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La primera Navidad tras el divorcio: cómo ayudar a los hijos a transitar el cambio

Dos casas, dos navidades, una sola familia. Cómo abordar esta situación con los hijos para que sea una transición pacifica y no un trauma en la vida.

La primera Navidad luego de un divorcio no  es “un festejo distinto”, puede ser una experiencia de transición, duelo.

La primera Navidad luego de un divorcio no  es “un festejo distinto”, puede ser una experiencia de transición, duelo.

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Los divorcios y separaciones nunca son sencillos, menos cuando hay hijos involucrados. Si en 2025 se han divorciado, los invito a que miremos a la cara este asunto, que no es lindo, pero si lo conversamos con calma podemos ayudar a nuestros hijos a transitarlo mejor.

La primera Navidad luego de un divorcio no es “un festejo distinto”, puede ser una experiencia de transición, duelo, reacomodo, que nos lleve a navegar por sentimientos muy complejos. Pero también puede ser una oportunidad de hacer las cosas con calma, si los adultos anticipan y comunican con ternura, dando espacio para escuchar lo que sus hijos tienen que decir. Se puede organizar con sensatez y actuar con empatía, transformando las fiestas en un puente hacia una nueva normalidad, más saludable emocionalmente para todos.

Aunque los padres ya no sean una pareja amorosa, la responsabilidad hacia los hijos no expira: seguirán siendo una pareja parental, que debe brindarles seguridad, acompañamiento y certidumbre. En medio del reacomodo logístico de tener dos casas, deben resguardar el refugio emocional (con palabras, presencia y coherencia) que les permita seguir sintiendo que “su familia ” sigue existiendo, sigue estando ahí para ellos, aunque haya cambiado su forma.

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Los divorcios y separaciones nunca son sencillos, menos cuando hay hijos involucrados.

Los divorcios y separaciones nunca son sencillos, menos cuando hay hijos involucrados.

Las fiestas nos envuelven en una fantasía de “felicidad familiar”. Muchos niños esperaran que la Navidad represente una “reunión familiar, como lo era antes” y se sienten decepcionados si no sucede. Las expectativas de los niños son muy altas, llenas de esperanzas y altamente emotivas, (alimentado, además, por las imágenes en las redes, de propagandas con familias sonrientes), y cuando no se dan las cosas, pueden ser un gran impacto para ellos.

¿Qué pueden experimentar los niños en estas fiestas?

Para los hijos, el divorcio no es solo un cambio legal: altera su estructura emocional, su rutina, sus símbolos de seguridad, en definitiva, es un cambio de todo su mundo. Esto puede hacerlos sentir muy vulnerables, tristes, con miedo, confundidos, con mucha incertidumbre sobre el futuro y gestar de ahora en más, un importante miedo a los cambios.

Pueden que tengan momentos de nostalgia sobre Navidades pasadas: una sola casa con ambos padres, tradiciones compartidas, el calor de sentirse todos juntos. Será importante que los padres no intenten compensar con regalos materiales y experiencias superficiales de distracción. Permitirles tener espacios en donde puedan hablar de sus emociones, hasta llorar si es necesario, será el regalo más sano y coherente que puedan darles en estas fiestas. Todos en la familia procesaran el duelo, a su tiempo y a su modo, pero los hijos no tienen todas las herramientas desarrolladas como para enfrentarlos solitos. Entonces, ahí deben estar sus padres.

Por eso, la manera en que los padres hablen con sus hijos en este tiempo es clave. Será imprescindible hablar con la verdad, sin entrar en detalles que los puedan abrumar, pero sí con sencillez y sin culpas. Frases como “te amamos como siempre, eso no cambiará nunca” ordenan más que cualquier discurso elaborado. Los chicos no necesitan comprender los conflictos de pareja, necesitan confirmar que sus padres sieguen siendo su lugar seguro. Sostener es validar lo que sienten, sin alimentar falsas esperanzas. Decirles “entiendo que te gustaría que estemos juntos, y también entiendo que estás triste” es mucho más sano que esquivar el tema.

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La manera en que los padres hablen con sus hijos en este tiempo es  clave.

La manera en que los padres hablen con sus hijos en este tiempo es clave.

El valor de la organización

En este escenario, la organización se vuelve un acto de amor. Definir con anticipación dónde la pasarán los chicos en cada fecha, cómo se repartirán los tiempos, quién los busca o quién los lleva, incluso hasta cuales serán los regalos, evita tensiones innecesarias. Cuando los adultos se organizan, los niños se tranquilizan. La previsibilidad da paz a los hijos, el caos emocional de los padres siempre se filtra en el corazón infantil. Sobre todo, será imprescindible que no haya discusiones ni peleas de los padres frente a los hijos. Este no es el momento de reprochar ni remediar cosas. Pelear solo agrava la situación, impide que los chicos se abran al dialogo y a compartir sus sentimientos, los llena de culpa y de miedo por la fragilidad familiar que representa. Con madurez, estas fiestas pueden ser el inicio de un aprendizaje profundo: el de separar la historia de pareja de la responsabilidad como padres. El de entender que el amor de adultos puede transformarse, pero el amor hacia los hijos no se negocia ni se divide.

No se trata de que estas fiestas sean perfectas. Se trata de que sean honestas y cuidadas. Porque al final, el matrimonio puede dejar de ser, pero la familia no se termina nunca. Cambia de forma, de dinámica, de tiempos, pero sigue existiendo. Y en medio de todo ese movimiento, hay una verdad que permanece intacta: la paz de los adultos será siempre el refugio más seguro de los niños.

* Lic. Milagros Ramírez.

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