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Guillermo Barrantes: "Está en uno convertir un callejón sin salida en un desvío hacia algo mejor"

El guionista y escritor Guillermo Barrantes nos cuenta sobre sus pasiones, desde la astronomía hasta la escritura de mitos y su experiencia en el cine y teatro.

Guillermo Barrantes

Guillermo Barrantes

Santiago Aulicino / MDZ

En esta entrevista, conversamos con Guillermo Barrantes, un guionista y escritor que supo combinar sus pasiones por la mitología, el terror y la ciencia. Con una larga trayectoria que abarca tanto la literatura como el cine, Barrantes nos revela cómo sus intereses personales, como la astronomía y el fútbol, se entrelazan en sus obras y su forma de escribir.

A lo largo de la charla, Barrantes nos comparte anécdotas de su vida personal y profesional, hablando de su amor por los mitos urbanos, su incursión en la escritura de novelas policiales para jóvenes y su experiencia como guionista en la serie "Tierra incógnita", la primera serie de terror realizada por Disney en Argentina. Sin duda, un recorrido fascinante por la mente de uno de los guionistas más inquietos y creativos del panorama nacional.

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Entrevista Guillermo Barrantes

-Estamos en el living de MDZ conversando con Guillermo Barrantes. Guillermo es guionista, autor de varios libros. Es esposo de Romina hace más de 28 años... y papás de Dante Lahuén.
-Sí, claro. Sí, sí. Desde el ´93. Desde el ´90, que en realidad nos conocimos y empezamos a noviar, como se decía antes. Y en marzo del ´97 nos casamos. Dante Lahuén, exactamente, que hoy tiene 20 años y es estudiante de periodismo deportivo. Ah, lo vamos a tener en breve como colega. La parte del deporte se la contagié yo también. Mucho deporte con mi viejo: tenis, olimpíadas, fútbol, siempre en casa. Y bueno, a Dante también le picó el bichito del deporte. Le gusta todo. El fútbol siempre fue el deporte más investigado, más mirado. Y te gustaba el fútbol, que es parte de tu saga de los mundiales, de los libros de fútbol . Empezaste a estudiar astronomía, que es otra parte importante que se encuentra en tu forma de escribir, y sos apasionado por la mitología también. Todo eso mezclado en la literatura. Todo eso: una sopa mítica. Sí, porque empecé metido en el mundo de la ciencia ficción, el terror, el género fantástico. Era lo que yo leía de chico: leía a Isaac Asimov, leía a Carl Sagan, que fue un astrónomo que escribió Cosmos, un libro de divulgación muy famoso. En su momento ganó el Pulitzer; se hizo una serie en los 70 cuyos episodios están en YouTube. Se actualizó la serie y estuvo por una plataforma, conducida por un astrónomo contemporáneo. Lo de Carl Sagan fue mítico en cuanto a divulgación, y también escribió una novela como Contacto, que fue llevada al cine. Ahí me debatía yo, en aquellas edades, entre la literatura y el cine —que me gustaba muchísimo— y el género fantástico, donde uno podía volar con la mente y pensar mundos extraños; y la ciencia. Cosmos fue tan fuerte cuando lo leí —yo estaba en tercer año de secundaria— que me llevó a anotarme en la Facultad de Astronomía en La Plata. Yo vivía en Temperley, así que viajaba todos los días: casi dos horas de ida y vuelta. Estuve dos años ahí. Para mí era mi lugar en el mundo. Yo me imaginaba como científico, astrónomo: escribiendo cuentos, dando clases, mirando por el telescopio. Me sigue gustando, me sigue apasionando. Siempre sigo leyendo sobre astronomía, física, ciencia, mecánica cuántica. Me encanta.

-¿Y lo vas volcando en tu manera de escribir después? Aunque parece un lugar bastante opuesto a la mitología.
-Yo creo que están muy relacionados. Las dos ramas tienen sus misterios y sus formas de abordarlos. La ciencia con sus pasos rigurosos —que están muy bien, los defiendo y los uso cuando investigo algún mito urbano— porque creo que así, desafiando al mito con la ciencia, te quedás con las mejores historias: esas que dejan preguntas sin respuestas incluso a lo racional. ¿Cómo surge el mito? ¿Es algo que ocurrió en un momento y la gente lo empezó a contar? ¿Es algo que te cuentan a vos? ¿Lo imaginás? Pensando en mitos urbanos: lo primero que leí y dije “wow” fue ese tipo de historias que tienen todo lo que me gusta del género fantástico, pero se dice que le pasó a alguien. Que en algún lado pudo investigarse. “Se dice, se cuenta”… esa es la base del mito. Si uno lo corroborara todo, sería noticia. Y si se echara todo por tierra, sería una fake news. El mito vive en ese pasillo entre lo que es y lo que no es: en la pregunta, en la búsqueda constante de respuestas. Ahí vive. Hay cosas que se pueden corroborar y cosas que se pueden suponer. Y hablando de investigación: también escribiste policiales.Sí. No novelas, sino cuentos. Estoy escribiendo una novela policial, pero hasta ahora son cuentos. El primer cuento del detective Ninurta fue un policial negro, en la antología Gritos lejanos (Quipu). Era mi único cuento policial: Ninurta estaba investigando y tras los pasos de un asesino. Pasan los años y otra editorial, Santillana, me pide un cuento para un manual —creo que de sexto grado— y querían un policial para que los estudiantes tuvieran un primer acercamiento al género: pistas, sospechosos, coartadas. Pero sin truculencia, sin sangre, casi sin crimen. Uno siente que te piden un pancho sin salchicha. Fue un desafío. Hay autores a los que no les gusta escribir por pedido. A mí, me encanta. Encontré libros enteros gracias a eso. Este cuento tampoco pensaba escribirlo para chicos del final del primario. Pero asumí el desafío. Así nació Robo a la carta: Ninurta llega a un restorán y el chef, conocido suyo, le confiesa que le robaron la receta familiar de la salsa. Entre los presentes está el ladrón. Es un caso tipo “habitación cerrada”: cierran el restorán y Ninurta, con su poder deductivo, resuelve el misterio. Después el cuento se edita en el manual y ahí me doy cuenta de que este Ninurta es un detective ya jubilado. Yo no lo decía, pero estaba sentado comiendo, no investigando. Iba siempre al restorán. Pensé: esta es su etapa de jubilación. No como en La marca del artista. Acá está retirado, no quiere investigar, pero los enigmas lo llaman. Me gustó esa etapa y escribí un libro con distintos casos de este detective jubilado.

-¿Y cómo funcionó con los chicos?
-Muy bien. Además del policial, el libro invita a caminar por Perogrullo, el pueblo natal de Ninurta.Hay un mapa; pueden ubicar cada caso. Aunque son cuentos, también es una historia: pueden seguir al detective y a su gata Hela—su Watson— por el pueblo. Terminé el segundo libro, que saldría en la Feria del Libro de Buenos Aires el año que viene. ¿Y en cuanto a cine y a series: guionaste una película argentina? Sí. La película se llama Ecuación. Fue filmada íntegramente en Argentina. El libro surgió a partir del guion Víctor Coviello desde 2004. Quería una historia relacionada con un mito. Yo me quedé con el guion; Víctor se bajó. Fueron años de estudio y trabajo en la historia. La película se estrenó en 2016. El mito que tomamos fue el del Ángel Maldito: una estatua maldita del Hospital Rivadavia. Un doctor perseguido por la muerte. ¿Cómo matás a la muerte? Esa fue la idea de Ecuación: los malditos de Dios. Primero película, después novela. En la novela, con Víctor, pudimos poner lo que el presupuesto del Incaa no permitió filmar. Estuve todos los días del rodaje; fue un sueño ver lo imaginado. Luego salió la novela editada por Planeta.

"Yo no pude seguir estudiando Astronomía"

Yo no pude seguir estudiando Astronomía

-Por otra la serie: Tierra incógnita, más nueva, ¿está en plataformas?
-Sí. Se filmó en Necochea, en el parque cervecero de Quilmes, en estudios y en Pilar. Es terror: la primera serie de terror hecha por Disney en Argentina. Ahí sirvió la experiencia del cuento Robo a la carta, porque era contar terror con límites, para un público Disney. ¿Cómo contar un parque abandonado y embrujado, desapariciones, y que Mickey no baje a decir “esto no”? Trabajamos con Celeste Lambert y después con Javier Rozenwasser. Fuimos tres guionistas. Hubo que convencer a Disney de que se podía contar terror juvenil. Se pudo. Trabajamos casi tres años en las dos temporadas. La primera fue nominada al Emmy.

-Previo a la entrevista, nos contabas que uno de tus primeros trabajos ¿fue asustar, literalmente?
-En un tren fantasma. Yo no pude seguir astronomía porque en casa me dijeron que no se podía viajar más, dos horas todos los días. Tenía clases mañana y tarde; no podía conseguir un trabajo nocturno en La Plata. Me iba bien, mucha matemática y álgebra —me encantan— tenía amigos. Me veía astrónomo. No se pudo. A los chicos, cuando doy charlas en los colegios, les cuento que van a recibir golpes así, y que está en uno convertir un callejón sin salida en un desvío hacia algo mejor. Salí a trabajar: vendí cursos de computación casa por casa, hice de todo. Uno de los trabajos fue en el Shopping Sur, en Avellaneda. Tenía autos chocadores, carruseles, peloteros y un tren fantasma. Cuando vieron que me gustaba asustar, me pusieron fijo ahí. Asustaba diez, once horas por día. Hacía un poco de teatro: me ponía en medio la vía vestido de la muerte, una muerte de tres metros. Miraba por el cuello que tenía tela mosquitero. Hermosa etapa. Algo del terror y de los mitos que me estaba llamando.

-¿Y al teatro te seguís asomando?
-Siempre fui un poco caradura. Imitaba personajes, me gustaba el teatro y el cine. Ahora con Tato Broda —comediante—, a quien conocí cuando yo estudiaba cine: él actuó en un corto mío. Después él siguió su carrera. Cuando nos veíamos, yo contaba mitos y él les encontraba la vuelta con algo de humor. Hicimos una función privada para probar. Salió genial. Lo propusimos al Chacarerean, un teatro mítico de Palermo. La primera función fue el mes pasado; lleno. Es mitos, comedia, consultorio paranormal: la gente cuenta lo que le pasa y nosotros “recetamos” algo. La pasamos genial. Tenemos otra fecha el 13 de diciembre, sábado, en el Chacarerean a las 22:30. Entradas para los que se atrevan por Plateanet o en mis redes @GuilleBarrantes1. En Facebook también tengo perfil.

-Cerrando esta conversación, si te parece nos despedimos con uno de los mitos que vos elijas para compartir.
-Me gustan todos. Suelo elegir el taxi de Chacarita. Me marcó el camino: entendí que no alcanzaba con un fantasma en una esquina; tenía que haber una historia que valiera la pena ser contada. Este mito dice que si salís del cementerio no conviene tomar un taxi. Te puede tocar uno en el que sentís un frío raro. No reconocés las calles. Le preguntás al chofer qué camino tomó y ves una mano cadavérica en el volante. Pensás si está en una dieta estricta. Tocás su hombro y tu propia mano está igual de cadavérica. El frío era el de la muerte, que maneja el taxi. El taxi se detiene y la Parca dice: “Hemos llegado a su destino final”. Están otra vez en la puerta del cementerio, para que elijas tu lugar entre los muertos. Todo mito urbano tiene una base investigable. El mito vive ahí: en el barrio. Podés ir, hablar con sepultureros, con tacheros. Se dice, se cuenta: esa es la base del mito. Es el alma de un barrio.

"Es la primera serie de terror de Disney en Argentina"

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