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Adolescencia con andamios: límites, cuidado y tiempos para crecer

Fijar límites a la adolescencia y sostener presencia adulta evita apuros, la sociedad propone tiempos, cuidado y apoyo para un crecimiento saludable en redes.

Dejemos que los hijos sean niños, adolescentes… y lleguen a ser adultos cuando les toque.

Dejemos que los hijos sean niños, adolescentes… y lleguen a ser adultos cuando les toque.

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Muchas veces, en debates teóricos entre psicólogas apasionadas por el entender y el hacer en la adolescencia, nos preguntábamos y nos seguimos preguntando: ¿por qué será que algunos límites son más tolerados que otros? Si vemos un semáforo en rojo, no pasamos; si servimos un vaso de agua, no dejamos que rebalse: paramos antes.

Cuando los niños son pequeños, ponemos tapitas en los enchufes, protegemos las escaleras, las puntas de los muebles… ¡De hecho, duermen en cunas!¿Qué será lo que pasa que creemos que los adolescentes no necesitan esos cuidados? ¿Por qué será que los dejamos solos? Y así, que ellos vean por sí mismos qué hacen y cómo se van arreglando en el mundo.

Los límites son necesarios siempre, para todos, también para los adultos. Si no sabemos ponernos un límite como adultos, muchas veces lo pone el cuerpo, o la vida: algo nos detiene. La crianza es un proceso complejo y largo, que lleva necesariamente tiempo de calidad y real. Es complejo, pero no debe ser un calvario.

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Los límites son necesarios siempre, para todos, también para los adultos.

Los límites son necesarios siempre, para todos, también para los adultos.

La antropóloga Margaret Mead dijo que el origen de la civilización humana puede emparentarse con el descubrimiento de un fémur fracturado y sanado: un hueso que se soldó, nada más ni nada menos que porque alguien cuidó a esa persona hasta que estuvo lista para seguir. Cuidado es una palabra muy importante, que surge en progresión con el control. Inicialmente controlamos y restringimos, para que progresivamente podamos ir retirándonos y ese control devenga cuidado, autocuidado.

¿Qué es un adolescente? Es un chico que está creciendo, que se va haciendo grande. Y debería hacerlo de a poquito, pausadamente. La adolescencia es un fenómeno social: se da en sociedad, requiere de los otros —padres, grupo— para poder darse. Es un período de la vida que no se puede saltar, no se puede acallar. Sí se puede, y se debe, acompañar. ¿Cómo? Con presencia, paciencia y cercanía. El trabajo del adolescente incluye necesariamente el trabajo de los padres y cuidadores, que acompañan este proceso. Es como un gran edificio que necesita, sí o sí, andamios. ¡Estos luego serán retirados a su debido momento!

El psicólogo norteamericano Milton Erickson desarrolló un concepto muy interesante para hablar de la adolescencia: la moratoria social. De la misma manera que, si debemos impuestos, podemos acogernos a un plan para que nos esperen y podamos pagar de a poco, este concepto propone un tiempo de espera para que el adolescente se vaya preparando, adquiriendo en “cuotas” las responsabilidades de la vida adulta. Si les exigimos de más, los llevamos a la incompetencia: no podrán, lo harán mal, y esto se notará en su futuro. Intentemos que nuestros niños quieran llegar a ser grandes. Establezcamos objetivos a mediano y largo plazo. Marquemos el camino para que puedan ir andando, cuidados, cerquita… no encima.

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El trabajo del adolescente incluye necesariamente el trabajo de los padres y cuidadores.

El trabajo del adolescente incluye necesariamente el trabajo de los padres y cuidadores.

El filósofo francés Michel Serres, en su libro Pulgarcita, plantea la falta de señales en el camino de crecimiento para los jóvenes, porque los padres tampoco las tienen: estamos todos solitos en este proceso. Tratemos de encontrar apoyo en otros padres, armemos grupos, conversemos, acordemos. ¡Volvamos a la crianza compartida, hagamos equipo! Los niños y jóvenes necesitan que los acompañemos, sin apurarlos, sin apurarnos. El tiempo del crecimiento no se puede, o no se debería, acelerar. De hecho, si así sucede, nada bueno puede salir: no hay estructura para sostener.

Dejemos que los hijos sean niños, adolescentes… y lleguen a ser adultos cuando les toque. Demasiado acelerado va todo, para ser nosotros quienes corremos y los hacemos correr. Tienen antes el carnet de conducir, antes toman, antes salen a bailar, consumen…Cosas de adultos, siendo adolescentes.Y casi solos.

  • Míralos.
  • Abrázalos.
  • Acompaña.
  • Pone límites.

Pone consecuencias desde el amor y el cuidado.

Sabemos que muchos papás consultan porque quieren “cortar y dar de nuevo”.Otros quieren seguir, pero necesitan apoyo: hacer equipo con otros. Y tampoco faltan los que, desde el amor, se regalan sesiones de orientación a padres para parar, reflexionar y pensar cómo seguir haciendo las cosas lo mejor posible.

No estás solo. ¡Cada vez somos más!

* Lic. Fabiana D’Acunto. Psicóloga , docente.

* Lic. Erica Miretti. Psicóloga , docente Neuropsicoeducadora.