Así se construyó el nuevo ascensor panorámico del Obelisco con ingeniería 100% argentina
La obra en el monumento, realizada por una pyme nacional, demandó tecnología 3D, precisión y un montaje milimétrico dentro de un espacio mínimo en el Obelisco.
Así se construyó el nuevo ascensor panorámico del Obelisco con ingeniería 100% argentina
El nuevo ascensor del obelisco.
El nuevo ascensor del obelisco.
El ingeniero José Aizpun en el punto panorámico del obelisco.
Una de las imágenes durante el proceso de instalación del nuevo ascensor del obelisco.
Una de las imágenes durante el proceso de instalación del nuevo ascensor del obelisco.
El ingeniero Sebastián Aizpun.
Que el Obelisco, construido en 1936, pudiera recibir visitantes era un anhelo que venían demandando miles de turistas al año. Muchos llegaban hasta la intersección de 9 de Julio y Corrientes con la expectativa de subir, como ocurre en la Torre Eiffel en París o la Estatua de la Libertad en Nueva York.
Pero el interior del monumento no estaba preparado para recibir público: la estructura era estrecha, irregular, y su acceso original, una única puerta diminuta de 1,80 por 70 centímetros, era insuficiente para albergar visitas turísticas.
Cuando el Gobierno de la Ciudad abrió la licitación, la sorpresa fue que Ascensores Servas, una empresa argentina con 45 años de trayectoria en proyectos de alta complejidad como un edificio de 85 pisos en Panamá -la torre más alta de Latinoamérica-, compitió de igual a igual con firmas internacionales y terminó imponiéndose con su proyecto. La empresa también ejecutó obras en Mendoza como ser el Poder Judicial, San Martin 322.
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Al frente del desafío estuvo Sebastián Aizpun, ingeniero industrial formado en la UBA, con un Master of Engineering obtenido en Francia, cuyo recorrido profesional siempre estuvo ligado a resolver obras que mezclan patrimonio, tecnología y creatividad.
Aizpun dialogó con MDZ sobre cómo se llevó adelante la obra, cuánto tiempo demandó y qué mantenimiento debe tener de ahora en más.
Un verdadero desafío
Lo primero que tuvo que hacer la empresa fue estudiar el Obelisco como nunca antes: espesores, dureza del hormigón, contenido de hierro, curvas internas, variaciones del espesor de los muros y un interior que se angosta conforme se asciende. Nada de eso estaba digitalizado.
“Era fundamental saber si la estructura de este monumento de casi 90 años iba a soportar las 50 toneladas de materiales que requería el nuevo sistema”, explicó Aizpun. Su equipo realizó un escaneo tridimensional completo, capa por capa, para generar un modelo 3D que permitiera calcular tensiones, cargas y puntos de refuerzo sin afectar la fisonomía original.
El análisis demandó semanas y derivó en otro hallazgo: cada tramo interno era diferente, por lo que la obra requeriría fabricar 9.500 piezas únicas. No había dos iguales.
Ingeniería de precisión
La obra debía realizarse sin cortar calles, sin afectar el flujo peatonal y con la restricción de subir todo por un hueco ínfimo. Por eso, Servas diseñó un plan de logística quirúrgica: dos entregas por semana, fuera de horas pico.
Cada lote debía quedar montado rápidamente para despejar el interior y permitir la entrada del siguiente. El trabajo se desarrolló con tres turnos diarios, 24/7, y un máximo de quince operarios dentro del monumento por vez.
En su planta de La Matanza, la empresa utilizó maquinaria de corte láser de 12.000 watts, brazos robotizados y soldadura de alta precisión. Todas las piezas —desde estructuras, escaleras y soportes hasta la cabina misma— se fabricaron con tolerancias de décimas de milímetro.
Aizpun explicó que cualquier desvío podía traducirse en vibraciones, roces o fallas, porque el pasadizo interno del obelisco no deja margen para errores.
Transformar el obelisco desde adentro
El montaje incluyó demoliciones controladas, refuerzos de bases —sobre todo porque debajo pasan dos líneas de subte—, colocación de una escalera perimetral nueva y el armado del ascensor sin sala de máquinas, un sistema elegido por su compacidad y eficiencia energética, con techo sanitizante.
En paralelo, se instalaron sistemas de iluminación, seguridad, cámaras, sensores y un videomirror dentro de la cabina, que proyecta contenido audiovisual con la historia del Obelisco mientras asciende.
“Era intervenir un monumento histórico sin que deje de ser él mismo”, sintetiza Aizpun. La obra se completó en cinco meses, con el objetivo de inaugurarse antes de la veda electoral.
Un recorrido que combina patrimonio y tecnología
Tras la inauguración en mayo pasado, la Ciudad de Buenos Aires licitó la operación turística. Actualmente, las visitas pueden reservarse online y permiten vivir un ascenso inmersivo hasta la cúspide del monumento, desde donde se obtiene una perspectiva completamente nueva de la Avenida 9 de Julio.
Servas quedó a cargo del mantenimiento integral: ascensor, iluminación, sistemas contra incendios, monitoreo interno y controles de seguridad. La empresa ya venía acumulando experiencia en obras patrimoniales y edificios complejos —como las intervenciones en la Casa Rosada, torres en Panamá y Uruguay, y la estructura independiente de 40 metros para la Confitería del Molino—, y ese recorrido fue clave para afrontar un proyecto donde el monumento no podía detener su ritmo urbano ni admitir errores.
Bajo la conducción de Aizpun, el equipo de ingeniería, diseño y montaje logró un trabajo que combina tecnología de punta, capacidad de adaptación y manufactura nacional. Todo a través de la empresa de ascensores más grande del país, que emplea a 300 personas, la mitad de las cuales trabajan en su planta de 40.000m2 de Buenos Aires.
“Demostramos que en Argentina se pueden hacer obras de altísima complejidad sin perder identidad, cuidando el patrimonio y empleando tecnología propia”, resumió el ingeniero encargado de esta obra ya forma parte de la historia del Obelisco.
