Dia mundial de la adopción: "Me enteré a los 27 que era adoptada y me cambió la vida para siempre"
Experiencias de Adopción, Patricia Bainberg comparte cómo descubrió su verdad de forma accidental, el duelo que atravesó y el amor que sanó su historia.
Patricia Bainberg
Agustín Tubio / MDZCada 9 de noviembre se conmemora el Día Mundial de la Adopción, una fecha que invita a visibilizar experiencias que muchas veces se viven en silencio. Patricia descubrió que era adoptada a los 27 años, en una charla de familia fortuita que le dio vuelta la vida.
El impacto emocional, las preguntas sin respuesta y el proceso de sanar, dieron paso a una historia donde el amor pesó más que el abandono. Hoy, con 63 años, elige hablar para ayudar a quienes aún cargan con las heridas de no saber de dónde vienen.
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- ¿Cómo fue el momento en el que te enteraste de que eras adoptada?
- Fue totalmente inesperado. Estábamos en una reunión familiar y una persona muy cercana empezó a hablarme como si yo ya supiera. Me dijo: “Ya sos grande, espero que esto no te genere un problema”. En ese momento, entendí todo. No hizo falta que me dijera nada más. Siempre había sentido algo extraño en mi historia. Aunque el amor de mis padres fue absoluto, había detalles que no encajaban: no había fotos de mi mamá embarazada, mis padres eran mucho mayores que los del resto de mis amigas, y esa sensación de no pertenecer del todo me había acompañado desde chica. Esa charla terminó de confirmar lo que yo ya intuía desde hacía mucho tiempo.
"Me enteré sin querer en una reunión de familia"
- ¿Qué hiciste después de esa revelación? ¿Lo hablaste con tus padres?
- No fue inmediato. Esa conversación ocurrió en septiembre y recién mes y medio después me animé a hablar con mi papá. Mi mamá ya tenía Alzheimer, así que ya no podía darme respuestas. Me costó mucho porque no quería herirlo. Había un vínculo muy fuerte y me aterraba que se sintiera traicionado o que pensara que yo lo iba a querer menos. Cuando finalmente me animé, su respuesta fue amorosa. Me dijo que él quería contarme, pero le había prometido a mi mamá no hacerlo, por miedo a que yo los rechazara. Fue un momento de mucha emoción. Me contó lo que sabía, aunque era muy poco, porque ni ellos tenían toda la información. Lo que sí me quedó claro fue que me amaban profundamente y que habían hecho todo lo posible para protegerme.
- ¿Cómo te sentiste emocionalmente en ese momento?
- Fue un torbellino. Al principio, lo que predominó fue el sentimiento de abandono. Me preguntaba: “¿Qué tenía yo de malo para que me dejaran?”. Fue una mezcla de tristeza, bronca e incertidumbre. No sabía ni mi verdadero cumpleaños, ni dónde había nacido, ni quiénes eran mis padres biológicos. Esa falta de información me dejó un vacío enorme. Años de terapia me ayudaron a empezar a reconstruir mi identidad. Fue un proceso muy largo. Me llevó más de 13 años poder transformar esa herida en gratitud. Porque con el tiempo entendí que detrás de ese abandono también había un acto de entrega y generosidad.
"Al principió sufrí el abandono"
- ¿Cómo fue tu relación con tus padres adoptivos durante tu infancia y adolescencia?
- Fue maravillosa. Mis padres me dieron una vida llena de amor. Me adoptaron cuando tenían cerca de 50 años, lo que en ese momento era inusual. Me brindaron todo: una excelente educación, la posibilidad de estudiar idiomas, acceso a los mejores médicos cuando me enfermaba. Eran personas cultas, sensibles, con una mirada abierta. Mi papá me acompañaba a la Cancillería, donde trabajaba, porque se sentía orgulloso de mí. Siempre me hicieron sentir valiosa, respetada y querida. Hoy los recuerdo con una mezcla de amor, admiración y gratitud. Para mis hijos, fueron verdaderos héroes.
- ¿Pudiste conocer a tu madre biológica o tener alguna pista sobre ella?
- No. Solo sé que tenía 17 años cuando me tuvo. Mi adopción fue ilegal, como muchas en Argentina: hubo dinero de por medio y un pacto de silencio. Eso hace que no haya registros oficiales. No sé mi nombre de nacimiento, ni mi fecha real, ni el lugar. Me pusieron una fecha de cumpleaños que coincide con el de una tía. Durante muchos años me hice preguntas: si estaría viva, si me recordaría, si alguna vez me cruzamos por la calle. Me hice un test de ADN que reveló que soy en un 80% italiana y el resto una mezcla europea, pero más allá de lo genético, lo que más me pesa es no tener esa parte de la historia. Aun así, si pudiera verla, solo le diría: “Gracias por darme la vida”.
- ¿Qué fue lo que más te ayudó a sanar esa herida tan profunda?
- La maternidad. Tener hijos me permitió revalorizar lo que significa cuidar, criar, acompañar. Ahí entendí muchas cosas. También fue clave reconocer el amor inmenso de mis padres adoptivos. Ellos me eligieron, me esperaron, me cuidaron. Nunca me faltó nada. Cuando ponés eso en la balanza, te das cuenta de que el abandono inicial queda ampliamente superado por el amor recibido. Empecé a cambiar mi narrativa interna: en lugar de pensar “me dejaron”, empecé a pensar “me eligieron”. Eso cambió todo. El dolor sigue estando, pero ya no me domina.
"Fue clave reconocer el amor de mis padres"
- ¿Qué mensaje les darías a quienes todavía sienten ese dolor por haber sido adoptados?
- Que no se queden atrapados en el dolor. El abandono duele, claro. Pero hay una parte de la historia que también merece ser mirada: quienes te eligieron, quienes te cuidaron, quienes estuvieron ahí todos los días. En mi caso, fueron dos personas increíbles que decidieron volver a cambiar pañales cuando ya tenían hijos grandes. Me ofrecieron una vida con valores, con cultura, con afecto. No todos tienen esa suerte, lo sé, pero poder enfocarte en lo que sí recibiste es un paso importante hacia la sanación. El amor pesa más que el abandono, aunque a veces cueste verlo.
- ¿Cómo vivís hoy el Día Mundial de la Adopción?
-Recién me enteré de su existencia, pero me parece una fecha hermosa. Para mí, la adopción no es solo una historia de origen, es una historia de amor, de segundas oportunidades, de elección. Si volviera a nacer, elegiría exactamente la misma vida. Mis padres me enseñaron a vivir sin prejuicios, con empatía, con apertura. Hoy tengo una familia, una carrera, una vida plena. Y aunque hay preguntas que seguirán sin respuesta, elegí quedarme con lo que sí sé: fui profundamente amada.

