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La lectura con los niños: la máquina del tiempo que iguala oportunidades

La lectura desde niños potencia inteligencia y memoria colectiva: prolonga la vida, promueve movilidad social y protege del analfabetismo de las pantallas.

Un niño, un joven que no lee al menos diez libros al año, no podrá leer su vida y no podrá leer la realidad.

Un niño, un joven que no lee al menos diez libros al año, no podrá leer su vida y no podrá leer la realidad.

Archivo MDZ

La lectura, especialmente con los niños, no es un mero entretenimiento; es esencial para el desarrollo de la inteligencia y la memoria colectiva. La ausencia de este hábito condena a la persona a una existencia limitada, quedando ensimismado en su propia experiencia.

Esta reclusión no solo "empequeñece su frontera sensorial" y "ahoga la capacidad de razonar", sino que, más grave aún, desaprovecha la única oportunidad que la vida da para conocernos a nosotros mismos. El acto de leer nos saca de nuestra burbuja temporal y espacial. Nos permite trascender la corta duración de nuestra vida biológica, un concepto que el gran escritor y semiólogo Umberto Eco exploró profundamente. Para él, el libro era la máquina del tiempo y la memoria definitiva.

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El acto de leer nos saca de nuestra burbuja temporal y espacial.

El acto de leer nos saca de nuestra burbuja temporal y espacial.

La lectura como prolongación de la vida

Eco sostenía que nuestra verdadera riqueza no se mide en bienes, sino en experiencias acumuladas, muchas de ellas prestadas a través de la tinta y el papel. En su texto "Por qué los libros prolongan nuestras vidas", él explica con gratitud:

"Estoy muy agradecido a todos aquellos que, escribiendo para mí, me han concedido una vida tan larga que no puedo recordarla toda de golpe y debo recordarla en cuotas. Por esto, espero vivir mucho para poder recordar todo lo que me han contado. No, no es por el éxito por lo que hace falta leer. Es para vivir más".

Esta idea se cimienta en una visión histórica de la memoria humana. Antes del lenguaje y la escritura, el hombre nacía sin experiencia acumulada y moría sin reflexionar acerca de su experiencia y la de otros. Pero con la invención de la escritura, la memoria de la especie —los mitos, las lecciones, los hechos— se conservó y se transmitió. Los libros son, en la actualidad, nuestros viejos, la fuente de toda sabiduría pretérita.

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Eco sostenía que nuestra verdadera riqueza no se mide en bienes, sino en experiencias acumuladas.

Eco sostenía que nuestra verdadera riqueza no se mide en bienes, sino en experiencias acumuladas.

La riqueza del lector frente al analfabeto

Eco hace una distinción fundamental entre la vida de un lector y la de quien no lo es (sea analfabeto de origen o de retorno). "Nuestra riqueza respecto del analfabeto (o del que, alfabeto, no lee) consiste en que él está viviendo y vivirá solo su vida y nosotros hemos vivido muchísimas".

El lector, a sus veinte años, es como si hubiera vivido cinco mil, pues los hechos y las lecciones aprendidas por sus antepasados forman parte de su bagaje cognitivo. El analfabeto, en cambio, padece de "arteriosclerosis desde niño", porque no recuerda (porque no sabe) lo que ocurrió antes de su propio nacimiento. Además, la lectura nos da la capacidad de discriminar entre la verdad y la mentira. El analfabeto, al no conocer las culpas de los demás, termina por desconocer sus propios derechos.

El libro: herramienta de movilidad social y antídoto contra el miedo

La lectura es una herramienta de movilidad social insustituible. Si las políticas públicas lograran facilitar el acceso de todos a la lectura, se estaría construyendo "una sociedad más igualitaria, en la que los esclavos modernos, los pobres, tendrían acceso a la más eficaz herramienta de movilidad social: el saber." Al igual que la rueda, la escritura y la imprenta han sido vistas con recelo, como si fueran a atrofiar la inteligencia. Eco desestima este temor: "Con esto no quiero decir que, por esa razón, no nos debamos preocupar de nada... si acaso, la escritura nos ha hecho más hábiles para comprender cuándo debemos detenernos, y quien no sabe detenerse es analfabeto, aunque vaya en cuatro ruedas".

El libro es un seguro de vida, una pequeña anticipación de inmortalidad, que funciona más hacia atrás que hacia adelante, permitiéndonos disfrutar de la acumulación de la experiencia humana. Es "como viajar para los que no pueden sacar el pasaje". Nos basta con acercar un libro a la mano de un niño para abrirle el mundo.

La rueda, la siembra, la escritura y la imprenta fueron grandes inventos de la humanidad. Pero la lectura para hoy el elemento más olvidado. Un niño, un joven que no lee al menos diez libros al año, no podrá leer su vida y no podrá leer la realidad. Será un analfabeto anónimo, porque será analfabeto sin saberlo. Hoy el celular y las redes, lejos de conectar y conectarnos produce nuevos analfabetos, una nueva generación de ignorantes.

* Mg. Juan Manuel Ribeiro, especialista en educación.