Un año aislados en la Antártida: cómo se vive en la base argentina más austral
Son 21 los argentinos que prestan servicio en la Base Antártica Conjunta Belgrano 2. Allí enfrentarán un año de aislamiento en condiciones extremas. Cómo es la vida en el último rincón de la patria.
A solo 1.300 kilómetros del Polo Sur, sobre el Nunatak Bertrab en la Bahía Vahsel, al sur del Mar de Weddell, está la Base Antártica Conjunta Belgrano 2, donde dotaciones de las Fuerzas Armadas y la Dirección Nacional del Antártico (DNA) permanecen prácticamente aisladas durante un año. En esta campaña participan dos mendocinos de las Fuerzas Armadas, quienes compartieron con MDZ la experiencia de vivir en la base antártica más austral.
Josué Alaniz es cabo primero del Ejército Argentino. Oriundo del departamento de San Carlos, está especializado en carpintería y en la base se encarga de la construcción, reparación y mantenimiento de muebles, pisos y ventanas. Por su parte, Cristian Nuñez es de San Martín y actualmente se desempeña como meteorólogo de la Fuerza Aérea en el continente blanco, registrando datos que son utilizados por el Servicio Meteorológico Nacional para elaborar estadísticas y pronósticos.
"No hay más vida que nosotros". Así describen los jóvenes el imponente y desolado paisaje que los rodea desde el 12 de febrero, cuando el rompehielos ARA Almirante Irizar arribó a la base argentina antártica más austral. Y es que, aunque durante el verano puede aparecer algún petrel solitario, lo cierto es que durante un año los únicos seres con los que los conviven son ellos mismos.
Así es la recolección de hielo en la Antártida
Base Belgrano 2: el escenario
La Base Antártica Conjunta Belgrano 2 fue inaugurada el 5 de febrero de 1979. Es el último rincón de la patria. El escenario es como el de un reality de aventura extrema, donde las condiciones son verdaderamente excepcionales. Allí se experimentan cuatro meses de plena luz, cuatro de penumbra y cuatro de noche polar.

El lugar es prácticamente inaccesible, pues el rompehielos ARA Almirante Irizar solo navega una vez al año hasta la base más austral de Argentina. En 2025, los tripulantes partieron el 20 de enero desde Puerto Madero en Buenos Aires y después de dos semanas de navegación arribaron a la zona de la Bahía Vahsel, a 8,5 millas de la base. Desde esta distancia, operaron los helicópteros Sea King, a cargo del Grupo Aeronaval Embarcado (GAE), para completar el recambio de la dotación que prestará servicio hasta el 2026 desarrollando investigaciones científicas, tareas de mantenimiento, exploración y apoyo a científicos extranjeros.
Cuando llegaron a la base, el sol era dueño de los días y ofrecía 24 horas de total claridad. “El cuerpo no estaba acostumbrado y, sin darnos cuenta, estuvimos trabajando casi sin descansar. Si no mirábamos la hora, perdíamos la noción del tiempo”, cuenta Josué.

En marzo comenzaron los días de penumbra y ahora, a finales de abril, llegará la noche polar con jornadas completamente oscuras. “Es otro de los desafíos”, consideran los jóvenes mendocinos destacando que, durante el frío extremo, las mínimas pueden llegar a los -30°C.
“Todo es blanco, blanco, blanco”, dicen Josué y Cristian. El hielo y las grietas que se producen alrededor de las instalaciones restringen las áreas por la que los equipos pueden moverse. Por esto, se forman patrullas de reconocimiento del lugar que delimitan los espacios seguros. “Como todo es un glaciar, hay muchas grietas y es peligroso andar caminando por ahí”, señala el experto en meteorología.
Sin lugar a dudas, la ubicación extrema y las particularidades del lugar despiertan una enorme sensación de aventura y convierten a la Base Belgrano 2 en uno de los destinos más codiciados por quienes se embarcan en las misiones antárticas. En efecto, las escenas que se experimentan son verdaderamente colosales. Fenómenos únicos como las auroras australes, los halos y las ventiscas, entre otros, se pueden observar en este rincón del mundo.
“Cumplí un sueño”, dice Cristian al mostrar la foto de la primera aurora que pudo documentar.

La dotación: las actividades y la convivencia
En total son 21 compatriotas los que se encuentran en Belgrano 2. Tras superar un complejo proceso de selección que incluyó capacitaciones y exigentes estudios físicos y psicológicos, llegaron al continente blanco desde diferentes provincias del país con un objetivo común: servir como “centinelas de los confines de la patria”, tal como reza el lema de esta base.
“Hay personas de diferentes especialidades; entre ellos enfermeros, médicos, mecánicos, conductores, comunicantes, especialistas de montaña…”, cuentan los mendocinos. En este equipo participan solo tres mujeres, una cocinera, una psicóloga y una meteoróloga.
Cada uno cumple con una función específica, según la profesión, pero comparten además instancias de capacitación y profesionalización. De la misma manera, realizan en conjunto actividades que son fundamentales para la vida cotidiana como la recolección de hielo para abastecer de agua a las instalaciones, un trabajo que se realiza dos veces por semana y que requiere un gran esfuerzo físico.
Comparten 24 horas juntos enfrentando retos extremos. En este contexto, donde a pesar de contar con un sistema satelital que les permite estar comunicados con el mundo, el equipo se vuelve una familia. La camaradería es esencial. Es así que en conjunto organizan instancias de recreación como la proyección de películas o los sábados de pizzas.
“Tenemos un grupo bastante unido, bastante cooperativo. Sabemos a qué vinimos y que nos tenemos que ayudar entre todos”, resalta el especialista en carpintería.
Acerca de los espacios, los jóvenes destacan que la base cuenta con una casa principal, una auxiliar y un laboratorio. Cada uno posee una habitación propia y dentro de las instalaciones hay un gimnasio que les permite continuar entrenando para no perder la salud física.
“Tenemos misa los domingos”, cuentan y revelan de esta manera la existencia de un sitio verdaderamente sorprendente: la Cueva de Hielo Base Belgrano 2. “Tenemos un freezer gigante”, describen.
Esta cueva es un extenso laberinto de hielo que almacena los víveres utilizados por la dotación durante el año. Según los registros históricos de la base, se creó en 1979 cuando la dotación inaugural de ocho hombres buscaba obtener agua.
Al principio se la llamó “Hielera” y cumplió la función de proteger a los expedicionarios de los eventuales temporales. Luego, con la extracción de hielo de su interior, cobró mayor dimensión y se crearon en su interior diferentes ramificaciones. En poco tiempo, se comenzó a utilizar como cochera de grandes vehículos y se construyó un galpón. Producto de un desprendimiento, en 1987 falleció un miembro de Infantería llamado Hermes Daniel Lescano, y desde entonces se detuvo la excavación para la recolección de hielo y el lugar adoptó el nombre actual.
Actualmente, además de resguardar los alimentos, en este ambiente se encuentran diferentes museos y la capilla con la Virgen de las Nieves, que fue instalada desde la creación de la base.

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