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Eduardo Costantini: "Ser millonario no es el summum de la vida", evalúa el creador de Nordelta

"La mejor inversión es el amor", confiesa el empresario Eduardo Costantini a La Fábrica Podcast y MDZ te lo cuenta en el ciclo Argentinos que construyen.

Invertí 15 millones de dólares en Alpargatas y me decían que estaba loco. Al año siguiente valía 1.000 millones”, muestra Costantini. 

"Invertí 15 millones de dólares en Alpargatas y me decían que estaba loco. Al año siguiente valía 1.000 millones”, muestra Costantini. 

La historia de Eduardo Costantini podría ser una película sobre visión, riesgo y sensibilidad. Él mismo la cuenta en La Fábrica Podcast, sin épica ni artificios. Habla con serenidad, con el tono de quien vio pasar ciclos enteros de la economía argentina.

El empresario que creó una ciudad desde cero, Nordelta, y fundó uno de los museos más prestigiosos de América Latina, el Malba, no perdió de vista lo esencial: “Ser millonario no es el summum de la vida. La mejor inversión es el amor”, dice, casi en voz baja, pero con una convicción que atraviesa toda la charla.

“Charlar con jóvenes me entusiasma. Los chicos nacen con la computadora en la mano. El avance tecnológico ha hecho que nosotros, los más grandes, nos apoyemos en ustedes”, arranca, sonriendo.

Un chico que hacía lío

Costantini nació en San Isidro, en una familia inmensa: “Éramos trece hermanos, con mis padres y mis abuelos. En la casa éramos 18. Cuando tenés una familia con muchos hijos, es una fiesta. Mi madre era divina, con una energía asombrosa. Se dedicaba a la filantropía, no con dinero, pero sí con tiempo”.

De chico, era el humorista del clan. “Yo hacía de payaso, contaba chistes a mis tíos. Mi hermano Rodolfo era el capitalista: yo hacía los números y él cobraba.” Pero su forma de llamar la atención lo llevó por otros caminos: “Para hacerme notar empecé a portarme mal. En el colegio hacía lío en vez de estudiar. Llegó un momento en que me dejaban parado en el lobby. No aprendí nada de inglés y repetí un grado”.

Sus padres, desesperados, lo enviaron pupilo. “Era una especie de cárcel. No podías hablar, caminabas en fila india. Fue un golpe muy duro, pero ahí hice un cambio anímico. Empecé a estudiar. Mis hermanos jugaban y yo me iba los domingos a Plaza Once para encerrarme hasta el viernes. Si tenías buenas notas te ibas antes, si no, hasta el sábado. Me llevaba ocho materias. Pasé de año, y empecé a encontrarle sentido.”

El adolescente rebelde se transformó en un estudiante aplicado. “Terminé quinto año casi de abanderado, con promedio 7.80. Me volví muy estudioso. Me gustaban la ciencia y la filosofía. Mi camino era sociología, filosofía y economía. Mi ideal era ser economista, trabajar en el sector público, ser presidente del Banco Central.”

El sueño de estudiar en Inglaterra

Eduardo Costantini - Ahorre Y Me Fui A Estudiar

Su carrera comenzó temprano. “A los 23 años ya tenía tres hijas. Iba a la UCA cuatro horas, pero trabajaba ocho. Vendía bufandas, paltas, castañas. Siempre vendía algo.”

Ahorró 25.000 dólares y decidió cumplir su sueño de estudiar en Inglaterra. “Apliqué a las mejores universidades. El 4 de febrero recibí el rechazo de todas. Con 6,50 no entrás. Me aceptó una universidad en Oxford. Fuimos los cinco. Era 1974, plena crisis del petróleo.”

“Mis hijas almorzaban gratis, yo pagaba dos libras. Éramos siete en el curso, dos desaprobaron. Al volver, mis amigos eran millonarios por la bicicleta financiera. Yo quería trabajar en el Banco Central: pagaban 200 dólares. Me decían que estaba loco.”

Hasta que una decisión lo cambió todo: “Propuse comprar bonos ajustables por inflación. Nadie me creyó. La inflación fue del 365%. El crédito se licuó. Pasé a ser Maradona en un año”.

"Me decían que estaba loco"

Esa visión lo acompañó siempre. “Compré acciones a 10 y valían 154 millones de dólares. Multipliqué por 15. Después invertí 15 millones en Alpargatas. Me decían que estaba loco. Les dije: ‘En 15 años va a valer 500 millones’. Al año siguiente valía mil millones.”

Vendió su participación en 1994 y enfocó su energía en el desarrollo inmobiliario. “Cuando empezamos Nordelta, todos decían que estaba loco. Lo que asustaba era la escala. Pero creíamos en eso: la escala te permite hacer una ciudad, bancar grandes obras, tener un lago de 200 hectáreas, donar 30 para educación, crear comunidad. El Estado no ayudó, cero.”

Más de 50.000 personas viven hoy en Nordelta. “Se invirtieron unos 5.000 millones de dólares. Da un 11% anual compuesto. Lo más interesante es que no hacemos ladrillos: creamos hábitat, comunidad. Nordelta es un organismo vivo.”

Ni siquiera la crisis del 2002 lo frenó: “Administrábamos 500 millones de dólares. Logramos devolver todo, sin cortar obras un solo día. Fue el momento más difícil”.

"Hay que construir y el riesgo país bajaría"

Eduardo Costantini - Cambios Gobierno

Así nació el Malba

Su pasión por el arte empezó casi por azar. “Tenía 20 y pico. Fui a comprar un helado y crucé a una galería. Vi un retrato que me emocionó. En el 81 conocí a un señor que sabía una barbaridad. Me dijo que lo que yo compraba no era bueno. Lo escuché y empecé a comprar mejor, con criterio.”

Así nació el Malba: “Apareció un terreno y dije ‘guau’. Pensé en un museo. Me deprimí porque tenía que adelantar mi muerte: donaba las obras. Después entendí que era todo lo contrario. Hicimos un concurso, se presentaron 150 estudios. Ganaron tres jóvenes cordobeses. No nos creyeron, nos putearon y cortaron. El edificio fue el más caro de la Argentina: 7.000 dólares el metro”.

En 2001 donó toda su colección: “Me quedé con un escritorio. Un día vino Rockefeller, se sentó ahí y después visitó el MALBA. Compré Diego y yo, de Frida Kahlo, por 35 millones de dólares. Esa obra hoy vale tres veces más”.

"Acabo de comprar el terreno más grande"

Eduardo Costantini - Terreno En Cerviño

Costantini no se detiene. “Acabo de comprar el terreno más grande de la Argentina. Queremos crear una especie de pueblito. Diseñar desde cero: calles, paisajismo, arte, panadería, restaurante. Son 42 mil metros, 65% verde. Una pequeña ciudad dentro de la ciudad.”

Hoy, más allá de los logros, el empresario reflexiona sobre lo esencial: “Ser millonario no es el zoom de la vida. La mejor inversión es el amor. Sin afecto no hacemos nada. El sentido de la vida son los valores. Ser buena persona, honesto con vos mismo, hacer lo mejor de vos”.

Y cierra con serenidad: “Si me encontrara con Dios, le diría que traté de ser un eslabón más en la cadena. De continuar el legado. Hice lo mejor que pude. Estoy muy feliz por lo que hago”.

El ciclo de MDZ Argentinos que construyen

En MDZ creemos que detrás de cada empresa, cada producto y cada innovación, hay personas que apuestan por el país. Argentinos que construyen es el espacio donde contamos sus historias: las de empresarios, emprendedores e industriales que, con creatividad, trabajo y perseverancia, logran transformar ideas en realidades y abrir oportunidades para muchos.

Aquí reunimos sus voces, en primera persona, para conocer cómo se levantan proyectos que impactan en la industria, el campo, la tecnología, el real estate, el deporte y tantas otras áreas.

En alianza con La Fábrica Podcast, los protagonistas nos comparten sus experiencias, aprendizajes y sueños. Son relatos que inspiran, ejemplos concretos de que con visión y esfuerzo es posible crecer. Historias de argentinos que, paso a paso, construyen un país más fuerte y pujante.