Historias

Desde los confines de la patria: la historia de dos mendocinos que prestan servicio en la Antártida

Josué y Cristian pasarán un año en una de las bases más australes de la Antártida. Cuevas de hielo, rutinas ajustadas y una vida adaptada al desierto blanco.

Alejandrina Zotelo domingo, 6 de abril de 2025 · 07:37 hs
Desde los confines de la patria: la historia de dos mendocinos que prestan servicio en la Antártida
Cristian Nuñez y Josué Alaniz Cortez hacen patria en el desierto de hielo. Foto: Alejandrina Zotelo
Desde los confines de la patria: la historia de dos mendocinos que prestan servicio en la Antártida
Cristian Nuñez y Josué Alaniz Cortez hacen patria en el desierto de hielo. Foto: Alejandrina Zotelo
Desde los confines de la patria: la historia de dos mendocinos que prestan servicio en la Antártida
Un espectáculo en el cielo Foto: Gentileza
Desde los confines de la patria: la historia de dos mendocinos que prestan servicio en la Antártida
La base Belgrano 2, una de las más australes del mundo. Foto: Gentileza
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Crecieron en dos pueblos mendocinos y hoy forman parte de la dotación de la Base Antártica Conjunta Belgrano 2. Enfrentando las condiciones más extremas, Josué Alaniz Cortez y Cristian Nuñez están viviendo su sueño mientras resguardan la soberanía.

El 12 de febrero de 2025 el rompehielos ARA Almirante Irizar arribó a la Base Belgrano 2 con la nueva dotación que, durante un año, se encargará de mantener la presencia argentina en este territorio de vital importancia estratégica y científica. En esta campaña, entre los expedicionarios se encuentran los mendocinos Josué Alaniz Cortez y Cristian Nuñez, quienes están cumpliendo el sueño de habitar el continente blanco y, al mismo tiempo, asumiendo la misión de convertirse en “centinelas de los confines de la patria”, como reza el lema de la base más austral de nuestro país. 

El paisaje parece sacado de una película futurista: una extensión infinita de blanco donde casi no existen rastros de vida. Da igual hacia donde se mire; el blanco lo domina todo. Hacia el norte, el océano se congela de manera progresiva. Allí, con la inminente llegada de la noche polar, las aguas quedarán completamente congeladas.

El desierto blanco.

Son de las Fuerzas Armadas y están a tan solo 1300 kilómetros del Polo Sur, en la Base Belgrano 2, que es la más austral de las bases argentinas y la tercera de las permanentes a nivel mundial. En esta latitud se viven cuatro meses de completa luz solar, cuatro de penumbra y cuatro de plena oscuridad. Hay fuertes vientos y las temperaturas alcanzan los -30°C.

En este rincón de la Argentina, los mendocinos Josué Alaniz Cortez y Cristian Nuñez forman parte de la dotación de 21 compatriotas que se encuentran prestando servicio en la base antártica más austral del país.

Josué es cabo primero del Ejército Argentino y está especializado en carpintería. Tiene 32 años y creció en el distrito de Eugenio Bustos, en el departamento de San Carlos. En el Valle de Uco, donde comenzó su carrera como soldado voluntario en el Batallón de Ingenieros de Montaña 8, nació su historia antártica. En este lugar, por primera vez, escuchó anécdotas del continente blanco.

“Fue en el 2014, por ahí, cuando escuché a un sargento que venía de la Antártida, él era mecánico de instalaciones. Y me llamó la atención, no sabía que existía”, recuerda. “Cuando fui destinado a La Rioja, un compañero me incentivó a venir. Lo hablé con mi esposa, lo comenté, porque tampoco es fácil decidirlo. Tuve muchas cosas que pensar, me tuve que mudar a Buenos Aires... Y bueno, se me dio, se nos dio a todos, se nos dio a toda la familia y gracias a Dios hoy en día estamos acá”, cuenta.

Por su parte, Cristian es meteorólogo de la Fuerza Aérea. Tiene 33 años y su recorrido desde las calles del departamento de San Martín hasta la Base Belgrano 2 está marcada por su historia familiar y su fascinación por los fenómenos climáticos. “Tengo, por parte de mi viejo, familia que fue parte de la Fuerza Aérea, así que tenía ejemplos para seguir. Dos de mis tíos son meteorólogos y habían venido a la Antártida, a la Base Orcadas”, comenta Cristian sobre su motivación profesional y los inicios de su sueño antártico.

Una capilla bajo el frío hielo de la Antártida. 

“Además, cuando me contaban y veía fotos, me volvía loco porque, justamente en esta base, se ven las auroras australes”, agrega y explica que entre los fenómenos que se pueden observar también se encuentra el parhelio, un fenómeno óptico que se produce cuando la luz del sol se refracta a través de cristales de hielo en las nubes. 

Actualmente, Argentina administra 13 bases en la Antártida, de las cuales 7 son permanentes y 6 son temporarias. Según señalan los mendocinos, la Belgrano 2 es una de las más anheladas por quienes realizan  campañas  en este continente, no solo por su ubicación geográfica extrema sino además por las condiciones únicas que ofrece para la investigación.

 “Estar en la parte más austral de la Argentina es una sensación inexplicable. Este es el punto límite, y no todos pueden llegar”, reflexionan los cabos.

Sin dudas, otras de las motivaciones de este destino son las características propias del lugar y la sensación de aventura que genera. Los fenómenos únicos que se registran, como los halos, las neviscas, los fuertes vientos y el frio extremo, entre otros, desafían a quienes se sienten atraídos por habitar este rincón inhóspito. Del mismo modo, la experiencia de vivir doce meses prácticamente aislados representa uno de los retos más grandes considerando que las dotaciones solo pueden retornar a sus hogares cuando el Irizar regresa en el verano para realizar el relevo.

La impactante aurora austral.

“Mucha gente nos pregunta si estamos locos. Y no, depende de cada uno. La mayoría de los que estamos acá somos aventureros, nos gusta vivir la experiencia, afrontar desafíos, cumplir metas, para eso vinimos, y nos gusta”, afirman los soldados.

El último rincón de la patria: las actividades en la Base Belgrano 2

La Base Antártica Conjunta Belgrano II se encuentra sobre el Nunatak Bertrab en la Bahía Vahsel, al sur del Mar de Weddell. Situada a aproximadamente 1.300 km del Polo Sur, fue inaugurada el 5 de febrero de 1979. En este rincón de la patria, donde se experimentan meses de completa luz solar y otros de noche polar, un grupo de 21 argentinos presta servicio desarrollando investigaciones científicas, tareas de mantenimiento, exploración y apoyo a científicos extranjeros. 

Cada dotación permanece en el continente blanco durante un año enfrentando diferentes condiciones extremas, como las marcadas temperaturas bajo cero. En este contexto, los grupos se deben organizar y desplegar cada tarea de forma planificada. Hay médicos, científicos, enfermeros, ingenieros, montañistas, entre otros profesionales argentinos.

Los días en la base se viven de manera particular. Josué, como cabo primero especializado en carpintería, se encarga del mantenimiento, la construcción y la reparación de muebles, ventanas, puertas y pisos. En el caso de Cristian, su rutina involucra el registro de datos y fenómenos que son enviados de manera interna a los grupos de exploración, y al Servicio Meteorológico Nacional donde la información se procesa para elaborar estadísticas y pronósticos. 

Además de las labores acordes a cada especialidad, los expedicionarios realizan otras tareas fundamentales para la vida cotidiana en la base. Una de ellas es la búsqueda de hielo para el suministro de agua en las distintas instalaciones, una labor que se realiza dos veces por semana y que requiere de mucho esfuerzo y exposición física.

 “El trabajo más pesado que tenemos es la obtención de agua. Como acá no tenemos río ni lagunas, la obtención de agua se hace a partir del hielo. Estamos ubicados sobre unos fragmentos rocosos en un glaciar, y nosotros rompemos un poco más arriba, que es encima de la cantera, para traerlo a unas ollas gigantes que son derretidores y tener agua en la casa principal, la casa auxiliar y el laboratorio”, explica Cristian.

Alrededor de las casas las extensiones de hielo son amplias, por lo que la superficie por la que se pueden mover es limitada. “Como todo es un glaciar, hay muchas grietas y es peligroso andar caminando por ahí. Entonces siempre nos manejamos por sitios seguros. Ahora se han formado los grupos de patrulla para reconocer más el lugar”, cuenta el joven mendocino.

En estas condiciones, la camaradería es un pilar fundamental en el desierto blanco. Es así que, como relata Josué, cada persona respeta el espacio del otro, pero además organizan planes recreativos en conjunto.

Cabe destacar que cuentan con un gimnasio, pero además han establecido un día para proyectar películas (el viernes) y otros para compartir pizzas (el sábado). Asimismo, intentan alternar los días de cocina para fomentar el trabajo en equipo y alivianar la carga de la única cocinera de la base (hay otras dos mujeres entre el grupo, una psicóloga y una meteoróloga).

“Sabemos que estamos todos juntos acá y es bueno ayudarse. Nos tocó un grupo bastante unido, bastante cooperativo. Sabemos a qué venimos, sabemos que nos tenemos que ayudar entre todos”, dice Josué.

Tarda en llegar y al final…

El camino para llegar a la base argentina más austral no es nada sencillo. Tras muchos años de espera hasta ser convocados, tanto Cristian como Josué debieron capacitarse durante un año y atravesar diferentes estudios físicos y psicológicos.

Los mendocinos en la entrevista con MDZ.

Ambos reconocen que están viviendo un sueño. Para ellos estar en la Antártida es un privilegio, aunque el esfuerzo, claramente, es inmenso: en Buenos Aires, a Josué lo esperan su esposa Jaqueline y sus hijos de 5 y 11 años, Isaías y Gael. Cristian, por su parte, este año no podrá estar presente en los cumpleaños de sus ahijados ni compartir una salida a Potrerillos con sus amigos.

En definitiva, aunque con la reciente instalación del sistema de internet satelital Starlink pueden estar más conectados con el mundo y comunicarse de manera fluida con sus afectos, la distancia y el aislamiento son difíciles de sobrellevar.

Por supuesto que los jóvenes sienten que vale la pena vivir la experiencia. Y es que en la posteridad, ambos quedarán inscriptos en la historia de los argentinos que cumplieron con orgullo la misión de resguardar la soberanía y servir a la Nación como “centinelas de los confines de la patria”.

“A veces no caemos porque en el día a día nos resulta normal estar acá, pero es re importante lo que se hace desde las bases. Este año Argentina  cumplió 121 años de permanencia ininterrumpida en la Antártida y estamos acá, brindando el apoyo logístico para la ciencia”, reflexiona Josué.

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