Mujeres argentinas: menos hijos, más estudio, trabajos y años de vida

En América Latina, durante la segunda mitad del siglo XX, disminuyó considerablemente la tasa de fecundidad, acompañada de una expansión educativa de la mujer y el crecimiento de la fuerza laboral femenina en el mercado. Esto mismo ha sucedido en Argentina. Tal como lo acreditan los censos nacionales y las estadísticas vitales del Ministerio de Salud, la baja en las tasas de natalidad se prolonga e intensifica desde hace casi dos décadas. Ello evidencia que nuestro país se encuentra por debajo de las tasas de recambio poblacional (1,4), observándose un descenso del promedio de hijos a medida que se avanza en años censales argentinos y un aumento de mujeres sin hijos.
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Como señalamos desde hace tiempo, esta baja en la natalidad es acompañada por una demora constante en la edad en que las mujeres argentinas deciden ser madres. Desde 2021, la mayoría de los nacimientos ocurren en mujeres de 25 a 29 años, seguidas por el rango de 30 a 34 años. Hecho que condice con la mayor esperanza de vida de las sociedades actuales, aunque no con las etapas fértiles de toda mujer. Esta situación consolida otro fenómeno: un mayor envejecimiento poblacional.
Según el último censo, en nuestro país nacen más varones que mujeres. Pero, conforme avanza la edad, las mujeres superan a los varones, lo cual resulta en una composición demográfica por sexo más feminizada, debido a la sobrevida diferencial por sexo que favorece principalmente a las mujeres de 65 años y más (en grupos de edad avanzada, las mujeres superan ampliamente a los varones: 228 mujeres por cada 100 varones).
Paralelamente se observa un aumento en los niveles educativos de la mujer. En los últimos 20 años, podemos observar un aumento gradual de la población económicamente activa femenina y un mayor porcentaje de mujeres que cuentan con estudios superiores (ya sea incompleto o completo), observándose incluso mayor cantidad de mujeres que se encuentran ocupadas laboralmente y que, a su vez, asisten a una institución educativa, en comparación a los varones. Los datos muestran también una mayor asistencia de mujeres sin hijos en instituciones educativas de nivel secundario, terciario, universitario y postgrado. Si cruzamos estos datos con las tasas de fecundidad, observamos que el mayor descenso se concentra en mujeres con niveles más bajos de educación. Los nacimientos de ese grupo cayeron un 67% desde 2014, mientras que los nacimientos de mujeres con alta educación solo descendieron un 28%.
Resulta evidente que no nos encontramos ante un fenómeno meramente coyuntural, sino de un cambio social significativo y progresivo. Es necesario poder comprender la naturaleza multidimensional de este cambio social y demográfico. Cuestiones económicas, laborales, educativas, vinculares y personales se entremezclan y dejan ante nosotros un importante reto para la sostenibilidad de la nación.
La comprensión de estas tendencias a nivel poblacional no solo es importante para los gobiernos, sino para la sociedad en su conjunto, ya que estos fenómenos tienen un impacto directo en la vida cotidiana de las personas, en los vínculos que se establecen, en la forma en que se organizan las estructuras sociales; incluso en el desarrollo laboral y económico futuro. Es preciso y urgente valorizar, entonces, el rol insustituible de la mujer en todos los campos sociales, así como en la configuración de cada hogar.
* Rocío González. Doctora en neurociencias. Investigadora Posdoctoral Conicet – Instituto de Ciencias para la Familia, Universidad Austral. Miembro del Observatorio del Desarrollo Humano y la Vulnerabilidad (ICF-UA).
* Lorena Bolzon. Doctora en Ciencias Jurídicas. Decana del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral. Miembro del Observatorio del Desarrollo Humano y la Vulnerabilidad (ICF-UA).