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¿Jirafa, elefante o jirafante? Una reflexión para cambiar la mirada

Entre jirafa, elefante y 'jirafante', una reflexión sobre cómo miramos la realidad de las personas y qué actitud elegimos contagiar en tiempos de crisis.

Mirar distinto no es ingenuidad; es higiene emocional.

Mirar distinto no es ingenuidad; es higiene emocional.

Dependiendo hacia dónde apuntemos la mirada, podemos terminar viviendo amargados, desesperanzados y contagiando oscuridad… o podemos vivir agradecidos, alegres y convencidos de que la vida sigue siendo un regalo para compartir. Por eso vale preguntarse: ¿qué condiciona mi forma de mirar? ¿cómo interpreto lo que veo? ¿qué eligió mi mente cuando “edita” la realidad?

Autores como Silvio Rodríguez o Facundo Cabral intuyeron este dilema

Hoy me toca poner mi propia cuota de reflexión, porque en Chile —y sospecho que en más rincones de nuestra región— las miradas se están crispando.

Las personas jirafa: Nunca deja de sorprenderme cuánta gente vive comparándose hacia arriba. Una ambición sana puede ser motor, pero a muchos pareciera que se les estira el cuello hasta volverse “jirafas”. Viven mirando lo que otros tienen: casas, cuerpos, trabajos, popularidad, dinero, estudios, color de piel, estatus, todo sirve para medirse.

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Nunca deja de sorprenderme cuánta gente vive comparándose hacia arriba.

Nunca deja de sorprenderme cuánta gente vive comparándose hacia arriba.

Y cuando bajan la vista a su propia vida, sienten que están “en menos”. Ese vacío los aleja de su centro, los hace culpar a alguien por su desdicha y los entierra en una frustración que no se sacia con nada. Desde ahí brotan la rabia, la envidia, la agresividad y ese pesimismo contagioso que se lanza a profetizar desgracias: “todo está mal”, “el país se hunde”, “hay que irse”.

Esta mirada alta y amarga no solo habita individuos; también se instala en pueblos enteros. En Chile, por ejemplo, solemos mirar obsesivamente a países más desarrollados y quedarnos atrapados en la sensación de que nunca alcanzamos. Y en tiempos de crisis eso se convierte casi en epidemia emocional.

En Chile solemos mirar a países más desarrollados

Las personas elefante: En el extremo opuesto hay seres que viven con una gratitud casi infantil. Son como elefantes jugando en el barro: felices con lo que hay, rodeados de su gente, sin enredarse en las comparaciones. No miran a las jirafas porque las sienten demasiado “estiradas” para su mundo sencillo. Pueden vivir en un castillo o en un barrio humilde y la alegría les brota igual. Son simples, tiernos, generosos, y suelen abundar entre quienes han crecido con poco. No aspiran a acumular; celebran lo que existe y se vuelven maestros de paz y bienestar. Como los pueblos que, a pesar de las dificultades, conservan un pulso festivo —Colombia, Brasil, Cuba— y sostienen una identidad donde la adversidad no mata el espíritu.

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Personas felices con lo que hay, rodeados de su gente.

Personas felices con lo que hay, rodeados de su gente.

Las personas jirafantes: existe, sin embargo, un tercer tipo: los jirafantes, una especie rara y urgente. Son personas capaces de mirar hacia arriba sin envidiar y hacia abajo sin paternalismo. Tienen “cuello largo” para entender a los privilegiados y “trompa al ras de la tierra” para tocar la vida de quienes cargan más dificultades. El jirafante no necesita la riqueza para ser feliz, pero sí la pone en circulación: busca tender puentes, aliviar necesidades, conectar mundos. Se toma el tiempo de conocer historias, escuchar dolores, celebrar alegrías y mover lo que está a su alcance para que la vida sea más justa. Ese equilibrio —mirar completo, agradecer lo propio, no aferrarse a lo material y entender que la vida gira para todos— les da una libertad luminosa. Y los vuelve fecundos: donde llegan, algo se vuelve más amable.

En Chile, y en todo el continente, las jirafas se multiplican

Y quizás la llegada de tantos pueblos vecinos, con sus alegrías y resiliencias, pueda ayudarnos a despertar más jirafantes. Mirar distinto no es ingenuidad; es higiene emocional. Si afinamos la perspectiva, podemos ser menos ingratos con lo que sí tenemos y menos catastrofistas con lo que falta. Este podría ser un buen momento para elegir qué animal queremos ser. Y también para preguntarnos qué mirada estamos contagiando.

* Trini Ried Goycoolea. Periodista y escritora, especialista en vínculos.