funcional en Halitus Instituto Médico.