Gaviola, el mendocino fundamental: discípulo de Einstein, héroe antinazi y olvidado por todos

Ramón Enrique Gaviola nació en el distrito La Reducción de Rivadavia (Mendoza), un 31 de agosto de 1900. Siempre fue cariñosamente “El Negrito” para su familia. Era hijo de Modesto Gaviola, comprometido vecino del Este mendocino, quien fuera intendente de Rivadavia en tres oportunidades. Su tío Estanislao fue un destacado benefactor del pueblo, ocupando varias veces la banca de concejal, hasta que en 1894 se erigió también en intendente municipal. Mientras tanto, una tía del mismo “Negrito” Gaviola (Virginia Gaviola) fue la primera mujer abogada de Mendoza.
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Por ese entonces el distrito donde nació Gaviola tenía, según el Censo Nacional de 1895, unos 840 vecinos. Aunque como hecho positivo, ya existían dos escuelas primarias en la zona con 95 niños escolarizados; uno de ellos: Ramón Enrique Gaviola, quien demostró que, aun naciendo en un recóndito lugar del planeta, pudo llegar a convertirse en uno de los astrofísicos más reconocidos de la historia del país siendo galardonado en todo el mundo.
Gaviola entre los Nobel
Para realzar a Ramón Enrique Gaviola deberíamos mencionar que una vez graduado en la Universidad de Berlín, formó parte del selecto grupo de trabajo de Albert Einstein (Premio Nobel de Física en 1921), sin lugar a dudas, una de las personas que más contribuyeron al progreso de la humanidad a partir de sus aportes científicos.
Pero no solamente eso marcó la vida de Gaviola. Tuvo como profesores y compañeros de trabajo, nada menos que a 23 premios Nobel, además de Einstein, en toda su carrera profesional, lo que ayudó al científico rivadaviense a convertirse en una referencia insoslayable para la astrofísica mundial. Además, como una muestra del prestigio de Gaviola, y prueba del enorme respeto intelectual y científico que Einstein le dispensaba, éste lo invitó a firmar la adhesión al llamado “Manifiesto de Chicago” o “Manifiesto de los Nobel” (22 de junio de 1948), en donde se alertaba a los gobiernos del mundo, y a la humanidad toda, sobre los atroces peligros que implicaría el uso de la energía nuclear en instancias bélicas. Todos los firmantes del manifiesto eran premios Nobel. La excepción fue Gaviola. “Por tus logros, debes y mereces firmarla”; fueron palabras de Einstein.
El descubridor del rayo láser
En su trayectoria trabajó también con Jean Pierre Perrin, premio Nobel en el '26, quien fue el primero en medir la carga del electrón y mostrar el átomo organizado a semejanza del sistema solar. Además, estimulado por Einstein participó y ganó una beca que le permitió trabajar en Baltimore (Estados Unidos) con el físico Robert W. Wood, conocido a nivel mundial por su trabajo al desacreditar la existencia de los rayos N. Gaviola resultó primero en el orden de mérito, pero la beca le fue denegada porque no estaba prevista la adjudicación a alguien que no fuese norteamericano o europeo. La situación provocó el enojo del mismísimo Einstein quien reclamó por escrito al representante de la fundación Rockefeller. La situación fue revertida, convirtiéndose Gaviola en el primer beneficiado proveniente del hemisferio sur.
Pero la rutilante aparición en las "grandes ligas" de Gaviola fue cuando en 1928 realizó la primera comprobación experimental de la emisión atómica estimulada, ya predicha por Einstein, siendo la verificación experimental de lo que posteriormente se conociera como rayo láser. “Usted me ha superado”; nuevamente la humildad de Einstein, considerando al rivadaviense.
La bomba atómica argentina: "Nunca es triste la verdad"
“General; no tengo demasiadas oportunidades para hablar con usted. Pero debo decirle que le están mintiendo. Usted debe saberlo, porque de no ser así, se convertirá en cómplice”. He aquí una síntesis del breve mensaje entre Gaviola y el General Perón.
Lo concreto fue que el derrotero científico de Gaviola le permitió ganar el reconocimiento universal por sus investigaciones sobre la aceleración de partículas, los rayos cósmicos y la fusión fría. De regreso a la Argentina formó parte de gran cantidad de emprendimientos científicos. El más renombrado fue en la planta piloto de energía atómica en la isla Huemul, San Carlos de Bariloche, donde se llevaron a cabo reacciones termonucleares, generando un diseño de bomba atómica junto con el austríaco Robert Richter.
Le tocará a Gaviola desenmascarar la patraña. Fue él mismo, el encargado de anticiparle al mismo General que el experimento sucumbiría, pues Richter lo estaba engañando en cuanto a los avances inmediatos que declaraba, y que dicho experimento representaba una estafa al país. Dura verdad que no cayó muy bien por esa época. Gaviola dio un portazo y el caso se diluyó rápidamente.
Lo que debió ser el "Instituto Gaviola"
También fue uno de los fundadores del actual Instituto Balseiro, proyectando paralelamente, la instalación en el país de la primera estación del hemisferio sur para el seguimiento de satélites espaciales. Y fue el mismo José Balseiro quien propuso que el Instituto que hoy lleva su nombre, se debería denominar “Enrique Gaviola”, pero como no era condescendiente con el peronismo, la propuesta no fue acepta. Por el contrario, cuando tempranamente murió el genial Balseiro (1919 - 1962), fue el mismo Gaviola quien propuso, junto a otros científicos, el nombre de su joven discípulo fallecido.
Gaviola también trabajó en el diseño de los observatorios "El Palomar" y "Monte Grande". Fue el inventor del sistema de pulimiento de los grandes espejos, con lo que tuvo otro alto reconocimiento mundial, diseñando el primer espectrógrafo estelar del mundo, construido íntegramente con espejos y elaborando una vanguardista teoría respecto a la cascada de los rayos cósmicos. Fue además director del Observatorio Astronómico de Córdoba, creador de la Estación Astrofísica de Bosque Alegre y entre sus discípulos se cuentan Mario Bunge, el mencionado José Balseiro y Ernesto Sábato.
Barrilete cósmico: el hombre que tiene un asteroide
Con innumerables reconocimientos en los más altos y prestigiosos centros científicos del mundo, “el Negro” Gaviola forma parte de la enciclopedia “Notable Tweintieth Century Sdentist”, editada por Emily Murray donde se reconoció a los más destacados científicos del mundo. Además, su foto figura en el “Museo de Ciencia y Tecnología de Washington” junto con los grandes físicos de la historia de la humanidad y, como si todo esto fuera poco, la Unión Astronómica Internacional bautizó en 1981 a un asteroide con su nombre. “El asteroide 2504” lleva su nombre, en merito a su descubrimiento en Córdoba (1967).
Pero más aún. Fue el precursor de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y creador de la Asociación de Física Argentina y del famoso Instituto de Matemáticas, Astronomía y Física y fue considerado en 1998 entre los 20 astrofísicos más destacados de toda la historia.
"La lista de Gaviola", el Schindler de los científicos
Fue un reformista cabal, contemporáneo a los sucesos que generaron la histórica “Reforma Universitaria de 1918” como estudiante de la Universidad de La Plata. Su preocupación por la educación se manifestó en su libro: “Reforma de la Universidad Argentina. Breviario del Reformista” (1931). Su amplia concepción humanista hizo además que cada día trascurrido en el Instituto Balseiro plantara un árbol, por lo que el parque del Balseiro lleva el nombre de Enrique Gaviola.
Su trascendencia ética se reflejó cuando contribuyó en pleno proceso del nazismo a salvar la vida de varios científicos europeos que no comulgaban con el régimen de Hitler. “En 1931 regresó en forma definitiva a la Argentina, donde recibió una carta del Premio Nobel Max Born, decano en la Universidad de Göttingen, solicitándole ayuda para tratar de salvar a Yuri Rumer, su principal colaborador. Rumer era un físico judío que se había refugiado en Alemania escapando de las purgas del régimen de Stalin en la Unión Soviética.
Su vida nuevamente estaba en peligro, pero ahora bajo la nueva ‘etiqueta’ de judío y comunista. La carta de Born demostraba el prestigio, el respeto y la consideración que merecía Gaviola entre la elite científica internacional de esa época. (…) En esos momentos Gaviola se desempeñaba como investigador en la Universidad Nacional de Buenos Aires y actuó de acuerdo con lo solicitado por Born. (…) Años después, el físico italiano Andrea Levialdi junto a su esposa Lea Ghiron y su hijo Steffano, escapando primeramente del régimen fascista de Italia en 1938 y luego de la Francia invadida por Alemania en 1941, pudieron finalmente embarcarse en el último barco con refugiados judíos que partió del puerto de Barcelona con destino a Sudamérica. A pocos días de la llegada de Levialdi a la Argentina, Gaviola inició el trámite para contratarlo como investigador en el Observatorio Astronómico de Córdoba, donde lo incorporó el 8 de enero de 1942.
También en 1942, por información que le suministró desde Estados Unidos el físico James Franck, Gaviola se puso en contacto con el físico teórico Guido Beck quien, escapando tanto del nazismo como del comunismo europeo, se encontraba en la ciudad de Coimbra (Portugal). En este caso Gaviola actuó con celeridad y finalmente Beck pudo desembarcar en Buenos Aires en mayo de 1943. (…) Gaviola también ayudó a rescatar al matemático judío-polaco Rosemblat, que se encontraba en París. Ante la imposibilidad de contratarlo en Argentina, finalmente logró que lo nombraran en la Universidad de San Marcos en Lima”. (Omar Bernaola. “La lista de Gaviola”. 2001). Actitudes como estas, algo prácticamente desconocido en la historiografía argentina, protegiendo a varios académicos europeos perseguidos, le valieron el mote de “Schindler de los científicos”.
Perdón Gaviola
Mendocino brillante “El Negro” Gaviola. Premio Konex de Platino en 1983, entre ciento de muchas más distinciones. Murió en Mendoza el 7 de agosto de 1989, como uno más de nuestros tantos geniales e ilustres desconocidos. Contaba solo con su jubilación docente como ingreso.
Gaviola es la descarnada crónica de un olvido. “Es el perfecto antihéroe”, según la escritora y periodista Patricia Rodón. Fue reconocido en el mundo. Ignorado prácticamente entre nosotros. Lamentable. Afortunadamente su departamento natal, honra con su distinguido nombre a un renovado espacio dedicado a los estudios superiores, la UNCuyo le otorgó hace más de 30 años el Honoris Causa y una escuela mendocina lleva su nombre. No mucho más. Fue inmenso. Honesto, intransigente y una eminencia científica. Aunque parece que a veces eso no alcanzara.