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La gente feliz no jode: una mirada desde las neurociencias

Las neurociencias explican cómo el bienestar anímico reduce la agresividad y mejora vínculos; hábitos simples activan circuitos que favorecen la empatía.

La gente feliz no jode porque se ocupa de sí misma, no de destruir al otro.

La gente feliz no jode porque se ocupa de sí misma, no de destruir al otro.

Archivo MDZ

Hay frases que se instalan con tanta fuerza popular que terminan siendo casi un diagnóstico social. “La gente feliz no jode” es una de ellas. Breve, directa y poderosa. Pero, ¿qué hay detrás de esta afirmación cuando la observamos desde las neurociencias y la inteligencia emocional?

La neurobiología de la felicidad muestra que un cerebro en equilibrio tiende naturalmente a la cooperación, la empatía y la calma. Cuando las personas experimentan bienestar, no euforia momentánea, sino un estado sostenido de armonía interna, su sistema nervioso libera neurotransmisores como la serotonina, la dopamina y la oxitocina. Estas sustancias modulan el estrés, aumentan la sensación de seguridad y nos predisponen a vincularnos desde la confianza (Davidson & Begley, The Emotional Life of Your Brain, 2012).

Por el contrario, en un cerebro bajo amenaza o en estados de carencia emocional operan desde el sistema límbico, especialmente la amígdala, que reacciona desde el miedo y la defensa. En ese modo, aparece la irritabilidad, la crítica constante, el enojo sin causa aparente o la necesidad de controlar y dañar a otros. No es maldad, es biología emocional desregulada (LeDoux, The Emotional Brain, 1996).

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Cuando las personas experimentan bienestar, no euforia momentánea, sino un estado sostenido de armonía interna.

Cuando las personas experimentan bienestar, no euforia momentánea, sino un estado sostenido de armonía interna.

Las personas felices no “no joden” porque sean mejores, sino porque están en coherencia. Porque su energía psíquica está disponible para crear, conectar y disfrutar, no para atacar. Han aprendido, con trabajo interno, a reconocer sus emociones, gestionarlas y no descargarlas sobre los demás.

Desde las neurociencias sabemos que el bienestar se entrena

La neuroplasticidad permite generar nuevos circuitos de calma, empatía y autoconocimiento (Doidge, The Brain That Changes Itself, 2007). Es decir, podemos aprender a no “joder”. A no ser ese factor de ruido en la vida de otros. Y eso se logra entrenando la atención, el agradecimiento, la regulación emocional y el propósito (Siegel, Mindsight, 2010; Fredrickson, Positivity, 2009).

En un mundo donde sobran las quejas y escasea la amabilidad, recordar esta frase es casi un acto de higiene emocional: la gente feliz no jode porque se ocupa de sí misma, no de destruir al otro.

* Verónica Dobronich, fundadora de Hub de Emociones, lidera este espacio con la convicción de que el bienestar emocional es clave para la vida y el trabajo.