EMOTIVO RECUERDO

Adrián Pallarols: "El Papa era una máquina de inyectar energía a todo el mundo, siempre"

El reconocido orfebre contó a MDZ los recuerdos que tiene de su amigo Jorge Mario Bergoglio, quien lo visitaba para incentivarlo a seguir adelante con su trabajo y preguntarle por su familia.

Agustina Castro
Agustina Castro sábado, 26 de abril de 2025 · 18:40 hs
Adrián Pallarols: "El Papa era una máquina de inyectar energía a todo el mundo, siempre"
Adrián Pallarols, orfebre y amigo del Papa Francisco Foto: Instagram @adrianpallarols

“Para mí se fue un ser querido. Yo no vine a ver al Papa, vine a ver a mi padre, vine a ver a mi amigo, vine a ver a mi hermano”, dijo Adrián Pallarols a MDZ, invadido por la emoción al recordar a Jorge Mario Bergoglio. Su fallecimiento lo sacudió por completo, como al mundo entero, aquel lunes por la mañana. Pero no podía quedarse a kilómetros de distancia sin hacer nada, por lo que, una vez decidido, viajó a la Ciudad del Vaticano para despedirlo.

El viernes 25, Pallarols se encontraba en la Basílica de San Pedro, entre miles de fieles, esperando para ver el féretro de ese amigo que le cambió la vida, que lo iba a visitar al menos una vez al mes y que lo motivó a seguir trabajando. Minutos antes de ingresar al mayor templo católico, habló con esta periodista para recordar a Bergoglio antes y durante su papado.

“La primera vez que lo vi fue hace más de 28 años, cuando él era obispo auxiliar. La primera impresión que tuve fue que era una persona sumamente responsable, austera, muy trabajadora, pero muy diligente. Realmente nunca había visto a una persona tan ejecutiva y, cuando digo ejecutiva, me refiero a alguien que resuelve, hace, resuelve, hace, resuelve, delega, hace, resuelve. Siempre fue así”, dijo convencido el famoso orfebre argentino a este medio.

Foto: Instagram @adrianpallarols

Con el tiempo, entre charla y charla, Pallarols y Bergoglio se fueron haciendo más amigos, compartiendo reuniones familiares y, también, trabajos. “Se convirtió en el cura de mi familia, de mi mujer, de mis hijos; me casó, los bautizó, les dio la primera comunión”, aseguró. Respecto a su trabajo, en los comienzos de su vínculo, Adrián fue el encargado de hacerle medallas, “restauraciones del tesoro de la Archicofradía del Santísimo Sacramento en la Catedral, la reparación del báculo que él utilizaba para los Te Deum, en la Catedral”.

Todo cambió aquel 13 de marzo de 2013, cuando anunciaron “Habemus Papam”, seguido por el nombre de Jorge Mario Bergoglio. “No me sorprendió en lo más mínimo porque el día anterior yo había estado con él, y le avisé y le auguré que él no iba a volver. Él, por supuesto, iba sin ganas; participaba por una cuestión de obligación como funcionario religioso. Me dijo: ‘Quédate tranquilo; yo ya tengo pasaje de vuelta. El 12 o el 13 de marzo ya estoy por acá’”, confesó Pallarols sobre la histórica jornada que quedó marcada en el corazón de los argentinos.

La noticia de que su amigo Jorge, arzobispo de la Ciudad, sería el nuevo Papa lo hizo tener sentimientos encontrados. “Tuve la primera impresión de que mi amigo, el que yo podía ver a la vuelta de la esquina, que cada vez que yo pasaba por su oficina podía golpear la puerta y charlar un rato, se iba a vivir a un lugar que me quedaba a 11.000 kilómetros; pero también estaba muy feliz”, asintió.

A pesar de ese miedo, su vínculo de amistad y trabajo no terminó; al contrario, creció. El entonces Sumo Pontífice le siguió haciendo pedidos a Pallarols. “Hice su cáliz de la primera misa en Santa Marta, el cáliz de la visita internacional que hizo a los Estados Unidos, con la misa en el Madison Square Garden, Filadelfia y Washington, los premios y el trofeo que él usaba en los Partidos por la Paz, que se hacían en el Estadio Olímpico de Roma”.

A pesar de que se le había abierto una puerta gigante de la noche a la mañana, viajar seguido a Italia no siempre fue una aventura fácil de costear para el joven orfebre. “Él siempre se ocupó de ayudarme con eso, de conseguirme gente que me pudiera sponsorear y así poder solventar los viajes, porque yo no siempre estaba en condiciones de pagar un boleto de avión a esos precios. Pero no me puedo quejar”, reflexionó.

Foto: Instagram @adrianpallarols

“Lo he visto dentro del Vaticano, no sé, en unas 35 o 40 oportunidades. Pensá que un obispo o un cardenal tiene derecho a pedir audiencia una vez cada tres años, y yo venía cuatro o cinco veces por año. Pero bueno, yo venía en calidad de hijo, en calidad de familia, en calidad de amigo para aprovechar los momentos que él tenía para dispersarse y no para interrumpir su trabajo”, confesó Pallarols a esta periodista, agradecido de las oportunidades que tuvo para visitar al Santo Padre que descansa en paz.

Enseguida, Pallarols subrayó que se siente agradecido por las bendiciones que pudo experimentar en los últimos años, aunque solo lamenta una sola cosa: haber perdido la proximidad con Jorge. “Esa bendición se perdió, la de la proximidad, la de que él pasara a saludar por mi taller. Cada vez que iba a dar misa a la iglesia del Santísimo Sacramento, en la calle Marcelo T. de Alvear y San Martín, una vez cada 15 días o una vez por mes, estaba por ahí y, después, golpeaba la puerta de casa y me decía: ‘Adrián, ¿todo bien? ¿Tenés trabajo? ¿Los chicos están bien? Bueno, trabajá, seguí; te veo por mi oficina. ¡Ánimo, arriba!’”, contó el orfebre y manifestó: “Era una máquina de inyectar energía a todo el mundo, siempre”.

A medida que los años de papado iban pasando, Pallarols tenía la fortuna de seguir compartiendo momentos con el ahora difunto padre de “todos, todos, todos”. Entre sus anécdotas juntos, el orfebre recuerda con humor uno de los gestos más enternecedores y sencillos que tuvo el Papa con él.

“Una vez, estaba caminando en la Plaza de San Pedro, después de haber tenido audiencia con él y fui a comprar unos regalitos, unos rosarios para llevar a la Argentina. Yo ya estaba de pantalones cortos, zapatillas, me había sacado la corbata, cuando me para la Guardia Suiza Pontificia, pero la del servicio secreto, que son los señores que están de traje negro, camisa blanca y corbata. Ahí me dicen: ‘Señor, ¿usted es Adrián? Súbase al auto que nos tiene que acompañar’. Y yo me quedé mirando como diciendo, ¿se me habrá quedado pegado un rosario que no pagué? Entonces lo miro y le pregunto: ‘¿A dónde vamos?’. Me dice: ‘Lo están esperando en Santa Marta’. Y yo pensaba: ‘el único que está en Santa Marta que yo conozco es Francisco’. Me apuran porque había poco tiempo y me vuelven a llevar a su casa. Paso y, por supuesto, me disculpo porque no tenía traje y corbata, y me dicen: ‘Entrá tranquilo que sabemos que vos no necesitás nada’”, comenzó a relatar.

Foto: Instagram @adrianpallarols

“Él me recibe y me dice: ‘¿vos andabas gastando plata comprando rosarios? Yo le pregunté ‘¿y usted cómo sabe?’ y me respondió: ‘Acá sabemos todo, y además hay algún servicio de vigilancia que algo ve. Tomá, si necesitas rosarios, llévate estos; no gastes más plata’. ¡Me mandó a buscar para que yo no gaste mi plata! Me dio unos cinco o diez rosarios, pero fue un gesto de afecto como el de un abuelo o un padre cuidando a su hijo; como un familiar cuidando de uno de los suyos”, narró con gracia Adrián.

En medio de los días de luto, Pallarols rememora el papado que llevó a cabo Francisco I y lo califica como “revolucionario”. Para él, “lo más contundente es que él se siguió comportando como un cura, tratando de llevar y de hacer llegar la Iglesia a la gente, como lo hace un cura desde el lugar de Papa; con esa misma simpleza, sencillez, calidez, cercanía. Nunca se sintió ni un jerarca, ni un rey, ni nada que le parezca al Papa que todos hemos conocido como una imagen lejana; al revés, a él le gustaba que ‘los curas tengan olor a ovejas’, o sea, que se acerquen a los pobres, al rebaño, al que lo necesita”.

En esa misma línea, el orfebre finalizó compartiendo su deseo para el próximo papado. “Espero que hayan entendido algo de todo lo que él les dijo, les resolvió, les dejó para hacer y que simplemente el nuevo Papa esté a la altura, no solo de lo que él pidió, sino de lo que la gente necesita, que es cuidado, atención, cercanía, más sencillez y menos protocolo”, concluyó.

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