El día que todo cambió: reflexiones de un padre sobre el suicidio adolescente
Un padre comparte su experiencia y dolor al enfrentar el suicidio adolescente, con reflexiones que buscan generar conciencia y apoyo.

Mi hija Valentina Muñoz.
GentilezaHoy es el Día Mundial de la Prevención del Suicidio. Una fecha para generar conciencia, pero también para ponerle palabras a esos silencios que duelen. Hablo desde un lugar en el que nunca quise estar: el de un padre que perdió a su hija por suicidio.
El 14 de noviembre de 2017 mi vida se partió en dos. Una llamada me informó que mi hija Valentina había intentado quitarse la vida y estaba en el hospital. En ese instante, el tiempo se detuvo. Quise aferrarme a la esperanza, convencido de que sería un episodio difícil, pero superable. Sin embargo, al llegar al hospital, la realidad me golpeó con una crudeza imposible de describir: Valentina ya no estaba.
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Ese día comenzó un camino de dolor y preguntas sin respuesta. Como padre, me enfrenté a un vacío irreparable. Como criminólogo, busqué explicaciones, patrones, señales que me ayudaran a comprender.
El silencio que duele más que las palabras
El suicidio adolescente sigue siendo un tabú. Nadie sabe cómo hablar del tema y, muchas veces, se opta por callar. Pero ese silencio pesa, y duele más que las palabras. Desde el primer día sentí miradas cargadas de compasión y juicio, preguntas implícitas como: “¿por qué no lo vio venir?”.
A ese silencio lo sostienen mitos peligrosos. Uno de ellos es creer que hablar de suicidio lo provoca. Otro mito común es pensar que el suicidio es siempre una decisión impulsiva. La realidad es distinta: en muchos casos es la consecuencia de un dolor acumulado, de factores emocionales, psicológicos y sociales que no siempre son visibles.
Y también está esa frase cruel y equivocada de que “suicidarse es de cobardes”. Nada más lejos de la verdad. Llegar a ese extremo no habla de debilidad, sino de un sufrimiento tan profundo que la persona siente que no hay salida posible. Reconocerlo es el primer paso para comprender y acompañar.
El duelo desde dos miradas
El duelo por la pérdida de un hijo es un camino sin mapa. Desde el lugar de padre, se traduce en la ausencia de su risa, sus abrazos y su voz. Desde mi mirada de criminólogo, entendí que incluso con experiencia y conocimientos, nadie está exento.
Con el tiempo descubrí que el duelo no es lineal. Hay días en los que la herida parece cicatrizar, y otros en los que se abre como si todo hubiera ocurrido ayer. Lo único que cambia es la forma en la que uno aprende a convivir con ese dolor.
Un llamado urgente: hablar salva vidas
Escribo este artículo en homenaje a mi hija Valentina y a todos los jóvenes que no encontraron otra salida. La experiencia más dura de mi vida me enseñó una verdad simple: hablar salva vidas. Escuchar sin juzgar abre puertas. Acompañar a tiempo puede marcar la diferencia.
La prevención no es tarea exclusiva de especialistas. Padres, madres, docentes, amigos y toda la sociedad debemos atrevernos a hablar, a preguntar y a acompañar.
Hoy elijo transformar la ausencia de Valentina en un mensaje de esperanza. Que su memoria ilumine el camino para que otras familias no tengan que vivir lo que yo viví.
Hablar es el primer paso para sanar
Si vos o alguien que conocés está atravesando un momento difícil, no estás solo. Pedí ayuda.
* Lic. Eduardo Muñoz. Criminólogo. Divulgador en Medios. Análisis criminológico aplicado a temas sociales de actualidad y seguridad.
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