Los cuentos de los hermanos Grimm
Huérfanos y perseguidos, los Grimm reunieron 210 relatos y hasta censuraron madres por madrastras, sin borrar la violencia de su época.
Los Grimm se convirtieron en buenos amigos de poetas románticos como Achim von Arnim (1781-1831) y Clemens Brentano (1778-1842)
Archivo.El 16 de diciembre de 1859 fallecía Wilhelm, el menor de los hermanos Grimm. Jacob lo sobreviviría tan solo cuatro años, en los que trató de continuar la titánica tarea que se habían impuesto: concluir el primer diccionario alemán, obra que aún demoraría cien años en ser terminada por sus sucesores.
Sus nombres quedaron ligados a los clásicos de literatura infantil
Como Cenicienta, Rapunzel, Hansel y Gretel y otros 210 cuentos publicados a lo largo de su vida. Su intención original no había sido cultivar la literatura infantil, sino el estudio del folclore y la filología alemana (el estudio del origen de las palabras). La vida de los Grimm había sido casi tan cruel como la de los personajes que relatan en sus cuentos. Quedaron huérfanos a temprana edad, vieron morir a tres de sus hermanos y sufrieron apremios económicos toda su vida a pesar de estar entre los autores alemanes más leídos de todos los tiempos.
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Cuando su madre falleció en 1808, Jacob se hizo cargo de Wilhelm a pesar de ser solo un año mayor. Ambos trabajaron como bibliotecarios, aunque Jacob también se desempeñó como funcionario del Ministerio de Guerra, encargado de recuperar obras de arte robadas en las campañas napoleónicas. En estas circunstancias conocieron a Friedrich von Savigny, jurista e historiador, quien abrió su biblioteca a los hermanos, donde conocieron la historia de Alemania y empezaron a avizorar el concepto de una pangermania: la unión de los principados y reinos donde se hablaba la misma lengua.
Juntos fueron a trabajar a Hanover, donde se desempeñaron como docentes hasta que fueron despedidos en 1837, cuando el rey Ernesto Augusto disolvió el parlamento y pidió a sus funcionarios juramento de fidelidad, cosa a la que los hermanos se negaron. Jacob también fue expulsado de Hanover. El rey de Prusia les dio asilo y ambos volvieron a la docencia e investigación en la Universidad de Berlín. A lo largo de este tiempo fueron recopilando historias de distintas fuentes, entre ellas cuentos infantiles que habían introducido siglos atrás los hugonotes (protestantes franceses) cuando huyeron de su país durante las persecuciones religiosas después de la infausta Noche de San Bartolomé. De allí que algunos de estos cuentos estén relacionados con los escritos por Charles Perrault casi dos siglos antes (1628-1703).
A los hermanos Grimm no solo les debemos estos cuentos que amenizaron (¿o torturaron?) nuestra infancia, mostrando que el mundo era muy cruel y había que preparar a los niños para una vida dura e injusta. De hecho, los hermanos Grimm censuraron algunas de las versiones originales de los cuentos relatados por Dorothea Viehmann o los miembros de las familias Hassenpflug y Wild, quienes compartieron las tradiciones orales de sus ancestros. Según los relatos que ellos habían recogido, era la misma madre la que explotaba a Cenicienta o quería deshacerse de Hansel y Gretel. Para preservar “la sacra función de la progenitora”, los hermanos cambiaron a la autora de esas aberraciones por la figura de la madrastra, quienes desde entonces han tenido mala publicidad, convertidas en las perversas de esos cuentos y sus secuelas fílmicas.
La violencia era una parte esencial del relato
Porque les resultaba imposible excluirla de la realidad, aunque a veces la exageraban, como cuando las hermanas de Cenicienta se cortan los dedos del pie para entrar en el dichoso zapatito de cristal o la misma Cenicienta mata a su madre/madrastra aplicando planchas calientes en sus pies. El mensaje de los cuentos es claro: la vida es dura y los niños deben estar preparados para afrontarla porque el lobo feroz existe, los espera la explotación infantil, el hambre y hasta la antropofagia... Sin embargo, los hermanos excluyen todo tipo de violencia sexual explícita.
Los Grimm se convirtieron en buenos amigos de poetas románticos como Achim von Arnim (1781-1831) y Clemens Brentano (1778-1842), a quienes orientaron en la búsqueda del folclore (algo propio del romanticismo) y los secretos lingüísticos del alemán que expusieron en estos cuentos publicados por primera vez en 1812. La primera edición tenía abundantes aclaraciones eruditas al pie de página para satisfacer las inclinaciones filológicas de los autores. Dado el éxito del texto como literatura infantil, en 1825 hicieron una edición limitada de los relatos, ilustrada por su hermano Ludwig.
No solo debemos agradecer a los Grimm su búsqueda lingüística y el rescate de estos cuentos
Sino que también difundieron una serie de frases coloquiales que hoy son parte de nuestra comunicación diaria. “La paciencia es amarga pero su fruto es dulce”, “No hay rosas sin espinas”, “El árbol caído hace más ruido que el bosque entero y de pie” y “más vale prevenir que curar” son algunas de las expresiones que popularizaron. Cada uno de esos cuentos recoge prototipos, mensajes y metáforas que desde distintas perspectivas culturales les otorgaron un sentido muy particular: desde los dibujos animados que dan una versión almibarada de la historia hasta la exaltación del volk en el contexto del pangermanismo que llevó a la unificación de Alemania, incluyendo las aventuras de Blancanieves y los siete enanitos, que era la película preferida de Adolf Hitler, encantado espectador de este film que veía una y otra vez mientras en los campos de concentración exterminaba a contrahechos en aras de la pureza racial.
* Omar López Mato, es médico oftalmólogo e historiador argentino.



