Alimentos procesados y ultraprocesados: qué miramos cuando elegimos lo que comemos
La nutricionista Andrea González explica por qué hay que educar y no asustar al consumidor a la hora de elegir entre alimentos procesados y ultraprocesados.
El debate sobre los alimentos procesados y ultraprocesados se instaló con fuerza y hoy enfrenta tanto a profesionales de la salud y expertos como a consumidores. En medio de ese ruido, la licenciada en nutrición Andrea Fabiana González (M.N. 1.080) propone bajar la discusión a tierra y afirma que procesar un alimento no implica volverlo menos sano y, en muchos casos, es lo que garantiza su inocuidad.
“Procesar un alimento no es sinónimo de hacerlo poco sano. El procesamiento es parte de la cadena alimentaria y permite que los alimentos sean seguros, nutritivos y duraderos. Sin él, no podríamos conservar ni garantizar la inocuidad de muchos alimentos esenciales”, afirma. Y pone un ejemplo concreto, el de la pasteurización de la leche y su aporte a la producción de yogures, “una matriz versátil que favorece la salud digestiva, fortalece los huesos por su alto contenido de calcio, y aporta proteínas de alta calidad”.
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El error de meter todos los alimentos en la misma bolsa
Para González, uno de los grandes problemas de los últimos años fue tratar como iguales a todos los productos que pasaron por una planta industrial. “Hay un prejuicio instalado contra lo procesado, cuando en realidad, sin ese paso tecnológico, muchos productos serían inviables o incluso peligrosos”, sostiene.
El punto crítico aparece cuando el procesamiento borra la identidad original del alimento. Aun así, la especialista advierte que reducir todo a una etiqueta no ayuda, sino que la clave reside en diferenciar los alimentos procesados de los ultraprocesados.
NOVA y la lupa sobre lo que comemos
La clasificación NOVA, desarrollada por la Universidad de São Paulo, divide los alimentos en cuatro categorías: mínimamente procesados, ingredientes culinarios, procesados y ultraprocesados. Estos últimos son los que suman mezclas industriales, saborizantes y aditivos.
Pero procesar no siempre significa empeorar. Desde un pan integral hasta una leche pasteurizada, la mayoría de los productos que llevamos a la mesa pasó por algún tipo de intervención tecnológica. “La ciencia y la tecnología alimentaria permiten que los alimentos lleguen en condiciones óptimas y que se mantengan sus nutrientes”, destaca la licenciada.
También plantea un dilema ético en la comunicación. “No es lo mismo una leche pasteurizada que una bebida vegetal sabor a leche”, advierte.
El dilema en las familias
La confusión aumenta cuando se trata de la alimentación infantil. Muchos padres eligen preparar snacks caseros pensando que son más sanos, pero sin reparar en la cantidad de azúcares o grasas que agregan sin buscarlo.
“A veces creemos que porque algo es casero automáticamente es bueno, y no siempre es así”, señala González. Para ella, el foco debe estar en los ingredientes y no en el origen de la preparación.
También cuestiona la demonización de los lácteos. “Hoy existen yogures sin sellos y con excelente perfil nutricional. Eso demuestra que la industria también puede evolucionar hacia fórmulas más saludables. Ese error de comunicación genera miedo y desinformación”, asegura.
Las empresas, en efecto, ya comenzaron a reformular productos para reducir azúcares y eliminar sellos, una respuesta tanto a las regulaciones como a un consumidor cada vez más atento.
Aprender a leer etiquetas
Para la especialista, la herramienta más poderosa no es prohibir sino educar. “Lo importante es que la gente aprenda a interpretar la etiqueta. Si reconocés la mayoría de los ingredientes, probablemente sea una buena opción. Si la lista parece un laboratorio, mejor buscar otra alternativa”.
Y sumó una advertencia: “No podemos poner en la misma categoría un yogur natural, un paquete y una gaseosa. Hay una diferencia científica, no todo es lo mismo”.
Equilibrio, información y menos miedo
González cierra con una mirada integradora, lejos de los extremos que dominan muchas discusiones actuales. “El equilibrio existe, se trata de comer con conciencia, sin miedo y sin exclusiones innecesarias. Adultos responsables en las elecciones alimentarias. Autoridades sensibles ante la equidad alimentaria. Industrias comprometidas con los cambios. Se trata de juntarnos todos los actores para lograr un bien mayor”.




