Enfermedades transmitidas por animales: la amenaza crece con el cambio climático
Casi la mitad de las enfermedades transmitidas por animales afectan la salud humana y se expanden en nuevas regiones, advierte la OMSA.

Los murciélagos son una de las principales especies vinculadas a enfermedades transmitidas por animales. Foto: EFE
Las enfermedades transmitidas por animales avanzan hacia territorios donde antes no estaban presentes. Según la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA), el cambio climático y la degradación ambiental aceleran esta expansión, aumentando el riesgo de brotes y pandemias zoonóticas que impactan en la salud pública y la economía.
La primera consecuencia de esta situación es económica. Más del 20% de las pérdidas globales en producción de alimentos se deben a patologías animales. En Argentina, la Cámara Argentina de la Industria de Productos Veterinarios (Caprove) calcula pérdidas anuales de $60.000 millones, lo que afecta la producción de proteínas de calidad y el acceso de la población a alimentos seguros. Para Francisco Nacinovich, jefe de Infectología del Instituto Cardiovascular de Buenos Aires (ICBA), este impacto convierte a la prevención en un tema clave de políticas públicas y seguridad alimentaria.
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Pero el problema no se limita a lo económico. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 60% de las enfermedades infecciosas humanas tienen origen animal y el 75% de las emergentes son zoonosis, es decir, transmitidas de animales a personas. Tomás Orduna, exjefe del Servicio de Medicina Tropical y Medicina del Viajero del Hospital F. J. Muñiz de Buenos Aires, advierte que en Argentina estas enfermedades “constituyen una amenaza activa en latente expansión”. Ejemplos concretos son la rabia en murciélagos, que obliga a mantener la vacunación en mascotas, la leptospirosis transmitida por ratas o perros infectados en grandes ciudades y la leishmaniasis visceral canina, presente en nueve provincias y potencialmente mortal para humanos.
La vigilancia epidemiológica, el uso responsable de antimicrobianos y la vacunación son herramientas indispensables para frenar la propagación. Sin embargo, estas estrategias deben ir acompañadas de un abordaje ambiental que contemple el rol del cambio climático y la degradación de los hábitats en la propagación de los virus.
Cambio climático y expansión de zoonosis
El cambio climático funciona como un catalizador que acelera la aparición y propagación de enfermedades de origen animal. La deforestación, la urbanización no planificada y la sobreexplotación de recursos hídricos modifican los hábitats naturales, favoreciendo el contacto entre especies silvestres y comunidades humanas. El desplazamiento de murciélagos, roedores y mosquitos a zonas habitadas multiplica el riesgo de transmisión.
En América, las consecuencias ya son visibles. Entre 2014 y 2023 se registraron 3,8 millones de casos de chikungunya, pero solo en 2023 se superaron los 4,1 millones de casos de dengue, lo que evidencia la rápida expansión de los mosquitos vectores. Proyecciones internacionales indican que para 2080 habrá 2.250 millones de personas más en riesgo de contraer dengue, una cifra alarmante en términos de salud global.
A esto se suman los eventos climáticos extremos. Inundaciones y las lluvias intensas han sido vinculadas a brotes de leptospirosis y cólera en la región. A nivel mundial, un estudio en Nature estima que el cambio climático podría provocar al menos 15.000 eventos de transmisión viral entre mamíferos para 2070, lo que incrementa la posibilidad de nuevas pandemias. También el aumento de la temperatura marina favorece bacterias como Vibrio cholerae y potencia patógenos como Shigella y Salmonella.
Prevención y el enfoque Una Salud
La estrategia de prevención es fundamental. Para Edgardo Marcos, director del Instituto de Investigaciones en Epidemiología Veterinaria (IIEV UBA), medidas como la vacunación, la bioseguridad y la mitigación del cambio climático son clave para crear barreras epidemiológicas que protejan tanto a comunidades como a especies animales enteras. Al mismo tiempo, reduciría el uso de antibióticos, lo que ayuda a combatir otro desafío crítico: la resistencia antimicrobiana.
Cada año, alrededor de 700.000 personas mueren en el mundo por infecciones resistentes a medicamentos, y el 60% de los patógenos resistentes provienen de animales. Si no se toman medidas, para 2050 esta cifra podría escalar a 10 millones de muertes anuales. La prevención mediante vacunación y un uso prudente de antibióticos bajo supervisión veterinaria y médica es vital para frenar este escenario.
Frente a este panorama, organismos internacionales como la OMSA, la OMS y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) promueven el enfoque Una Salud (One Health). Este modelo integra la salud humana, animal y ambiental en una estrategia coordinada para anticipar brotes, reducir riesgos y garantizar alimentos seguros. En esa línea, MSD impulsó el encuentro “Una Salud”, donde especialistas debatieron cómo la innovación y la cooperación entre médicos y veterinarios son clave para enfrentar los desafíos actuales.